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| jueves abril 25, 2024

La verdad de Smotrich


Betzalel Smotrich Foto: Kobi Gideon GPO

Lo que hoy algunos denominan narrativas y en otra época llamábamos identidades, se construyen y retocan a lo largo de décadas según sea la realpolitik de la época. Hasta hace poco estaba mal visto en Israel diluir la entidad palestina refiriéndose a que su origen estaba en el aluvión de árabes procedentes del entorno en los albores del sionismo y para trabajar en el proyecto creador y reconstructor de los judíos, cosa que es indudablemente cierta.  Pero hacia fines del siglo XIX y comienzos del XX Palestina se refería al país de los judíos, no a una nación árabe.  Sn embargo, la habilidad de Arafat y el resentimiento de muchos a su alrededor crearon un pueblo a partir de retazos de otros-sirios, libaneses, egipcios, jordanos-,un pueblo que, como tantos otros, a lo largo y ancho de nuestro vasto mundo humano, tiene derecho a su autodeterminación, y es un sujeto colectivo que avanza, a trompicones, hacia algo propio. Ese desarrollo, empero, no puede llevarse a cabo mientras no reconozcan, con garantías de toda clase, el derecho de Israel a existir. Con los años la sangrienta intransigencia palestina al respecto ha gestado algo llamado el sionismo religioso, encarnado de la manera compacta en Smotrich.  Así como no hay eco sin voz, del mismo modo no habría una ultraderecha judía si no hubiese antes su equivalente palestina, yihadista y agresiva. El fondo de ambas ideologías extremas no puede evitar ser religioso, sencillamente porque la tolerancia dialógica  moderna y cívica les es, hasta cierto punto, ajena

 

Lo que Smotrich piensa en voz alta muchos, muchísimos israelíes y judíos de todo el mundo lo piensan en voz baja, pero los consensos políticos están hoy teñidos, sobre todo en Europa, de una blanda postmodernidad que tiende a ser crítica y dura con Israel y tierna con los palestinos. Esta es sin duda la radiografía actual, y por contagio propagandístico, también Estados Unidos está comenzando a reflexionar al respecto. Lo que significa que será imposible implantar por la fuerza el parecer del ministro israelí. Habrá, pues, que convivir con el llamado pueblo palestino, aunque no antes de que este ceda espacio, y tiempo, a los judíos que deseen vivir en sus tierras. De hecho esa es la parte más difícil. Los fracasos de las negociaciones hasta ahora se deben al recalcitrante mundo árabe, aunque los Acuerdos de Abraham corrieron y corren un poco la cortina para que podamos ver a través. Las líneas de la convivencia avanzan poco a poco y no retrocederán debido a muchos, muchísimos lazos recién creados. La pluralidad se está abriendo camino y es probable que así como nosotros no podemos volver atrás, el Islam tampoco pueda seguir refiriéndose a los judíos de modo despectivo y odioso. En lugar de acortarse el sendero se ha hecho más largo, en lugar  de cohesionarse Israel en torno a una idea central y poderosa, la disensión interna crece. Es más doloroso ver cómo los hermanos judíos están a la greña que distinguir a los cabreados leones y las hienas de Jenin y de Nablus. Pero está prohibido caer en la desesperanza. Como suele decirse, od matzada lo tipol. ´´No volverá a caer Masada´´. Una y otra vez se tensionarán las cuerdas del  arpa de David, pero jamás dejará de sonar.

 
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