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| jueves noviembre 21, 2024

Al Aqsa: el tercer depósito de armas más grande de Hamas


Un nuevo mes de Ramadán en el que Hamas y el terrorismo palestino han profanado la Mezquita de Al-Aqsa llamando al caos, el desorden y el intento de que Israel se involucrara en la muy fuerte interna por el control del liderazgo territorial palestino entre la Autoridad Palestina y distintos grupos en la Franja de Gaza.

Los gobiernos occidentales todavía no han aprendido que los palestinos, a través de sus sedes diplomáticas, montan una propaganda mentirosa muy dañina para nuestros propios países.

Como todos los años, el mes de Ramadán, mes de importancia para los musulmanes, comenzó tranquilo: desde el 24 de marzo, miles de fieles se acercaron a la oración de los viernes en la zona de Al Aqsa y mostraron al mundo la foto de una realidad manifiesta en Israel: el respeto por la libertad de culto es un pilar fundamental en un país cuyo 23% de la población es árabe musulmana.

La garantía de profesar una religión distinta a la oficial del país no es un atributo que exista con comodidad en ninguno de los países islámicos. Aún con matices, desde el reino de Marruecos hasta Irak las minorías cristianas, judías y también otras dentro del islam son sometidas al hostigamiento, expulsión o muerte cuando disienten con la política de arabización o islamización forzosa que impera. Conviene remarcar algo: ser árabe no quiere decir ser musulmán y es por eso que muchas comunidades minoritarias del islam, como el pueblo bereber en Marruecos y Argelia, se han visto acechadas por los proyectos de arabización promovidos por los gobiernos desde su entrada a la Liga Árabe a mediados del siglo XX.

Como si se abriera paso a un ejército de ocupación, las facciones terroristas de Hamas, quienes gobiernan la Franja de Gaza desde 2007, comenzaron a relucir la mezquita de Al Aqsa ya no como el tercer sitio más sagrado del islam, sino como un almacén de armas, proyectiles y fuegos artificiales que dispararán contra los judíos que accedan al Muro de los Lamentos durante Pésaj.

La mezquita es, por definición de los propios musulmanes, el tercer sitio más sagrado del islam. No hay mezquita, museo o activista palestino alrededor del mundo que no refiera a ella como el motivo por el cual reclaman el dominio sobre Jerusalén, desconociendo así la pertenencia histórica del pueblo judío a su capital indivisible. No obstante, es en esa misma mezquita donde además de guardar las municiones, jóvenes árabes palestinos juegan al fútbol y utilizan los alrededores como baños públicos. Al menos en mi caso, nunca he asistido a un templo en el cual sus fieles orinen o defequen en sus alrededores o donde el altar de las iglesias cristianas sea también un espacio donde acumular piedras y palos. La concepción árabe palestina de lo sagrado es un poco especial.

Entre los días 8 y 9 de abril los corresponsales de grandes medios en Oriente Medio comenzaron a titular sobre incidentes en la mezquita de Al Aqsa haciendo eco de la clásica propaganda palestina: Israel ha ingresado al tercer sitio más sagrado y ha expulsado a los palestinos que allí oraban, reforzando el sistema de apartheid y ocupación que Israel mantiene desde 1967. Esta calumnia fue replicada en redes sociales por la cuenta oficial del Ministerio de Asuntos Exteriores y Expatriados de Palestina y alcanzada a otras sedes diplomáticas como la de España o Argentina.

Quienes replican la maquinaria propagandística ya no de los palestinos, sino de Hamas, no indican ningún contexto que explique porque las fuerzas de seguridad israelíes debieron ingresar a Al Aqsa luego de que los primeros días diez de Ramadán se hayan comportado con total normalidad. Durante el atardecer del 5 de abril comenzó Pésaj, la pascua de los judíos, y con ello se avivó el fuego de la intolerancia árabe palestina: luego de 75 años, no han aprendido que el sionismo no es un sistema de opresión, sino un derecho histórico y legítimo de los judíos a su autodeterminación en la tierra de Israel y que los países árabes que inciden verdaderamente en la política regional (como los países del Golfo) hace tiempo ya que no ven a Israel como un enemigo, sino como un aliado ante el avance del extremismo islámico y el poderío iraní.

Es tan incoherente como inhumano pretender que las fuerzas israelíes no actúen sabiendo que Hamas, la organización que promueve día a día el exterminio del pueblo judío, ha ingresado a Al Aqsa para atrincherarse y convertir la mezquita en una de las bases operativas del terrorismo como las que tienen en la Franja de Gaza camufladas en las estructuras civiles. 

La opinión pública en Occidente está contaminada de una maquinaria de propaganda que utiliza como fuente de información canales de Hamas que no sólo replica el histórico victimismo árabe palestino, sino que también es amplificado por las sedes diplomáticas de Palestina en el exterior a través de sus cuentas en redes sociales. La realidad tergiversada pretende mostrar a Israel como responsable de la ruptura del estatus quo en Jerusalén, pero la realidad es que son los mismos líderes palestinos quienes se esfuerzan día a día en no contener la espiral de violencia y exterminio que ellos mismos han incubado.  

 
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