Palestina en lugar de Israel
Los hechos más importantes sobre la actual violencia en el Medio Oriente fueron los que precisamente quedaron fuera del artículo explicativo de The New York Times, publicado a raíz de una serie de ataques israelíes en la Franja de Gaza.
La pieza, titulada “¿Qué es la Yijad Islámica y por qué Israel la está atacando?”, por el corresponsal Raja Abdulrahim contenía algunos hechos pertinentes. Entre ellos, que la Yijad Islámica Palestina (YIP), el segundo “grupo armado” palestino más grande, mantiene una relación incómoda con Hamás, grupo mucho más grande, también con sede en el enclave costero; que ambos han sido designados organizaciones terroristas por Estados Unidos, y reciben financiación y armas de Irán.
Sin embargo, la explicación de Abdulrahim sobre el objetivo de la Yijad Islámica fue deliberadamente vaga. Dejó de lado el hecho de que es un partido islamista que cree que todo el país, Israel y los territorios, deben regirse únicamente por la ley islámica. Aun más importante, escribió que fue creado en la década de 1980 “para luchar contra la ocupación israelí”. Para la mayoría de los lectores del Times y consumidores de otros medios de comunicación corporativos, eso suena como que la organización quiere terminar con la “ocupación” por parte de Israel de Judea y Samaria (“Cisjordania”), así como de Jerusalén Oriental. Pero para los árabes palestinos, la frase significa algo diferente.
Cohetes lanzados por la Yijad Islámica Palestina desde zonas urbanas en la Franja de Gaza contra la población civil de Israel, este 10 de mayo
(Foto: The Times of Israel)
Cuando los miembros la Yijad Islámica, o en todo caso, los afiliados a sus rivales de Hamás o incluso los llamados “moderados” de al-Fatah —cuyos líderes dirigen corruptamente a la Autoridad Palestina— hablan de “ocupación”, no se están refiriendo a aquellos territorios que Israel ganó durante la Guerra de los Seis Días de 1967, y que la comunidad internacional y los medios describen erróneamente como “palestinos” en lugar de territorios en disputa. En lo que respecta a la YIP, cada centímetro de Israel está “ocupado”; considera la creación del Estado judío hace 75 años como una Nakba, una “catástrofe” o “desastre”, así como un crimen que debe ser borrado mediante una lucha violenta.
Esto es importante, porque el próximo fin de semana, cuando se conmemore el aniversario del nacimiento de Israel, los partidarios de los palestinos conmemorarán el “Día de la Nakba”. Para ellos, el 15 de mayo, el día después de que Israel declarara su independencia el 14 de mayo de 1948, define la existencia palestina como un pueblo mártir cuyos agravios deben ser alimentados y avivados hasta que se borre la existencia del Estado judío y la historia del siglo pasado. El objetivo de la política palestina no es crear un Estado junto a Israel, o cualquier otra meta teóricamente constructiva. Es crear una serie interminable de eventos que son, en efecto, mini-Nakbas para mantener su causa viva y alimentada por la ira, ante la capacidad de Israel de sobrevivir y prosperar.
Estas omisiones en la explicación del Times no son minucias históricas. Son lo más importante que se debe saber sobre el grupo, y por qué permanece en guerra con Israel. También brindan un contexto esencial, que explica que la actual ronda de combates no forma parte de un “ciclo de violencia”, que Abdulrahim afirma falsamente que fue iniciado por el ejército israelí. Es parte de una guerra centenaria cuyo propósito es la erradicación de Israel.
Ese artículo en particular es un ejemplo clásico del sesgo de los medios que forma parte de la agenda editorial de The New York Times. También apunta a un problema más amplio que domina el discurso sobre el conflicto, que es un ejercicio deliberado de ceguera, en el que todos pretenden que solo se trata de un malentendido entre dos partes que no saben cómo comprometerse.
El objetivo de la política palestina no es crear un Estado junto a Israel, o cualquier otra meta teóricamente constructiva. Es crear una serie interminable de eventos que son, en efecto, mini-Nakbas para mantener su causa viva y alimentada por la ira, ante la capacidad de Israel de sobrevivir y prosperar
El actual enfrentamiento se inició por la decisión de Yijad islámica de “tomar represalias” contra Israel con cohetes y misiles debido a la muerte de uno de sus líderes, Khader Adnan. Él había sido arrestado por su papel en la organización de atentados terroristas, y murió como resultado de una prolongada huelga de hambre que emprendió para obtener su liberación. Adnan se negó tanto a ingerir alimentos como al tratamiento médico, y finalmente sucumbió a lo que fue esencialmente un acto de suicidio, ya que las autoridades israelíes optaron por no alimentarlo ni tratarlo a la fuerza.
El objetivo de Adnan era proporcionar a su pueblo otro mártir para llorar y celebrar. Pero en un sentido más amplio, fue una obra de teatro que demuestra que la Nakba continúa, en lugar de haber quedado trabada en la historia.
En este caso, su muerte fue conmemorada por sus compañeros con el lanzamiento indiscriminado de cohetes y misiles contra la población civil de Israel. El gobierno de Israel respondió apropiadamente con ataques a los líderes de la Yijad Islámica en Gaza, para demostrar que no pueden aterrorizar a los israelíes con impunidad. Los ataques que las Fuerzas de Defensa de Israel denominaron “Operación Escudo y Flecha” han generado la ronda habitual de condenas de la comunidad internacional porque, a pesar del gran cuidado que las FDI ponen para limitar las bajas civiles, algunas de las familias de los líderes terroristas murieron junto con a ellos. La administración Biden hizo su baile habitual, apoyando el derecho de Israel a defenderse mientras exigía que se retirara y dejara de hacerlo.
El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y sus colegas, se enfrentan como siempre a la difícil decisión de hasta dónde deben llegar para acabar con la capacidad de grupos como la YIP para aterrorizar al pueblo israelí.
El objetivo de Adnan al suicidarse era proporcionar a su pueblo otro mártir para llorar y celebrar. Pero en un sentido más amplio, fue una obra de teatro que demuestra que la Nakba continúa, en lugar de haber quedado trabada en la historia
La desastrosa decisión del exprimer ministro israelí Ariel Sharon en 2005 de retirar todos los asentamientos, colonos y soldados israelíes de la Franja de Gaza, puso en marcha los acontecimientos que llevaron a que se convirtiera en un Estado palestino independiente en todo menos en el nombre, gobernado por terroristas de Hamás. Desde entonces, y contrariamente a las estúpidas expectativas de Sharon, eso ha permitido que tanto Hamás como la YIP conviertan la Franja en un enclave fortificado, con la seguridad de saber que los líderes israelíes están disuadidos de desarraigarlos debido al enorme costo en vidas, tanto israelíes como palestinas, que eso supondría, además de la tormenta de críticas internacionales que tal acción provocaría.
Y así, Israel se ha limitado a ataques periódicos que las FDI describen como “cortar el césped”, en los que la capacidad de los terroristas para infligir daño se reduce pero nunca se elimina por completo. Eso es desafortunado, pero permite que Jerusalén maneje el conflicto en lugar de poner al país perpetuamente a merced de los caprichos de los asesinos islamistas.
Hamás y la YIP no tienen objetivos políticos prácticos. Pero tienen la capacidad de seguir creando más Nakbas sacrificando la vida de su pueblo, ya sea en forma de suicidios teatrales en prisiones, o de personas muertas mientras actúan como escudos humanos para quienes fomentan, planean y llevan a cabo ataques terroristas contra israelíes.
Es por ello que describir lo que ha sucedido esta semana en Gaza como parte de un “ciclo de violencia” no solo es inexacto; se pierde el punto del conflicto.
La narrativa de la Nakba de los palestinos es profundamente autodestructiva, porque valoriza su intransigente negativa a aceptar la realidad de que los judíos regresaron en gran número a su antigua patria y que ahora el país tiene que ser compartido con ellos. Al etiquetar falsamente a los verdaderos indígenas del país, los judíos, como intrusos coloniales, mantienen su condición de víctimas del “privilegio blanco” en la mentalidad de la ideología interseccional contemporánea, en la que se borran los derechos de los judíos.
Aquellos que se unen al duelo de los palestinos parecen pensar que si protestan lo suficientemente alto y durante el tiempo suficiente, algún día los israelíes se cansarán de la batalla por preservar su existencia y se darán por vencidos. Eso nunca sucederá. Pero al aferrarse a su victimismo y crear una cultura política en la que su identidad nacional está indisolublemente ligada a una guerra inútil para destruir a Israel, los palestinos no solo mantienen vivo el recuerdo de la “catástrofe”: la están reviviendo y recreando perpetuamente en incidentes grandes y pequeños
La conmemoración de su histórica derrota en 1948 ignora el hecho de que hubo un intercambio de poblaciones de refugiados, con cientos de miles de árabes que huyeron o fueron forzados a abandonar sus hogares en lo que ahora es Israel, mientras que un número aún mayor de judíos también fue expulsado de los suyos en todo el mundo árabe y musulmán.
Ese es el único hecho que todos deben comprender si quieren comprender los eventos recientes y por qué estos incidentes probablemente estén condenados a repetirse sin cesar hasta que amanezca el día en que los palestinos se cansen de este sacrificio sin sentido, trágico y, para ellos, interminable.
*Editor en jefe de Jewish News Syndicate.
Fuente: jns.org.
Traducción Sami Rozenbaum para Nuevo Mundo Israelita
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