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| jueves abril 18, 2024

¿Puede la resiliencia israelí inspirar a los alienados estadounidenses?

Después de meses de división, el país se unió de inmediato ante el incesante lanzamiento de cohetes. ¿Aprenderá esa lección una comunidad que no esté dispuesta a luchar contra los progresistas antisemitas?


Los israelíes tuvieron una semana difícil. El país fue objeto de un bombardeo de casi 1000 cohetes y misiles disparados por terroristas de la Yijad Islámica Palestina con sede en Gaza. Aunque en su mayor parte el sistema de defensa aérea Cúpula de Hierro hizo su trabajo admirablemente, deteniendo el 91% de los proyectiles, uno hizo impacto directo en un edificio de apartamentos en la ciudad central israelí de Rehovot, matando a un hombre e hiriendo a otras cinco personas.

Pero como suele suceder cuando su país es atacado por enemigos que desean su destrucción, los israelíes se unieron tras su gobierno y continuaron con su vida normal en la medida de lo posible.

La resiliencia de los israelíes frente a los desafíos que podrían quebrantar a otros es uno de los aspectos más notables de la vida en el Estado judío. El país ha sido desgarrado en los últimos meses por una batalla amarga, divisiva y a menudo insincera, que supuestamente trataba sobre los planes del primer ministro Benjamin Netanyahu para reformar el poder judicial, pero en realidad era una lucha abierta por el poder político.

Si bien sería una exageración decir que todo esto se olvidó en medio de los combates, las sirenas y los ataques aéreos, los eventos de la semana pasada demuestran que, incluso en los peores momentos, la gran mayoría de los israelíes puede superar sus diferencias y presentar un frente unido ante un mundo a menudo hostil. De hecho, fue suficiente para frustrar a la manada de columnistas antisionistas en la sección de opinión de Haaretz, quienes lamentaron la forma en que los israelíes dejaron de lado la política y defendieron su derecho a la autodefensa contra quienes intentaban asesinarlos.

No se puede decir lo mismo de muchos judíos estadounidenses, que observan la lucha en el Medio Oriente con su mezcla habitual de apoyo, críticas y la indiferencia de siempre.

Es cierto que la mayoría de quienes desempeñan roles de liderazgo en la comunidad judía hicieron declaraciones expresando su solidaridad con Israel y su oposición a los terroristas. Pero aunque las comunidades judías están preparando celebraciones del Día de la Independencia de Israel programadas para el 14 de mayo, no hubo gran apoyo al Estado judío, como sucedía en generaciones anteriores cuando estaba bajo ataque.

Con cada aniversario que pasa, la algarabía entre los judíos estadounidenses sobre el cumpleaños de Israel se vuelve menos una cuestión de apoyo unificado y más una función de la creciente alienación que algunos sienten hacia el Estado judío, e incluso hacia la idea misma de su existencia.

Si bien muchos culpan de esto a una aversión por Netanyahu y sus políticas, tiene poco que ver con él y más con la demografía cambiante de una comunidad cada vez más asimilada y carente de un sentido de pueblo judío. Dado que el sector judío estadounidense de más rápido crecimiento es lo que los demógrafos denominan «judíos sin religión», no sorprende que una idea como el sionismo sea difícil de vender a aquellos que no sienten una lealtad particular a su identidad de grupo.

Aun así, y a pesar del cinismo y las críticas que se escuchan desde el establecimiento liberal sobre el Estado judío, sabemos que, como lo demuestra el éxito de los viajes de Birthright, la conexión con Israel ayuda a construir un sentido más fuerte de identidad judía entre los estadounidenses, especialmente a edad temprana. Aunque a algunos en la izquierda secular les resulta difícil admitirlo, Israel sigue siendo el centro de la vida judía y una singular fuente de inspiración para un pueblo que data de hace 3500 años.

 

“Nakba” en el Senado

Pero el creciente alejamiento de Israel de los demócratas —a quienes la mayoría de los judíos siguen siendo leales— es una medida de una alienación que no se puede ignorar. Más concretamente, hubo poca ira o reacción política cuando los demócratas guardaron silencio cuando a los progresistas antisemitas se les permitió celebrar una reunión para lamentarse por el nacimiento del Estado judío, «Nakba 75″, en un edificio de oficinas del Senado, con el patrocinio del senador de Vermont, Bernie Sanders.

El evento nació como un proyecto de la representante Rashida Tlaib (demócrata por Michigan), quien apoya no solo el movimiento antisemita BDS, sino que llama abiertamente a la destrucción de Israel. Se le impidió celebrar su fiesta de la Nakba (palabra árabe que significa «catástrofe», refiriéndose a la creación de Israel en mayo de 1948) en la Cámara de Representantes, por decisión del presidente Kevin McCarthy (republicano por California). Pero nadie en el liderazgo demócrata del Senado, incluido el líder de la mayoría Chuck Schumer, o la administración de Biden, trató de mantener esa actividad destinada a impulsar la destrucción del único Estado judío del planeta y un aliado clave de Estados Unidos.

Si bien algunos liberales judíos podrían descartarlas como algo sin importancia, las conmemoraciones de la Nakba —que se centran en declarar que el nacimiento de Israel es un crimen que debe ser borrado— importan, porque son un símbolo de la creciente influencia de la izquierda interseccional. Lejos de estar aislada, la facción antiisraelí entre los demócratas está creciendo. Más concretamente, incluso en un momento en que Israel estaba bajo ataque, el silencio sobre el asunto del “Día de la Nakba” por parte de los demócratas fue revelador.

Tlaib y su compañera en el “Escuadrón”, la representante antisemita Ilhan Omar (demócrata por Minnesota), siguen siendo populares en la base demócrata. Además, incluso figuras como el presidente Biden tienen el cuidado de cultivarlas. Eso quedó claro cuando ambas fueron invitadas a la Casa Blanca el mes pasado para un evento de la festividad musulmana de Eid al-Fitr, y el presidente las felicitó especialmente.

Los demócratas culpan a menudo a los republicanos por no aislar a algunos de sus miembros más extremos, como la representante Marjorie Taylor-Greene (republicana por Georgia), quien, aunque partidaria de Israel, ha hecho comentarios extraños que se pueden interpretar fácilmente como antisemitas. Los demócratas no están dispuestos a hacer lo mismo con Tlaib y Omar, a pesar de su abierto y descarado antisemitismo y su odio a Israel, pues las consideran progresistas de buena reputación y estrellas de la cultura pop. Su creciente influencia no es ajena a lo que ha estado sucediendo en Gaza e Israel.

 

Atacando a Israel

Los cuatro días de lucha de las Fuerzas de Defensa de Israel, denominados “Operación Escudo y Flecha”, para eliminar las capacidades militares del grupo islamista y su liderazgo, no lograron detenerlas por completo. Las FDI tomaron el cuidado habitual de limitar el impacto de sus ataques en los civiles palestinos, pero los opositores de Israel proclaman las inevitables bajas como crímenes, a pesar de que muchos de los muertos y heridos en Gaza fueron alcanzados por proyectiles de la propia Yijad Islámica que no alcanzaron sus objetivos previstos en Israel.

El contraste entre las bajas israelíes y palestinas se expone como resultado de una respuesta desproporcionada de las FDI ante los cohetes. Sin embargo, lo que realmente muestra es la diferencia entre las prioridades de las dos partes. En la Franja de Gaza hay muchos refugios antiaéreos (bajo toda la Franja existe una extensa red de túneles y fortificaciones utilizadas con fines terroristas), pero solo se utilizan como instalaciones de almacenamiento de armas para quienes las disparan. Israel ha priorizado la defensa de su pueblo, con sistemas de defensa y refugios antiaéreos obligatorios.

Eso no ha impedido que los medios de comunicación participen en los habituales ataques contra Israel, mientras las intenciones reales de grupos palestinos como la Yijad Islámica, y sus rivales Hamás y al-Fatah, son minimizadas o ignoradas. Eso no ha afectado el general apoyo estadounidense a Israel —que tiene sus raíces en los sentimientos abrumadoramente positivos expresados por cristianos conservadores, evangélicos y republicanos—, mientras que los liberales y demócratas simpatizan más con la causa palestina, que exige la eliminación de los judíos.

La buena noticia es que, si bien los judíos estadounidenses están influenciados por la cobertura mediática crítica del Estado judío, la mayoría de los israelíes saben que no deben centrar sus esfuerzos por sobrevivir como si dependieran de la buena voluntad de los medios internacionales. La gran mayoría entiende que no tiene sentido escuchar a las élites parlanchinas de Occidente, que erróneamente los ven como “colonos” u “opresores blancos” en su propio país.

A pesar de todos sus problemas, que son legión, Israel parece no estar interesado en debatir si tiene o no derecho a existir o defenderse. Los judíos estadounidenses harían bien en aprender de ello, en lugar de pensar que necesitan salvar a Israel “de sí mismo”.

Como el aniversario de Israel se observa en el calendario secular la próxima semana (junto con la Nakba de los palestinos), los judíos estadounidenses deberían hacer una pausa y pensar en el estrés que enfrentan los israelíes cuando deben entrar y salir de los refugios antiaéreos mientras llevan a sus hijos a la escuela (o a dormir), y cuidar de sus vecinos, incluidos los enfermos y los ancianos.

Pero también deberían inspirarse en la resolución de Israel de defender a su pueblo contra aquellos que buscan su muerte, así como en la capacidad de los israelíes para dejar de lado temporalmente sus diferencias frente a amenazas mortales. Este es el momento de reconocer que las actitudes del pueblo israelí no son solo admirables. Su fuerza y determinación representan el futuro del pueblo judío.

 

Jonathan S. Tobin es editor en jefe de JNS (Jewish News Syndicate). Sígalo en Twitter en @jonathans_tobin.

 

Traducción: Sami Rozenbaum, NMI

 
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