Geoffrey Hinton, conocido como el ‘Padrino de la Inteligencia Artificial’, hizo hace poco una declaración que me dejó pensando: «Es totalmente posible que la humanidad sea solo una etapa pasajera en la evolución de la inteligencia», dijo Hinton. «Hemos descubierto el secreto de la inmortalidad. La mala noticia es que no es para nosotros».
La idea de que la IA podría superar a la inteligencia humana no es exactamente algo sacado de Black Mirror. Ya en 1965, el matemático británico I.J. Good estaba convencido de que las máquinas eventualmente se volverían autoconscientes y superarían nuestra inteligencia. Ray Kurzweil, un visionario de la IA, incluso acuñó el término «singularidad tecnológica» para describir este punto teórico en el futuro. Kurzweil pensaba que llegaríamos allí en 2045, pero con la velocidad a la que van las cosas, podría ser mucho más temprano.
¿Seguiremos siendo relevantes?
Nos encanta la idea de que somos la cúspide de la existencia, los creadores, los más inteligentes y poderosos. Pero, ¿es posible que estemos cerca de ser destronados por nuestros propios inventos? Y si eso sucede, ¿qué pasará con nosotros? ¿Seguiremos siendo relevantes, o nos convertiremos simplemente en una nota al pie en los anales de la historia, como un paso más en la cadena evolutiva de la existencia?
Para encontrar respuestas a estas preguntas, quizás debemos entender primero a otro tipo de seres superiores descritos en las fuentes judías: los ángeles.
El Talmud relata que cuando Moshé subió al Monte Sinaí para recibir la Torá, los ángeles preguntaron: «¿Qué hace este mortal entre nosotros?». Dios respondió: «Ha venido a recibir la Torá». Los ángeles no estaban impresionados: «¿Vas a dar algo tan valioso como la Torá a los mortales? ¡La Torá debería quedarse en los cielos!».
Pero Moshé no se dejó intimidar, y argumentó con firmeza que la Torá estaba destinada precisamente a los seres humanos. “Dios, la Torá que me vas a dar, ¿qué dice? ‘Yo soy Dios, quien te sacó de la tierra de Egipto’”. Entonces Moshé le preguntó a los ángeles: “¿Acaso ustedes descendieron a Egipto?”. Los ángeles no necesitan un descanso en Shabat, no tienen padre y madre que deban respetar, no tienen envidia que los podría llevar a robar. Inmediatamente, los ángeles aceptaron que la Torá fuera entregada a los seres humanos.
Aunque los ángeles son superiores desde un punto de vista espiritual, carecen de algo que los humanos sí tenemos: un cuerpo.
Vivir entre dos mundos
Los humanos somos los únicos seres que vivimos entre dos mundos, el físico y el espiritual, y que tenemos la capacidad de unirlos mediante nuestras acciones. Tenemos una composición única: somos más que un cuerpo, y somos más que un alma. Somos un ser que está sumido en la constante lucha de elevarnos a nosotros mismos, y de elevar al mundo con nosotros. Y esto no lo puede hacer un ángel… y tampoco un robot.
Los ángeles son seres completamente espirituales. Los robots son completamente físicos. No importa cuán avanzada sea una inteligencia artificial, nunca nos destronará en nuestro rol de seres físico-espirituales que tienen como misión elevarse a sí mismos y elevar al mundo consigo.
Los seres humanos siempre seguiremos siendo relevantes. Cada palabra que decimos, cada acción que tomamos, tiene repercusiones infinitas. Tenemos la capacidad de crear mundos, elevar nuestra existencia y alcanzar la trascendencia, algo que ni los ángeles ni los robots tendrán jamás.
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