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| sábado diciembre 21, 2024

Un presupuesto preocupante que refleja irresponsabilidad gubernamental


Knesset. GPO

El gobierno del Primer Ministro Biniamin Netanyahu celebró en la noche entre martes y miércoles, con aplausos en la Kneset, la aprobación del presupuesto nacional 2023-2024. Pero lo único que tienen en realidad para festejar es haber quitado de la mesa la amenaza de la caída del gobierno y el llamado a nuevas elecciones, lo que habría ocurrido, por ley, de no aprobarse el presupuesto. Su contenido, nada tiene de celebración.

No entramos aquí en todos los detalles desde el punto de vista económico, sino que nos limitaremos a unos comentarios generales referentes a lo que el presupuesto refleja, que debería ser motivo de preocupación para la ciudadanía toda. Conversamos al respecto con el economista Adrián Filut, analista jefe de la parte económica de “Calcalist”, uno de los dos principales medios israelíes especializados en dicha temática. Publicaremos por separado la nota con Filut. Pero antes, este comentario general.

Los únicos que realmente tienen motivos para celebrar el presupuesto, son los políticos que quieren la perduración del gobierno actual. En realidad, analizando el tema en sí, sin cuestiones de preferencias políticas de por medio, los  sectores de la población a los que el gobierno quiere “beneficiar”, porque son sus votantes, deberían estar llorando. ¿Por qué? Porque están hipotecando su futuro, mintiéndoles al prometerles ayuda, cuando en realidad, lo que hacen es condenarlos a una situación en la que nunca podrán avanzar . Y aclaramos que no consideramos que “avanzar” sea dejar su forma de vida o abandonar el estudio de la Torá. ¡En absoluto!

El problema radica en la serie de beneficios y presupuestos especiales que la coalición aprobó para el  sector ultraortodoxo (haredi), sin exigirles lo que es normal en toda sociedad: que trabajen y sean productivos. Y esto, reiteramos, no significa esperar ni querer-lo cual sería inaceptable- que dejen de estudiar Torá.

Los datos oficiales tanto de Israel como de la OCDE indican que entre los hombres de dicho sector, solamente cerca del 50% trabajan, ya que el resto se dedica a estudiar las Sagradas Escrituras, lo cual sume a numerosas familias en una situación socio económica compleja, porque además, son pocos los abocados a trabajos que aportan a la economía nacional. El que se trate en general de  familias que se contentan con poco en lo material, nada quita al hecho que precisan las subvenciones y ayudas externas porque no salen lo suficiente a trabajar. Entre las mujeres, el índice de trabajo es casi igual que en la sociedad en general. Ese no es el problema.

Aprobar asignaciones especiales a todo el sector es hacer exactamente lo contrario de lo que Netanyahu defendía hace muchos años, cuando era Ministro de Finanzas  y explicaba que hay que alentar la salida al trabajo por el bien de ese propio sector, no sólo de la sociedad en general. Eso, evidentemente , era antes. Hoy su mirada es totalmente distinta ya que su permanencia política es para él lo principal y como para ello precisa a los partidos ultraortodoxos, no duda en aprobar medidas que siempre supo eran nocivas para el país.

Pero también son nocivas para los propios haredim.

Otra muestra de ello es la aprobación de presupuestos especiales, agregados, a los institutos de estudios religiosos superiores, las yeshivot, que no estudian materias como inglés y matemáticas, lo cual se considera que  no los prepara para un trabajo productivo en la sociedad.  No les hace ningún favor al eximirlos. Con ello, claro está, deja felices a los políticos de los partidos ultraortodoxos, pero está condenando a la ciudadanía de ese sector a un futuro sin perspectivas de progreso.

Y  no, no tiene que haber contradicción ninguna entre la dedicación sagrada al estudio de la Torá y la participación activa y sana en la economía y la sociedad. Ningún sector puede vivir aislado. Y es imposible olvidar que aunque ahora el sector ultraortodoxo constituye el 12 ó 13% de la población, su lugar va en aumento. Israel no se puede permitir la continuación de esta anomalía. Debe hallarse la forma de que sin alejarse del estudio y del cumplimiento de los preceptos de la religión judía, los ultraortodoxos sean parte integral de la sociedad en derechos y obligaciones. Con la política actual, es mentira que se les está ayudando. Se está dañando al país y no se los está fortaleciendo a ellos en nada positivo.

 
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