Discurso de odio Deposito de fotos
En estos tiempos de incremento vertiginoso del antisemitismo, resulta oportuna la reflexión: “El Holocausto no comenzó con las cámaras de gas, empezó mucho antes, con los discursos de odio”, los cuales tienen la evidente intención de suscitar una aversión arbitraria e incluso calumniosa, con emociones y sentimientos negativos contra un determinado grupo dentro de la sociedad.
Desde hace más de dos milenios, en distintos parajes, el pueblo judío ha sufrido las campañas de desinformación y deformación sistemática en base a una narrativa creada con ese propósito; ello continuó, adaptándose a las características de cada época y perdura hasta la actualidad.
En el último mayo, nos causó impacto lo ocurrido en la Universidad de la Ciudad de Nueva York, conocida como CUNY, durante su discurso de graduación, una estudiante de derecho, Fátima Mohammed señaló que el dinero judío controla la política de la escuela sobre Israel; lo acusó de “colonialismo”, alegó que “arroja balas y bombas indiscriminadamente sobre los fieles” y asesina a niños y ancianos. De este modo, Mohammed encubrió sus arcaicos prejuicios antisemitas, con retorcidas denuncias antisionistas; sus afirmaciones, animadas por un fervor demagógico, fueron aplaudidas por los administradores y el personal de la facultad de derecho sentados detrás del podio. La respuesta de CUNY al discurso de Mohammed fue, por decir lo menos, irresponsable e inepta. CUNY gestiona una actitud generalizada de fanatismo, al punto que está siendo investigada por posibles violaciones de la Ley de Derechos Civiles, debido a ignorar intencionalmente “un patrón sostenido de antisemitismo”.
Un mes después, al otro lado del país, en la costa oeste, en California, durante su discurso de graduación, en una clara imitación a lo acaecido en CUNY con la retórica cínica e incendiaria, la estudiante de El Camino Community College, Jana Abulaban, expresó su odio antisemita al acusar a Israel con la falsa cantaleta de “matar y torturar palestinos mientras hablamos”. Abulaban dijo que, dos días antes, envió una copia de su discurso a un director de la universidad encargado de ese acto y “básicamente me respaldó”. Incluso, la propia universidad promocionó parte de dicho discurso en Twitter.
Unos días atrás, los pasajeros de un vuelo de la línea aérea irlandesa Ryanair, que iba de Italia a Tel Aviv, se sorprendieron tras el repetido anuncio de una azafata diciendo que el avión estaba por llegar a Palestina.
Más allá de los roces por asuntos geopolíticos, a raíz de una reyerta interna, Amparo Rubiales, presidenta del PSOE de Sevilla, llamó “judío nazi” a Elías Bendodo, un diputado del PP.
Hace un par de semanas, en un programa de radio emitido por Youtube, un periodista venezolano, Nehomar Hernández, hizo una broma sin gracia sobre la exigua propina que daría un judío, reviviendo el estereotipo antisemita clásico del avaro.
Vemos que con gran facilidad se usan las tribunas públicas para hacer ostentaciones antisemitas sin verdaderas consecuencias, de forma impune, mostrando el total fracaso de las sociedades frente a los discursos de odio, plagados de distorsiones y farsas con la finalidad de demonizar al pueblo judío y al Estado de Israel. Cabe preguntarnos si frente a ataques semejantes contra otros grupos o países habría respuestas más serías y enérgicas.
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