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| jueves octubre 3, 2024

Israel y Palestina: cuando los extremos colisionan


El pasado 20 de junio, cuatro israelíes fueron asesinados en el asentamiento de Eli en Shilo en el Concejo Regional de Mateh Binyamin mientras se encontraban en una gasolinera, dos miembros de la organización terrorista Hamas se atribuyeron el acto. Una vez más bajo el mito de la “resistencia” se ejecutan actos que son catalogados como crímenes de guerra, por cuanto las leyes internacionales exigen que para ser considerado un acto legítimo se discrimine población civil y también en cuanto a militares estos deben ocurrir en medio de un enfrentamiento armado, caso contrario son delitos internacionales.

También, es importante señalar que el 21 de junio una turba de al menos 200 judíos radicalizados de la región de Shilo, decidieron tomar la ley en sus manos y atacaron la localidad palestina de Turmus Ayya, incendiando casas, automóviles y campos, y aterrorizaron a los residentes, dejando incluso un palestino muerto en medio del caos, acto que ha sido criticado de manera generalizada por algunos sectores israelíes, aunque también “justificados” por líderes extremistas que manifestaron su “apoyo” a estas repudiables acciones.

La radicalización de los discursos; junto con las acciones que impulsan la violencia y los actos que dañan a las poblaciones civiles han demostrado una vez más que no son la salida que este conflicto requiere. Incluso, el análisis monolítico de verlo únicamente como una cuestión de carácter religioso no ayuda lo suficiente para proponer de modo integral una salida efectiva a la violencia.

Lo territorial sin considerar los aspectos humanos de asentamientos y convivencia, el debate por la distribución de los recursos, el posicionamiento estratégico que involucra a actores externos de manera directa en el apoyo a uno u otro lado del conflicto, así como el complejo abordaje ideológico de la importancia permeable de la religión son los elementos multicausales que deben plantearse a la hora de una hoja de ruta de solución a esta ola de violencia.

Es importante por supuesto una negociación que conlleve a un proceso de desconexión o de intercambio (swap) territorial basado en las resoluciones sobre fronteras seguras y defendibles, así como resolver temas sensibles como la capitalidad de Jerusalén, el tema de los refugiados y el establecimiento de un Estado palestino independiente con su gobierno centralizado bajo una fuerza estable, no atomizada por el sectarismo y las agendas de grupos políticos y brazos armados que no renuncian a sus posiciones de poder.

De lo anterior, es importante mencionar que la situación política en estos momentos en ambos lados no es la idónea. En Israel el debate sobre la reforma judicial y la coalición gobernante compuesta por partidos tradicionales de ala conservadora más partidos de posiciones radicales chocan con los partidarios que los cambios pueden generar un autoritarismo político insostenible y que no haya tampoco el mínimo interés por resolver el tema palestino al cual prefieren acostumbrarse a la administración del caos que a una solución integral, aunque implique dar concesiones.

Por su parte, del lado palestino, entre el desgaste de la imagen del presidente Mahmud Abás y las intenciones de las otras agrupaciones de asumir el liderazgo una vez que Mazen salga de la escena, da señas de un eventual enfrentamiento interno por hacerse con el poder y ponen al Hamas en la cabeza de quienes podrían controlar la política palestina, con el riesgo que implica al negarse a reconocer a Israel y promover la violencia.

Estas posiciones extremas terminan encontrándose y beneficiando el discurso belicista de la contraparte y condena a la región a una eterna lucha con bastiones de violencia y respuesta, lo cual perpetúa la falta de una solución integral sin comprender que la ecuación para poder llegar a un punto medio será forzadamente perder – perder, tal y como diría el fallecido escritor y activista israelí Amos Oz:

Las tragedias se resuelven de dos maneras posibles, a la manera de Shakespeare o a la manera de Antón Chéjov. En una tragedia de Shakespeare, al terminar; el escenario está sembrado de cadáveres. En una tragedia de Chéjov, todos son infelices, están amargados, desilusionados y melancólicos, pero siguen vivos. Prefiero una conclusión chejoviana y no shakespeariana.

Y el problema principal de este conflicto es que se ha concentrado los esfuerzos por imponer criterios y tener la razón, en vez de buscar soluciones le pone un precio a la estabilidad, a coste de sangre y de destrucción. No se trata de hacer fórmulas mágicas, sino de trabajar por lo que es oportuno y no por tener necesariamente la razón.

 
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