El pasado sábado asistimos a un hecho, otro, que parecía sacado de una serie de Netflix: un grupo de delincuentes que trabajaba para el Kremlin desertaba y se dirigía hacia Moscú para tomar el poder. Aún no somos conscientes de las consecuencias que puede tener esta acción, aunque algunas podemos anticiparlas: en primer lugar, tenemos que confirmar la debilidad militar del ejército federal ruso. No solo está siendo derrotado por el ejército ucraniano sino que ha sido incapaz de frenar el avance de 1.500 kilómetros de un grupo de mercenarios que penetró hasta el corazón de Rusia. Solo una traición como fue el pacto entre Prigodzhin-Lukashenko-Putin sirvió para que los mercenarios de Wagner detuvieran su ofensiva.
En segundo lugar, Rusia es un régimen moribundo que puede colapsar en cualquier momento. Si bien es cierto que este golpe de estado no ha logrado su objetivo, no podemos descartar que ocurra lo que ocurrió en 1991: a pesar de repeler el golpe, unos meses después la URSS se desvanecía como un castillo de naipes. El hecho de que Wagner se rebelara, hace ver que dentro del propio régimen hay fisuras muy serias. Estas fisuras se alimentan desde fuera y pueden hacer saltar el edificio por los aires.
En tercer lugar, la figura de Vladimir Putin queda aún más cuestionada. Hasta ahora el presidente ruso había perdido la fama de hombre eficaz, calculador y estratega. Su salida premeditada a Siberia también le ha hecho perder su inmerecida fama de hombre valiente. Menahem —resistió el asedio de Masada—, el general Custer o Allende son ejemplos de líderes que dieron su vida en la defensa de lo que ellos consideraban como fundamental. El presidente Putin, al contrario de lo que hizo el presidente Zelensky, abandonó el Kremlin cuando ni si quiera se oían los cánticos de Wagner.
En cuarto lugar, si Rusia ha sido capaz de resistir a la ofensiva ucraniana ha sido por la acción del grupo Wagner. La falta de profesionalidad de los soldados rusos y su escasa motivación hacen del ejército federal una pieza de caza muy apetecible para los soldados ucranianos. De hecho, desde que los 5.000 soldados de Wagner abandonaron la Ucrania ocupada, los soldados ucranianos han cruzado el Dniper y han reconquistado 140 kilómetros cuadrados. Desde estas posiciones Crimea, solo queda a 60 kilómetros, una distancia asumible para los modernos himars.
Por último, debemos referirnos a la presencia militar rusa en el exterior, o mejor dicho, a la presencia militar del grupo Wagner en el exterior. Si Rusia tiene una presencia en África y Oriente Medio se lo tiene que agradecer a Wagner, un grupo que se ha extendido por Siria, Libia, Sudán o República Centroafricana. La ruptura del Kremlin con Wagner solo anticipa un repliegue ruso en el exterior y por tanto una pérdida de su influencia. Lo ocurrido durante este fin de semana en la carretera que va desde Karjiv a Moscú va a tener más consecuencias de lo que ahora vemos. Probablemente estamos asistiendo a los últimos momentos del zar Vladimir II
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