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| martes noviembre 5, 2024

La difícil y opresiva vida de los judíos de Irán

Shirin vive constantemente con miedo. Nos conocimos en las redes sociales. Esta es su historia.


La pequeña comunidad judía de Irán vive bajo la sombra del odio institucionalizado, unido al miedo y la amenaza de represalias si se atreven a expresar un murmullo de resistencia. Hoy quiero difundir sus voces, para que sus gritos encuentren eco en el silencio que los sofoca.

Shirin* es la hija de un comerciante textil de Isfahan, una ciudad rica del centro de Irán, a seis horas de viaje de la capital Teherán. En el pasado, Isfahan contó con una próspera comunidad judía; ahora hay aproximadamente 1.500 judíos y 13 sinagogas, la mayoría de ellos se encuentran en un área conocida como el «Pasaje judío», muy lejos de la activa comunidad que en un momento existió en el lugar.

«Después de Teherán, Isfahan contaba con una de las comunidades judías más grandes y prósperas. Hoy las cosas son muy diferentes. Las calles de nuestros barrios se volvieron cada vez más silenciosas y muchos miembros de nuestras familias partieron hacia Europa, los Estados Unidos o Israel. Es difícil sentir una sensación real de pertenencia ahora que estamos todos desconectados… A pesar de que tratamos de mantenernos en contacto a través de las redes sociales y WhatsApp, siempre existe el miedo de que nuestras llamadas telefónicas y nuestros mensajes sean malinterpretados por el régimen y que nos acusen de espionaje o directamente de apoyar a Israel.

«Mi prima partió hace cinco años hacia Gran Bretaña, y nos mantenemos en contacto a través de nuestros diarios íntimos. Un amigo de la familia que es comerciante viaja a menudo entre Irán, Turquía y Gran Bretaña, y cuando viaja me aseguro de darle mis diarios para que Serena pueda leerlos… y viceversa. De esta manera puedo compartir mis pensamientos más íntimos y la vida cotidiana sin censura.

 

«Es un poco solitario porque extraño escuchar la voz de mi prima, pero es la única forma segura que tenemos de mantener nuestro fuerte vínculo.

Ojalá no tuviéramos que escondernos. A veces quisiera que Irán no fuera mi hogar.

«Me gustaría tener la libertad de ser nosotros mismos y disfrutar de nuestras familias. Ojalá no tuviéramos que escondernos. Deseo muchas cosas para mi comunidad y para mis padres. A veces quisiera que Irán no fuera mi hogar».

Shirin tiene 27 años y cuatro hermanos. Ella es la única hija de sus afectuosos padres judíos. Es una ávida lectora de los clásicos franceses y sueña con enseñar en La Sorbona, la famosa Universidad de París, un sueño que sabe que no es muy probable que pueda convertirse en realidad, porque partir de Irán no es nada sencillo.

Shirin tiene una maestría en lengua y literatura francesa. Ella enseña francés de forma privada, y espera poder continuar sus estudios con un título en filosofía occidental.

«No fue un camino fácil. A cada paso tuve que esforzarme el doble que el resto de los estudiantes para justificar ante mis profesores y el cuerpo administrativo de la facultad que mis ambiciones eran puramente académicas y que no estaban motivadas políticamente.

«Los judíos en Irán viven permanentemente bajo sospecha; todo lo que hacemos es examinado bajo un microscopio. Los asuntos más triviales pueden llevar a las autoridades a cuestionar nuestros motivos. Cuando apliqué para hacer mi licenciatura en idioma francés, mi padre recibió una visita de SEPA (los servicios de inteligencia iraníes) y le preguntaron por qué su hija sentía la necesidad de estudiar un idioma extranjero cuando simplemente podía casarse y limitarse a ser madre y esposa.

«El temor era que yo pudiera desarrollar conexiones con organizaciones francesas a través de mis estudios y que me involucrara en política.

«Mis padres, que Dios los bendiga, siempre me apoyaron. Estoy eternamente agradecida con mi padre por enfrentarse con los oficiales del gobierno en mi favor cuando para él hubiera sido mucho más sencillo exigir que yo cediera a mis estudios.

«Tuve que esperar un año entero hasta que aceptaron mi solicitud. Después de eso debí soportar las reprimendas diarias de mis maestros y de mis compañeros de estudios. También me pidieron que entregara sistemáticamente mis notas y trabajos de investigación a un comité para su verificación antes de que me permitieran asistir al resto de mis clases. No sé qué era lo que buscaban, pero no tenía otra opción. Así que cumplí con sus demandas.

«Yo era la única judía en mis clases y me resultó difícil hacerme amigos. Lo intenté, pero la mayoría de las personas se mantenían lejos de mí. Fue una experiencia solitaria, pero seguí adelante. Mis estudios eran todo para mí y sin ellos no tenía nada».

Constantemente bajo sospecha

En papel, la República Islámica no discrimina a sus ciudadanos en base a etnia o fe, pero la realidad es muy diferente, todavía más para la pequeña comunidad judía de Irán. Alimentados por una paranoia contra los judíos, el estado promueve la idea de que todos los judíos iraníes tienen sentimientos sediciosos contra Teherán y que, sin una supervisión adecuada, fomentarían un levantamiento o permitirían que agentes extranjeros sembraran la discordia en el país.

Ese nivel de desconfianza ha alimentado muchas tensiones y ha avivado sentimientos de enemistad contra las comunidades judías, provocando que los judíos de Irán tengan la obligación de justificar sus acciones bajo la mirada atenta de los servicios de inteligencia del estado.

«Desde que era muy pequeña me dijeron que no me mezclara con niños fuera de nuestra comunidad, porque eso podía poner en peligro a mi padre y a su negocio. No existe una ley que nos impida participar en reuniones sociales o en deportes, pero está muy mal visto. En Irán, todos los aspectos de la vida son monitoreados de cerca por SEPA y Basij (un grupo paramilitar cercano al ayatola Khameini, creado para servir como una fuerza auxiliar dedicada a actividades tales como la seguridad interna y hacer cumplir el control estatal sobre la sociedad).

En Irán, las mujeres tienen un espacio muy limitado dentro del cual pueden moverse libremente y yo tengo que enfrentar esas limitaciones además del hecho de ser una judía iraní.

«Incluso nuestras sinagogas son observadas y muchos eligen practicar el judaísmo en sus hogares antes que arriesgarse a llamar la atención sobre sí mismos. Ser una mujer vuelve las cosas terriblemente difíciles. En Irán, las mujeres tienen un espacio muy limitado dentro del cual pueden moverse libremente y yo tengo que enfrentar esas limitaciones además del hecho de ser una judía iraní. De niña, casi nunca iba a jugar al parque con mi madre y mis hermanos. Incluso hay que pensarlo mucho antes de hacer un picnic, uno de los hobbies preferidos de los iraníes.

«Siento que me asfixio… Quisiera tener la libertad de elegir cómo quiero vivir mi vida y mi fe sin tener que pensar en todas las formas en que eso puede poner en peligro a mi familia».

Shirin encontró refugio en el anonimato de las redes sociales. Yo conocí a Shirin cuando publicó un comentario en Facebook sobre una de mis publicaciones.

Silenciosos subordinados

«Vivimos bajo constantes amenazas de arresto. Si el estado decide que actuamos contra sus intereses, enfrentamos el riesgo de que nuestros seres amados sean llevados prisioneros y torturados. Los judíos no pueden viajar libremente por Irán sin despertar sospechas. El estado puede decir que podemos hacerlo, pero simplemente no es cierto. La peor parte es que no hay reglas ni órdenes claras. Todo depende de lo que decidan los servicios de inteligencia. Un simple mensaje de texto a una amiga puede ser malinterpretado y llevar a un arresto o a recibir una visita de Basij en nuestros hogares.

«Los judíos son identificados de inmediato en el aeropuerto, en caso de que deseemos abandonar el país, por temor a que nos comuniquemos con grupos de oposición y ayudemos a derrocar el régimen. Nuestros teléfonos están intervenidos y espían nuestras reuniones.

«También tenemos que desempeñar un papel en la maquinaria de propaganda del estado, enviando representantes para declarar la felicidad de la que disfruta la comunidad judía bajo la autoridad de los ayatolas.

Las declaraciones de Teherán respecto a que los judíos de Irán están a salvo son una farsa. Nos hacen desfilar algunas veces al año para que los funcionarios estatales puedan argumentar que hay diversidad e inclusión. Se burlan de nuestros rituales obligándonos a actuar ante las cámaras estatales para luego felicitarse mutuamente por la tolerancia de sus instituciones».

Shirin se siente atrapada a causa de la opresión.

«¿Qué podríamos esperar lograr resistiéndonos a los deseos del gobierno? Todo el sistema ha sido diseñado de forma tal que no importa el camino que deseemos seguir, siempre fracasaremos… Nuestros estudios, nuestros viajes, nuestras amistades, nuestros negocios, nuestras prácticas son analizadas bajo un microscopio y nuestras ambiciones son restringidas para dar lugar a los iraníes regulares.

«Irán nos ha puesto tantas limitaciones que nuestra única esperanza sería partir y reinstalarnos en otra parte… pero muchos no deseamos abandonar nuestros hogares y nuestras comunidades. Irán ha sido nuestro hogar durante generaciones, y estamos esperando que las cosas mejoren. Sólo que nada está mejorando y el régimen sistemáticamente ha endurecido su tono hacia nosotros, vivimos bajo una nube de sospechas.

«Las cosas se volvieron todavía más difíciles desde los disturbios del 2009. Aunque ningún judío participó en las protestas, el gobierno piensa que de alguna manera participamos financiando el Movimiento Verde. Hasta el 2009 mi padre de alguna manera se las había arreglado para hacerse bastante amigo de algunas personas importantes en Isfahan y eso significaba que podía comerciar con relativa libertad. Después del 2009 ellos tuvieron que distanciarse de mi padre. Le dijeron que Teherán había enviado una directiva de que cualquier contacto cercano con grupos disidentes, incluyendo a la comunidad judía, sería visto como un acto de desafío contra el liderazgo».

Shirin describe el boicot generalizado que sufre su comunidad. Las empresas y la riqueza judía se convirtieron en el centro de atención de las declaraciones respecto a que los judíos iraníes apoyan el terrorismo extranjero y que sus actos están diseñados para dañar los intereses económicos de los iraníes.

«Las escuelas y universidades a menudo alientan a los iraníes a evitar las empresas dirigidas por judíos y declaran que nosotros financiamos actos de genocidio contra las poblaciones musulmanas en el extranjero. Los clérigos nos describen como demonios y adoradores del diablo… y aunque muchos saben que eso es una mentira, se siguen manteniendo alejados de nosotros por miedo. Irán es un país sofocante para vivir. Todo lo que podemos hacer es esperar sobrevivir al régimen».

Yo he caminado por las calles de Irán y estuve en esas mismas salas donde se hablaba de la «cuestión judía». La historia de Shirin es típica de cualquier judío iraní. Aislados de la sociedad cotidiana, los judíos de Irán sólo pueden sobrevivir viviendo en reclusión.


*Un seudónimo para proteger su identidad.

Imagen: Unsplash.com, Ardalan Hamedani

 
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