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| lunes diciembre 23, 2024

Bombas de racimo y el doble estándar de la moralidad internacional


Las últimas semanas se han realizado notas para discutir sobre el uso de armas de racimo durante la invasión rusa contra Ucrania y la respuesta de Kyiv al respecto. Se ha criticado al gobierno estadounidense por facilitar este tipo de armamento y por su uso durante el enfrentamiento. Pero, lo cierto del caso es que este tipo de armamento se ha tratado de prohibir totalmente a nivel global, pero la realidad es que no se ha logrado, por la falta de voluntad política de erradicarlas en los conflictos armados.

Debido a esto, las bombas de racimo han sido restringidas por los países que ratificaron la Convención sobre municiones de racimo en el año 2008 (ratificada en el 2010), la principal razón para prohibirlas es debido a los daños sobre la población civil que estas pueden ocasionar.

Bombas de racimo o denominadas también como “clúster” al ser lanzadas liberan una serie de pequeñas bombas que al impactar en su objetivo explotan y generan fuertes daños en las filas enemigas, sin embargo, el problema principal con este tipo de municiones es su baja efectividad que puede causar que no todas las bombas exploten en el momento de su lanzamiento sino que queden algunas sin detonar, inclusive durante años posteriores al conflicto lo que las transformarían en una especie de mina antipersonal que podría poner en riesgo la vida de civiles una vez terminado el conflicto, por lo que su uso se ha pedido descontinuar.

La convención que busca la prohibición completa de este tipo de municiones ha sido ratificada por cerca de 120 países para quienes son vinculantes cualquier decisión tomada, pero también cuenta con la no ratificación por parte de naciones tales como Estados Unidos, Rusia, China, India, Ucrania, las dos Coreas, Pakistán, Türkiye e Irán, los cuales debido a su posición de poder no pretenden renunciar a la persuasión por medio de este tipo de armas.

En el conflicto entre Rusia y Ucrania se ha criticado el uso de este tipo de armamentos por parte de ambas partes. En junio de 2022, un informe de Amnistía Internacional señaló que ambos países han usado este tipo de bombas sobre zonas civiles, como los ataques perpetrados por el ejército al mando de Moscú contra la región de Járkov haciendo uso de las submuniciones 9N210 y 9N235 y causando bajas civiles pese a que el gobierno ruso señaló que no las ha usado y que además señalar que sus ataques eran solo contra blancos militares.

Sin embargo, como ocurre en las guerras modernas, la primera víctima es la verdad y, por lo tanto, las partes involucradas jamás admitirán que están haciendo algo indebido durante la guerra. Incluso hay un antecedente de la participación rusa con respecto a este tipo de municiones, durante el apoyo al gobierno de Bashar Al Assad en Siria se acusó en reiteradas ocasiones al gobierno de Moscú de lanzar ataques contra opositores al régimen con bombas de racimo (sumados a los ataques con bombas de barril), lo que significó enormes bajas civiles en zonas densamente pobladas y donde no medió ningún tipo de advertencia previa, sino solamente los ataques.

No hay justificación para extender el uso de armamento de esta naturaleza que arranque vidas de forma indiscriminada, así sea considerado ilegal o que sea “legitimado” por aquellos que mantienen su uso, hay un enorme riesgo a la vida y el entorno en general que se ve comprometido al utilizar este tipo de armas las cuales carecen de componentes disuasorios en la dinámica de guerra actual que además del componente asimétrico combina situaciones regulares e irregulares de la guerra que destruye todo a su paso.

La transferencia y uso de este tipo de municiones solamente alarga el sufrimiento de los civiles involucrados en los conflictos, comprometen su integridad y posibilidades de desarrollarse plenamente, en especial si se exponen a mutilaciones o a la pérdida de sus capacidades para ser autosuficientes o en proteger a sus familiares.

En las guerras posmodernas, donde la verdad es asesinada antes que los civiles, el concepto de guerra justa desaparece, no hay justicia donde el objetivo finalmente es la desmovilización del adversario llevándolo a las cenizas junto con ciudadanos inocentes, aunque se busque justificarlo, la legítima defensa y hasta la resistencia tiene líneas que no se deberían cruzar, aunque con el uso de armas prohibidas, de mercenarios e información falsa, termina de relativizar las normas que regulan los conflictos y nos condicionan a una especie de casa de los espejos donde lo que es y lo que debería de ser no queda del todo claro.

 

Por Bryan Acuña Obando

Licenciado en Relaciones Internacionales, consultor y analista internacional, docente universitario. Columnista para Radio Sefarad y Wall Street International Magazine.

 
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