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| sábado noviembre 16, 2024

Dos aclaraciones imprescindibles sobre la crisis israelí


Un fenómeno preocupante en la discusión sobre la situación en Israel, es la distorsión e ignorancia sobre las que notamos están basadas algunas posturas que defienden a la coalición actual y critican a quiene protestan en su contra. En muchos casos, desde el exterior.Hay quienes no pueden aceptar una crítica al Primer Ministro Netanyahu, lo consideran prácticamente el rey eterno e infalible de Israel, y lo peor es  que siguen la línea que él adoptó lamentablemente ya hace muchos años: presentar a todos los que discrepan con él como “izquierda”-como si fuera un insulto-, casi como enemigos de la patria y el sionismo.

Pues a quienes siguen abrazando a Netanyahu y al gobierno actual porque ganó-legítimamente por cierto- las últimas elecciones, hagan lo que hagan, me permito hacerles unas aclaraciones. Quizás saquen de esto algo que les sirva para entender mejor la verdad de la situación, lo cual es importante más que nada cuando critican desde el exterior.

La Suprema Corte y su poder

El origen de la crisis actual está en la visión de la coalición actual respecto al accionar de la Suprema Corte de Justicia, que desde hace unos 40 años adoptó el así llamado “argumento de irrazonabilidad extrema” para casos de decisiones o nombramientos gubernamentales que consideraba debían ser frenados. Más allá de cuestionar de dónde sacaron los Jueces Supremos la autoridad para hacerlo-y está en discusión si interpretaron debidamente o no las leyes existentes para usar ese recurso o se atribuyeron indebidamente un poder que no les correspondía- el hecho es que han usado esporádicamente esa autoridad para frenar en casos extremos decisiones que consideraban irrazonables. Y es importante recalcar que lo han hecho no sólo en relación a decisiones de “la derecha” sino también de otros gobiernos .

¿Quiénes son los Jueces para decidir qué es razonable y qué no?, dicen algunos.No son más humanos que el resto de la ciudadanía pero evidentemente, por algo están en la Suprema Corte, por algo llegaron a esa posición, con una preparación y una mirada que les puede permitir, sí, ver lo que otros no logran. Así es con los jueces en el mundo entero . Quienes desean limitarlos sostienen que son un grupo de liberales con una concepción de mundo que predetermina todo lo que deciden. Pues a veces sí y a veces no. Y alegar que no representa a toda la ciudadanía, es esconder que incluye jueces religiosos, de diversos orígenes e inclusive algunos llegados de asentamientos.

El problema es que entre quienes quieren cambiar esta situación, hay quienes distorsionan la verdad y demonizan a los Jueces Supremos y a la Fiscalía. Desde el podio de oradores de la propia Kneset se han dicho cosas terribles sobre la Suprema Corte y sus miembros, con insultos y términos absolutamente inaceptables.  Y el origen está en la actitud que adoptó Netanyahu cuando fue imputado por sospechas de corrupción y se abocó a demonizar a todos los encargados de hacer cumplir la ley, afirmando que lo persiguen y que le inventaron expedientes falsos.

Lo más delicado que han dicho políticos de la coalición es que hay “dictadura” de la Suprema Corte,  que los jueces son “criminales que deben ir a prisión” y que hay que ir a la Suprema Corte con una demoledora.  Pensamos a menudo en el gran líder que fue Menajem Begin , jefe de Herut, Primer Ministro del Likud, que debe revolcarse en su tumba como demócrata que era, al escuchar las barbaridades que sus supuestos seguidores dicen contra quienes quieren cuidar a la democracia israelí y su gobierno de Derecho. No es casualidad que su hijo, el ex diputado y ex ministro Beni Begin, participe en las manifestaciones contra la “reforma”. Y también su nieto, que este sábado de noche hasta habló en una de las protestas contando que en ese momento su padre estaba en otra en Jerusalem.

Pero aquí el punto central es que sin ese recurso de la “irrazonabilidad extrema”, hay poco control sobre el Poder Ejecutivo.En realidad, poco y nada, dado que en Israel no hay Constitución y el Parlamento es unicameral, lo cual reduce el potencial de pesos y contrapesos. Es más: dado que el gobierno se forma con coalición que puede existir si tiene mayoría parlamentaria, en realidad es casi como que el Poder Legislativo no existiera desde el punto de vista del control necesario sobre la acción de gobierno ya que la mayoría en él es la coalición de gobierno. Entonces, limitar seriamente la capacidad de control que puede ejercer el Poder Judicial sería un peligro para la ciudadanía.

Corregir determinados puntos del funcionamiento del Poder Judicial e inclusive del uso de la cláusula de “irrazonabilidad extrema”, sí. Es necesario. Pero el plan presentado no es una reforma positiva sino una forma de dar al gobierno un poder sin controles en muchos aspectos.

“No aceptan el resultado de las elecciones”

Uno de los argumentos más usados por Netanyahu y sus seguidores-y repetido este mismo domingo en la Kneset por Simja Rotman, presidente de la Comisión de Asuntos Constitucionales, nervio motor de la reforma- es que la oposición y quienes salen a protestar “simplemente no aceptan el resultado de las elecciones”. Como ciegos, minimizan el peso de la impresionante protesta popular, presentándola como resultado de discrepancias con el gobierno de derecha.

Aunque suelo tratar de ser cuidadosa con las palabras, no tengo más remedio que decir que mienten descaradamente. Saben que no dicen la verdad. Saben que en la protesta participa mucha gente que votó a partidos que están en la coalición, que hay rabinos y figuras que llegan de un trasfondo conservador, con kipá en la cabeza o sin ella, pero llegados no de las filas de la izquierda . Claro que también la izquierda protesta, pero allí está el centro de Israel, la columna vertebral de amplios y variados sectores de la ciudadanía israelí que ven con horror la línea del gobierno.

Es que lo que está en discusión no es meramente una política puntual como tantas otras que han sido polémicas a lo largo de los años, sino un intento de cambiar las bases sobre las que se basa la existencia de Israel como Estado judío y democrático. Tomar medidas que limitan seriamente la capacidad de crítica judicial del Poder Ejecutivo, intentar interferir en la composición de la comisión que nombra los jueces y otros planes de este gobierno, es un cambio de fondo. No es una mera reforma, sino lo que en Israel se está llamando “revolución para cambiar el régimen”.

Nunca en las diferentes crisis de serias disputas con las que lidió Israel en los últimos 75 años, salió tanta gente a la calle durante 30 semanas para protestar contra lo que considera peligroso para el país. Nunca nadie salió a manifestar por el resultado de una elección en las urnas. Discrepancias, críticas, claro que sí. Pero lo que estamos viviendo ahora, nunca jamás. Que muchos de los que protestan quieren ver a Netanyahu fuera del poder, está claro. Parte desde siempre y parte ahora, a raíz de su forma de actuar .

El problema no está en las críticas a él y su gobierno sino en el hecho que su coalición está abocada a un plan que desgarra a Israel y que no era el mensaje con el que fue a las elecciones. En absoluto. Se habló en forma muy general de cosas a corregir en el sistema judicial, no de esto. Recuerdo claramente sus declaraciones en la primera sesión del gobierno, cuando ennumeró los cuatro temas principales a los que se abocaría, sabiendo que son claves para la ciudadanía: la “reforma” judicial no era uno de ellos.

El gobierno fue electo legítimamente. Democráticamente. Pero impulsar un plan que socava las bases de las reglas del juego más fundamentales , no es legítimo ni democrático.

 
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