No tiene sentido esperar a que el presidente de Estados Unidos nos salve, o que la Corte Suprema nos salve, o que alguien más haga el trabajo por nosotros. El momento de la unidad y la unión de los corazones fue antes de que ellos se apropiaran del poder: ahora es el momento de resisitirnos y paralizar todo lo posible | El historiador Prof. Yuval Noah Harari escribe a Ynet luego de la cancelación del principio de razonabilidad.
Nuestra verdadera lucha comienza hoy. Hemos llegado al punto de crisis, y eso es bueno. El estómago se encoge y la garganta se asfixia, pero es bueno que sepamos dónde estamos parados, en lugar de seguir arrastrando esta pesadilla más y más. La democracia israelí no sobrevivirá cuatro años del gobierno de Netanyahu. La economía no sobrevivirá, el ejército no sobrevivirá, nuestra cordura no sobrevivirá. Es mejor que decidamos nuestro futuro aquí o allá ya. O se establece aquí una dictadura mesiánica, o una democracia para todos. La decisión está en nuestras manos.
Netanyahu y su gente nos han dejado muy claro qué quieren: poder ilimitado, que les permita establecer aquí una dictadura mesiánica. Hablan mucho sobre democracia, pero al parecer aprendieron civismo con el profesor de inglés de Smotrich. Piensan que el hecho de que ganaron las elecciones significa que ahora pueden hacer lo que les venga en gana. Piensan que cualquier limitación a un gobierno electo es antidemocrática. «¿Por qué no podemos negarle a la gente sus libertades básicas?» preguntan con toda seriedad. «¡Después de todo, ganamos las elecciones! ¡Eso significa que podemos hacer todo lo que queramos!».
Pero resulta que no. La democracia no es la tiranía de la mayoría. Democracia significa libertad e igualdad para todos. La democracia es un sistema que garantiza a todas las personas las libertades básicas, que ni siquiera la mayoría tiene permitido negarle, y por ello la democracia establece límites al poder de la mayoría. En una democracia, incluso el 99 % de los votantes no pueden simplemente matar, encarcelar o silenciar al 1 % restante. La coalición de Netanyahu ganó las elecciones, y eso les da pleno derecho a formar gobierno y decidir mil y una cosas. Ellos pueden decidir sobre política exterior, seguridad y economía. Pueden enfrentar el costo de vida y resolver la crisis de vivienda. Pueden combatir el crimen y los embotellamientos en las rutas. Pueden construir nuevos hospitales en Kiryat Shmona, Beit Shean y Beit Shemesh. Pueden otorgar enormes presupuestos para la educación en la periferia y enormes presupuestos adicionales para el bienestar social. Pueden hacer todo esto, y nadie salió a manifestar contra ellos por ello.
Pero optaron por no hacer todo esto. En su lugar, debido a un ansia de poder y un deseo de establecer aquí una tiranía mesiánica, optaron por tratar de cambiar unilateralmente las reglas democráticas del juego, apropiarse de un poder ilimitado y negar las libertades básicas de los ciudadanos. Esto no debe hacerse en una democracia, y por esto lucharemos contra ellos.
Netanyahu dice a menudo que cuando alguien declara que nos va a eliminar hay que creerle. Él y su gente nos dijeron exactamente lo que tienen intención de hacer con las mujeres, los árabes, los laicos, las personas LGBT, los medios de comunicación libres, los sindicatos, las instituciones académicas y cualquiera que piense diferente a ellos una vez que tengan poder ilimitado. Y hoy alcanzaron ese poder.
Ahora seguramente tratarán de anestesiarnos. Nos inundarán con ríos de azúcar y con palabras dulces sobre la necesidad de unidad, la unión de los corazones, sobre el peligro del odio gratuito. ¡No caigan en su trampa! El momento de la unidad y de unir los corazones fue antes de que se apropiaran del poder. Debemos recordar muy bien todo lo que nos dijeron que nos van a hacer, y si amamos la vida, es crítico que luchemos contra ellos.
Para vencerlos, nosotros solo tenemos que hacer lo que prometimos. Es decir: no hacer. Si los reservistas dejan de presentarse como voluntarios, si los sindicatos y las instituciones académicas hacen huelga, si los ingenieros dejan sus herramientas y los trabajadores de alta tecnología dejan sus teclados, si las empresas cierran sus puertas, entonces el tiempo jugará a nuestro favor. Es hora de salir de vacaciones, por nuestra libertad.
Por supuesto, no se trata de una huelga total. Hay quienes tienen que trabajar más duro ahora que nunca, por ejemplo, las mujeres periodistas. Hay quienes no pueden hacer huelga incluso si quisieran, entonces, que encuentren formas creativas de meter pequeños palos en las ruedas del gobierno. Y también es importante que recordemos quién estuvo a nuestro lado en nuestro momento difícil y quién apoyó el golpe, y que recordemos esto no solo la próxima semana, sino también cuando vayamos de compras dentro de un año y dentro de diez años. Y si Netanyahu y su gente quieren encarcelarnos por inacción o desobediencia civil, entonces, por favor, que lo intenten. Todavía no han construido suficientes prisiones para todos nosotros.
Es cierto, Netanyahu y su gente controlan la Knesset, pero lo que pasa en la Knesset es un total de 64 lunáticos hablando de la realidad. Los 64 dementes pueden aprobar las leyes que quieran, pero si nosotros nos negamos a cooperar con sus delirios, entonces todas esas leyes se remitirán al papel. Una ley es una fantasía, que se convierte en realidad sólo cuando la gente la toma en serio y la obedece.
Los 64 locos pueden aprobar una ley que obliga a los inversores extranjeros a duplicar sus inversiones en Israel, otra ley que prohíba a Irán desarrollar armas nucleares y una tercera que ordene que el sol se detenga y que el viento deje de soplar. Es muy fácil aprobar leyes. El papel aguanta todo. Pero las normas son difíciles de hacer cumplir. Mientras las leyes no se obedezcan, no cambian la realidad. Como los inversionistas extranjeros, y como el sol y el viento, nosotros tampoco tenemos que obedecer los delirios de Netanyahu y su pandilla. Está en nuestras manos. No pueden obligarnos a servirles. Y sin nosotros, no pueden gobernar este país. Que prueben y vean.
Entonces, ¿Qué hacer ahora? ¡No hacer! Es hora de parar el país. Aquellos que piensan que aún no ha llegado el momento, y que es mejor esperar a ver qué pasa, encontrarán que cuando despierten ya será demasiado tarde. Es cierto, el sol saldrá y el viento soplará tanto mañana como pasado mañana, porque al sol y al viento no les importan las locuras de los humanos. Pero a nosotros nos deberían importar mucho esas locuras. Un pequeño grupo mesiánico se ha apoderado de nuestro país. Todavía no tiene mucho poder y no tiene mucho apoyo. Intenta tomar el control de los recursos del país, con el fin de utilizar estos recursos para ganar poder y apoyo. Si no los frenamos ahora, será muy difícil detenerlos después.
En 1917 un pequeño grupo extremista tomó el poder en Rusia, tomó el control de los recursos del país y luego usó esos recursos para aplastar a cualquiera que se había acordado demasiado tarde de oponerse a ellos. Se necesitaron ochenta años para deshacerse de este grupo. En 1979 sucedió algo similar en Irán, y los locos todavía gobiernan allí. A nosotros también nos puede pasar.
No hay que esperar a que el presidente de Estados Unidos nos salve, o que la Corte Suprema nos salve, o a que alguien más haga el trabajo por nosotros. La Corte Suprema ya nos ha salvado bastante, y hoy es nuestro trabajo salvarla. Todos debemos resistir ahora. No es tan difícil. Todo lo que se necesita es no hacer.
https://www.ynet.co.il/news/article/syrcozh53
Traducido por Dori Lustron
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