Por Israel


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| domingo diciembre 22, 2024

¿Por qué estamos preocupados?

Analizando la crisis israelí, también en primera persona


Me permito comenzar con una aclaración que en parte podemos llamar personal. Los periodistas estamos expuestos inevitablemente a las reacciones de nuestros lectores. A todos nos gustaría que nos aplaudan siempre pero debemos tener clarísimo que eso es imposible. Aunque siempre uno prefiere elogios, debe aceptar las críticas bien planteadas, de las que a veces también se aprende.

Lo comento porque en los últimos días, gente a la que aprecio mucho me ha criticado que estoy “demasiado flechada”, que publico demasiadas cosas contra el plan de reforma del gobierno israelí y que no presento en forma equilibrada las distintas posiciones. Ante todo, agradezco la sinceridad de quienes lo plantean con respeto y no como un ataque personal, sin insultos, como debe ser. Hay otros, de todo, y a esos por supuesto ni les contesto.

He estado dedicando bastante tiempo al intercambio de opiniones sobre esto con algunas personas que piensan distinto. No necesariamente a intentar convencer sino a explicar el por qué de mi postura, con el valor agregado que tiene, creo yo, el hecho que lo hago desde Israel.

Todo medio de prensa tiene una línea editorial. Y la de Semanario Hebreo es clarísima : en defensa de Israel, lo cual no significa necesariamente en concordancia con el gobierno de turno. Y la situación que está viviendo Israel es absolutamente dramática.

Me radiqué en Israel a los 18 años. Aquí nacieron mis hijos y mis nietos. Y por primera vez, temo por su futuro. Nunca desde aquel 11 de octubre de 1979 cuando llegué a Israel a convertirlo en mi nuevo hogar por considerarlo la Madre Patria del pueblo judío , sentí la angustia que siento hoy por la situación.

Tampoco ante ataques enemigos de terroristas que apuestan sólo al odio, porque sabía que Israel siempre los derrotará.

Pero ahora la angustia viene de adentro. Y sinceramente, el principal motivo de preocupación es sentir que está al frente un gobierno que ganó democráticamente pero que no es digno de ese voto popular. Me duele ponerlo en palabras.

Nunca demonicé a nadie ni escribí exasperada contra gobernantes a los que no voté. En diversas ocasiones me entrevistaron en radios internacionales sobre el accionar del Primer Ministro Biniamin Netanyahu y siempre destaqué su responsabilidad en temas de seguridad, su cautela-algunos expertos militares decían cautela exagerada-, su cuidado de no lanzarse a aventuras militares que no sean realmente imprescindibles. Y ahora, cuando el jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel quiere reunirse con él antes de la polémica votación en la Kneset de la enmienda de ley que limita el control judicial sobre el Ejecutivo , para plantearle los peligros desde el punto de vista de la seguridad, no lo recibió. Se reunieron después de la votación. No es lo mismo.

Netanyahu no es el mismo de años atrás, por decirlo delicadamente.

Considero que la enmienda de ley aprobada el lunes último, que desató una nueva etapa en la protesta contra la reforma, no es el fin de la democracia israelí. Pero es una mala señal. Limita la capacidad de control judicial sobre el gobierno, cualquier gobierno, sea cual sea su línea. No lo elimina-por ahora- pero lo limita. En un país en el que el Poder Legislativo está supeditado de hecho al Ejecutivo, ya que se funciona con gobierno de coalición que se basa en mayoría parlamentaria, la capacidad del Judicial de controlar al Ejecutivo, es clave.

Del otro lado, nos preocupa el tono de algunos aspectos de la protesta,que no está liderada por los partidos de oposición sino por la sociedad civil. Desde allí sale a menudo un mensaje opuesto a todo término medio, con la afirmación de que no se puede democracia a medias. Eso es cierto, y claro que no se debe aceptar democracia a medias. Pero corregir ciertos desequilibrios en el funcionamiento de la Suprema Corte, sí es necesario. Para llegar a un acuerdo amplio al respecto, hay que sentarse a hablar.

Es enorme la desconfianza entre las partes. Y el gran perdedor es el pueblo de Israel. Seremos reiterativos : la situación es muy preocupante, y no sólo por el primer paso de la legislación.

 
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