En las últimas semanas, los israelíes han estado debatiendo y reflexionando sobre las razones de la mayor sorpresa estratégica de la historia de Israel. El 6 de octubre de 1973, Día del Perdón, en Yom Kippur, muchos israelíes estaban rezando en sus sinagogas y ayunando, cuando las sirenas helaron la sangre de la población, anunciando un ataque sorpresa simultáneo de los ejércitos egipcio y sirio. En los primeros días de la guerra, la impresión era que los árabes lograrían conquistar Israel. En la película Golda, que acaba de estrenarse, sobre la primera ministra Golda Meir, vemos cómo la dirigente israelí hizo caso omiso de las advertencias de los servicios secretos y decidió no movilizar fuerzas de reserva. Hasta el día de hoy en Israel se debate sobre ese momento y sobre cómo, después de casi tres semanas, Israel consiguió finalmente ganar la guerra.
Nadie imaginaba que el movimiento islamista Hamás, entrenado y financiado por Irán, se atrevería a lanzar un ataque prácticamente kamikaze dentro de territorio israelí y conquistar varias ciudades fronterizas durante largas horas. Cuando el soldado Gilad Shalit fue secuestrado por Hamás en 2006, todo el país estuvo en guerra durante años hasta que finalmente fue liberado en 2011 a cambio de más de 1.000 prisioneros palestinos.
Ahora, Hamás ha conseguido secuestrar a decenas de civiles y militares israelíes, exhibiéndolos en las calles de Gaza como si fueran trofeos y, en el caso de los israelíes que ya estaban muertos, profanando los cadáveres una y otra vez entre gritos de Allahu akbar (‘Alá es grande’). Algunos de los israelíes secuestrados son ancianos dementes acompañados de ayudantes filipinos.
Al mismo tiempo, ya se habla de más de 700 muertos israelíes en la ofensiva de Hamás y más de dos mil heridos.
¿Qué ha impulsado a Hamás y a su mentor iraní a lanzar este ataque? En primer lugar, en los últimos tres años, Israel ha firmado acuerdos de paz con cuatro países árabes, en los llamados Acuerdos de Abraham, con Emiratos Árabes Unidos, Baréin, Marruecos y Sudán. En las últimas semanas, el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu han anunciado públicamente que un acuerdo de paz histórico entre las dos naciones que representan el islam y el judaísmo «está cada día más cerca».
El presidente estadounidense Joe Biden dirige las negociaciones y todo parece una pesadilla tanto en Teherán como en la Franja de Gaza.
Irán quiere lograr la hegemonía en el mundo musulmán con la ayuda de sus apoderados Hamás y la Yihad Islámica en Gaza y Cisjordania, Hezbolá en Líbano y diversos grupos proiraníes en Siria, Irak y Yemen. La paz entre Riad y Jerusalén complica su proyecto porque abre la puerta a la normalización diplomática entre Israel y otros países árabes y musulmanes, que esperan a Riad.
Por otra parte, el presidente palestino Mahmud Abbas tiene 87 años, está enfermo y la guerra de sucesión palestina ya ha comenzado. El temor de Abbas a una victoria de Hamás en las elecciones ha hecho que estas se pospongan una y otra vez durante los últimos 17 años.
La operación del 7 de octubre forma parte de la campaña islamista para hacerse con el poder no solo en la Franja de Gaza, sino también en Cisjordania y Jerusalén Este.
Algunos analistas creen que Hamás ha tenido «más éxito del esperado» en su última ofensiva. El elevado número de víctimas israelíes y de civiles y soldados secuestrados provocará una reacción israelí sin precedentes que podría poner en peligro la vida de los actuales dirigentes de Hamás.
Los enfrentamientos del 7 de octubre de 2023 marcarán un antes y un después. Nada será igual
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