La franja de Gaza no es solo un problema israelí, sino también un problema del mundo árabe y de la comunidad internacional. No es casualidad que días después de las atrocidades cometidas por el grupo islamista Hamás en territorio israelí haya empezado un puente aéreo de dirigentes norteamericanos (los secretarios de Estado y de Defensa) y europeos, entre ellos los ministros de Asuntos Exteriores de Alemania, Italia, Reino Unido y enviados de la UE. En el caso alemán incluso han ofrecido armas a Israel.
Las imágenes de bebés asesinados y mutilados han puesto en shock profundo a dirigentes de todo el mundo, incluso de países árabes, que por motivos de sensibilidad ante su opinión pública no siempre lo expresan públicamente.
Hamás no es solo un movimiento, es una idea
Sam Harris, filósofo y neurocientista americano, escribió: «La verdad es que todos vivimos en Israel, lo único es que algunos de nosotros no lo entendemos». Ayer, mientras me encontraba en la frontera con Gaza escuchando el sonido de la guerra, un alto cargo de Emiratos Árabes Unidos me llamó para expresar su solidaridad y me dijo: «Mientras no cortéis la cabeza de la serpiente, esto ocurrirá una y otra vez«. Le contesté que no es tan fácil, porque Hamás no es solo un movimiento político, terrorista o militar. Se trata de una idea, y una idea es difícil de matar. Sin embargo, le dije que estoy de acuerdo en que Israel no tiene otra alternativa. Debe hacer todo lo posible para impedir que algo así pueda volver a ocurrir algún día.
Desde Arabia Saudita me escribió una interlocutora que lleva años manteniendo un diálogo secreto con Israel. “Lo siento tanto, habibi, no puedo imaginar lo que todos vosotros estáis pasando. No puedo creer que algo así esté ocurriendo. Los efectos serán sentidos en las próximas décadas, si es que tenemos décadas por delante. Tú y tu familia estáis en mis oraciones”.
El precedente de la coalición contra el Estado Islámico
En el año 2017 entré en Mosul, Iraq, el día en que miles de hombres de Daesh huyeron del lugar tras años de atrocidades. Yo acompañaba a las fuerzas Peshmerga kurdas, pero alrededor había una “torre de babel” de soldados, que hablaban en varios idiomas y que todos ellos eran parte de una coalición internacional de 75 países y organizaciones contra el Estado Islámico. Entre ellos había diez países árabes, cuyos pilotos bombardeaban día y noche las bases del Estado Islámico, que se había apoderado de casi la mitad de Siria e Iraq. El general estadounidense Terry Wolf, que encabezaba la coalición, reconoció que fue el presidente Barack Obama quien adoptó la estrategia de atacar con drones, aviones de combate y helicópteros los objetivos de Daesh las 24 horas al día, siete días a la semana. Según él, mataron a más de 50.000 militantes de Daesh.
Ayer, uno de los oficiales kurdos a los que acompañé en ese momento histórico, me escribió: «Henrique, dile por favor a las autoridades israelíes que si quieren ayuda de nuestros hombres para echar de Gaza a esos malditos líderes de Hamás, estamos dispuestos a organizar una brigada y viajar de inmediato».
Le contesté que nunca en la historia de Israel fuerzas militares extranjeras organizadas participaron en combates. Sí que hubo en la guerra de independencia de Israel de 1948 voluntarios extranjeros, pero no ejércitos. Aunque es verdad que hoy Estados Unidos no se limitó a palabras de apoyo, o a lágrimas de su Secretario de Estado, Anthony Blinken, cuando describió los vídeos de la matanza que tanto él como el presidente Biden vieron. Washington envió una auténtica máquina de guerra, una pequeña Esparta flotante, el portaaviones Gerald Ford, que se encuentra ahora en el mediterráneo oriental, cerca de Haifa. Ayer, junto al Ministro de Defensa en Jerusalén, su homólogo norteamericano Lloyd Austin, que también se desplazó especialmente a Israel horas después del secretario Blinken, dijo: «Yo conozco bien a Daesh. Hamás es peor que ellos. Estamos listos para enviar más refuerzos si son necesarios». Y agregó aludiendo claramente a Irán e Hizbulá: «Advertimos a cualquier país u organización que quieran aprovecharse de esta situación: no se atrevan«.
El peligro de un mundo encabezado por Irán
Israel es un punto de encuentro entre la Yihad mundial y el mundo libre. Ni Occidente ni mucho menos Israel están eximidos de errores cometidos en la guerra contra el eje del mal, a partir del 11-S, en la guerra contra Daesh en Siria e Iraq, o en las distintas operaciones israelíes contra Hamás y la Yihad Islámica en Gaza. Pero todo lo que los occidentales y los israelíes hicieron son un juego de niños comparado con la amenaza que todos los brazos de la Yihad mundial suponen para el mundo libre. El mundo encabezado por Irán y sus socios pretende devolvernos a la dictadura y a la represión de Hamás a Daesh, de Hizbulá a Boko Haram. Todo aquel que cree en el ser humano y en los valores de la libertad y la igualdad debería entender la realidad. Si Israel invade el territorio de Gaza, habrá víctimas inocentes y daños colaterales por los motivos que todos conocen: la densidad de población y que Hamás haya instalado todos sus centros estratégicos en el corazón de la población civil, a veces en medio de grandes edificios en el barrio de Rimal, por ejemplo. Y eso es terrible y doloroso.
En la verja de separación alrededor de Melilla encontré hace meses un joven abogado gazatí, que había huido de Gaza con sus amigos porque Hamás se había instalado en el salón de su casa dos veces. Israel había destruido su piso en dos ocasiones. «Nosotros somos víctimas de Hamás», me dijo Muhammad, quien hoy es un refugiado en Alemania.
Los estereotipos están hechos para facilitar a veces la comprensión de hechos muy complicados. El mundo libre no puede aceptar la propaganda según la cual Israel es el «agresor» y Hamás la «víctima». Eso sería la derrota del mundo libre. En una caricatura publicada esta semana se ve un miliciano de Hamás con las manos ensangrentadas lamentándose: «Nos han dejado sin agua».
La necesidad del apoyo de la comunidad internacional
Si realmente el gobierno de Hamás es derribado como resultado de la guerra que ya está en curso, pienso que haría falta el apoyo de la comunidad internacional para ayudar a la población civil palestina de Gaza y reconstruir sus infraestructuras con el apoyo árabe e internacional. También aquí hará falta una coalición internacional. Desde 2007, cuando Hamás se apoderó de la franja palestina en un golpe de Estado violento en el cual arrojó desde el octavo piso de un edificio a funcionarios y oficiales del grupo rival Al Fatah y la Autoridad Nacional Palestina, y acribilló en las piernas a funcionarios de la ANP para que quedaran marcados como traidores, algo cambió. Gaza se convirtió en un factor constante de inestabilidad regional y mundial en el que millones de palestinos siguen siendo rehenes de Hamás, una especie de Daesh 2.0.
Por el bien de la población de más de dos millones de palestinos de Gaza, que llevan 16 años padeciendo uno de los gobiernos más oscuros del planeta. Por el bien de los habitantes israelíes de Sderot y de los habitantes de los kibutzim de primera línea, en los que reina aún el olor de la muerte, y que fueron totalmente destruidos y masacrados por los terroristas de Hamás, que violaron, robaron, quemaron, secuestraron y acribillaron a personas inocentes (cerca de 1.500), el 80% de ellos civiles: llegó el momento que el mundo entienda que esta región del mundo es el epicentro de un terremoto cuyas ondas llegan a miles de kilómetros de distancia. Al igual que contra Daesh, se requiere una coalición internacional a favor de Gaza.