La decisión de Hezbollah de unirse a la lucha contra las FDI en la frontera libanesa, en paralelo con la guerra de Israel contra Hamás en Gaza, ha despertado mucho descontento y profundas preocupaciones entre los líderes políticos y el público en general en el Líbano, particularmente entre aquellos que no son parte de la población chiita del país.
Desde el estallido del conflicto, el Primer Ministro Najib Mikati (sunita) y su Ministro de Asuntos Exteriores, Abdallah Bou Habib (cristiano), han expresado públicamente una clara oposición a la participación del Líbano en la guerra, en la que no tiene ningún interés. Están decididos a mostrar solidaridad con los palestinos, pero al mismo tiempo dejan claro que nadie en el Líbano está interesado en abrir otro frente contra Israel y que los libaneses no podrán soportarlo ni sus consecuencias. Los dos también están llevando a cabo amplios contactos diplomáticos con partes internacionales y regionales para evitar una mayor escalada en la frontera libanesa. De hecho, “El Líbano conoce el precio de la guerra”, dijo el Ministro de Asuntos Exteriores en una entrevista con Al Jazeera el 21 de octubre.
A esto se suman declaraciones públicas de otros políticos libaneses, principalmente de partidos cristianos, que piden a Hezbollah que no involucre al Líbano en la guerra contra Israel, que ya sufre la peor crisis económica de su historia.
Una expresión fundamental de los temores de la población ante la guerra que se avecina es el movimiento hacia el norte de los residentes del sur del Líbano y la evacuación de las aldeas cercanas a la frontera con Israel. Además, y a sólo dos semanas después del inicio del conflicto en la frontera libanesa, es evidente un impacto en la economía libanesa ante la aparente reducción del número de turistas que llegan al país, junto con el llamamiento de las autoridades internacionales y elementos regionales para que sus ciudadanos abandonen el Líbano.
El año pasado se produjo una cierta recuperación en la industria del turismo, que es una fuente importante y central de ingresos en el Líbano, y una reversión de esta tendencia es un mal augurio para su economía.
Hezbollah es consciente de las críticas que recibe dentro del Líbano, y sus líderes incluso admiten públicamente que reciben solicitudes para no intervenir en la guerra. Para justificar los combates de sus agentes contra las FDI, los portavoces de la organización, al tiempo que crean un vínculo forzoso entre la “agresión israelí” en Gaza y la amenaza que supone Israel para el Líbano, afirman que los combates sirven a los intereses del Líbano y protegen el país.
Parece que la oposición dentro del Líbano a la participación de Hezbollah en la guerra aumentará a medida que continúen los combates entre la organización y las FDI, y más aún en el caso de una mayor escalada entre las partes, y esto también influirá en las consideraciones de Nasrallah en su campaña contra Israel en el futuro inmediato.
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