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| lunes diciembre 23, 2024

Ser Custodios De Un Sueño


Como tantos judíos israelíes me sentí –y me siento- consternada ante el brutal ataque realizado por más de 1.500 terroristas del movimiento Hamás el sábado 7 de octubre contra la población civil israelí de aldeas cercanas al límite entre el Estado de Israel y la Franja de Gaza. El resultado del ataque reporta más de 1.400 israelíes muertos, más de 3.500 heridos y 220 secuestrados para ser usados como rehenes, entre ellos bebés, ancianos y adolescentes que participaban esa mañana en un Festival por la Paz.

Así como lo han hecho los judíos durante miles de años frente a ataques sangrientos, persecuciones, exilios y conversiones forzadas, me pregunté: ¿Por qué? ¿Cómo es posible atacar con armas a familias enteras que fueron asesinadas después de torturas terribles, degollar bebés, quemar vivos a niños pequeños después de atarlos entre ellos y violar a niñas antes de matarlas? Los terroristas fotografiaron y filmaron sus crímenes a medida que los cometían, gracias a eso tenemos testimonio visual y sonoro de lo que ocurrió desde las 6.29 horas de esa mañana trágica.

Lo que pasó no tiene precedentes en ninguna de las muchas guerras libradas en Israel desde la Guerra de Independencia de 1948 en las que el Estado de Israel se enfrentó con países árabes y el Ejército de Israel luchó con otros ejércitos y logró prevalecer en el sentido militar. Y la pregunta no deja de acuciarnos: ¿Por qué?

Dicen quienes conocen el tema en el plano geopolítico que este ataque nefasto es sólo una jugada más en la lucha entre fuerzas mundiales que tienen voluntad de dominio y poder sobre esta zona y, en última instancia, sobre el mundo, y se enfrentan también aquí. Al parecer, en este plano, el objetivo del ataque fue impedir el avance del proceso de normalización de las relaciones entre el Estado de Israel con los otros países árabes, algo que estaba a punto de concretarse con Arabia Saudita y también, posiblemente, con Marruecos. Según este análisis tanto el Estado de Israel como los reclamos de la población palestina de la zona en busca de una solución política seríamos sólo instrumentos usados según los intereses –políticos y económicos- de esas grandes fuerzas.

Puede ser que este análisis del tema sea correcto y ayude a entender de una manera   racional lo que ocurrió y la situación de guerra en que nos encontramos ahora pero para mí, que no soy analista internacional sino escritora y filósofa, esto no me ayuda a mitigar mi dolor y el que sienten todos los judíos israelíes  frente al ataque bárbaro sufrido y a la amenaza existencial que este grupo terrorista nos plantea al definir  como objetivo de su existencia «la destrucción del Estado de Israel».

El enfrentarnos a esta amenaza y a las imágenes dolorosas del pogrom aquí ocurrido estos días nos remite –queramos o no- al recuerdo del último episodio de nuestra historia que tuvo caracteres análogos de brutalidad y sadismo en el tiempo del Holocausto cuando los nazis proclamaron que su objetivo primordial era «el exterminio del pueblo judío».

La Carta Fundacional de Hamás declara (1988 y 2017) que su objetivo es «la destrucción del Estado de Israel». Y de hecho, bajo una aparente tolerancia hacia el judaísmo y el cristianismo «siempre que acepten la soberanía del Islam», niegan el derecho del pueblo de Israel a existir dignamente en un Estado con mayoría judía en la tierra en que hace más de 3.000 años existió el Reino de David con su capital en Jerusalem. Vemos aquí, claramente, la ideología nazi antisemita en la forma actual de antisionismo amparado en la justificación aparentemente religiosa de una interpretación fanática y extremista del Islam.

Otra vez se trata entonces en el fondo, a mi entender, de un enfrentamiento entre ideas, entre valores, entre concepciones del mundo y de la vida, entre concepciones sobre lo que es y lo que debe ser nuestra vida como seres humanos. Eso fue lo que en su momento traté de comprender –si es posible usar esta palabra- cuando enfrenté el tema del Holocausto al escribir mi drama «El rescoldo» que trata sobre la rebelión del gueto de Varsovia. «El rescoldo» fue la última obra que escribí en Buenos Aires antes de venir a Israel en 1975. Frente a la tragedia que vivimos aquí en este momento me ayudó recordar la última escena de esta obra en que se resume mi visión de ese tema entonces, visión que puede ser significativa también para otras personas que se interesan ahora por nuestra situación.

La escena final tiene lugar un mes después de terminada la rebelión, en lo que queda de un refugio medio destruido por los bombardeos. Uri, uno de los cabecillas de la rebelión, que no puede intentar salir del refugio pues su mujer Sonia está muy débil, después de haber dado a luz, intenta convencer a su hermana Masha para que salga, salve al bebé y, en su momento, terminada la guerra, ayude a encontrar el archivo del gueto.

«URI: — — Sonia y yo no podemos salir, Masha; si fuera posible, ahora lo haríamos. Tú puedes, debes hacerlo.

MASHA: No, yo no puedo.

URI: Una vez Reb Leib nos dijo que ésta era una época de poda para el árbol de Israel, ¿te acuerdas?— Tenía razón; la poda sigue, pero nuestro árbol no puede ser talado, ¿sabes por qué? Ahora lo sé, lo comprendí en este último tiempo. No puede ser talado porque nuestras raíces no están en la tierra. Nuestra raíz es un sueño, y un sueño no puede ser destruido por la violencia ni por el fuego. Nacimos como pueblo pidiendo justicia, odiando el odio y la esclavitud, y no podemos traicionar ese sueño que marcha delante de nosotros, pidiendo fe y realización. Nacimos soñando con un futuro de libertad y dignidad para todos los seres humanos, y ese sueño no puede ser destruido, a menos que sea destruida toda la humanidad, ¿comprendes?

MASHA: Todo es tan confuso, ¿Crees que alguna vez podrá comprenderse realmente lo que pasó aquí?

URI: Eso espero, y lo que sé sin ninguna duda es que algo ha cambiado desde aquí para siempre en nuestra historia; nunca más habremos de ser el cordero del sacrificio, el que acepta el sacrificio con resignación. Nunca más.

MASHA: ¿Aunque el cordero se esté convirtiendo en ceniza minuto a minuto en todos los campos de Europa, Uri?

URI: Esta ceniza se volverá simiente de rebelión que los vientos de Europa llevarán por todo el mundo hasta hacer comprender que nuestro sueño no puede morir, y que bajo las toneladas de ceniza a que los nazis pretenden reducirnos, ese sueño seguirá existiendo como un rescoldo, un rescoldo ardiente que debe ser protegido y defendido para que vuelva algún día a iluminar la tierra con su luz. Y por eso y para eso deben vivir ustedes, ¿Comprendes, Masha?»

Frente al ataque brutal del Hamás  y ante la amenaza de la apertura de un nuevo frente en el Norte de Israel amenazado permanentemente por otro grupo terrorista no menos sanguinario desde el Líbano, el Hizbolláh, y en situación de vivir nosotros, toda la población de Israel, más de 9 millones de personas, las 24 horas del día y de la noche escuchando sirenas de alarma que nos indican que debemos buscar espacios protegidos para no ser víctimas de los cohetes y misiles que nos disparan    estos grupos terroristas, siento cómo se renueva en mí día a día el sentimiento del privilegio de seguir siendo nosotros aquí en Israel los custodios inmediatos de ese hermoso sueño varias veces milenario, el sueño de una moral humana universal que trasciende los marcos estrechos de todas las religiones particulares, también la judía.

Muchos de nosotros seguimos con interés estos días las reacciones de la opinión pública del mundo ante lo que nos ocurrió y ocurre aquí y debo confesar –y pienso que le pasa a muchos de nosotros- que me conforta saber que no estamos solos –como sí lo estuvieron nuestros hermanos en el Holocausto. Más allá de los muchos que creen –y seguirán siempre creyendo por sus prejuicios antisemitas- en la gigantesca cantidad de falsa información difundida por nuestros enemigos para calumniarnos y demonizarnos de acuerdo a sus tácticas nazis- lo que despierta mi esperanza en futuros cambios para bien es el saber que hay tantas personas en el mundo entero que nos comprenden, comprenden nuestro sueño y lo comparten –cada uno a su modo, por supuesto- no sólo los judíos de la Diáspora que así lo sienten sino personas de bien de todos los pueblos y credos que también aspiran, como nosotros, a que llegue el día en que todos los seres humanos podamos vivir en Paz en condiciones de seguridad, Justicia, Igualdad y aceptación de nuestra responsabilidad hacia la vida de todos los seres humanos y de todo lo que existe en nuestro mundo. También ellos, como nosotros, son custodios del sueño.

 
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