El 7 de octubre, Israel sufrió su peor atentado desde la Guerra de Yom Kippur. El sábado pasado, el pueblo judío sufrió el peor pogromo desde la Segunda Guerra Mundial.
Como los que sólo hemos visto perpetrados por los nazis y turbas de la Edad Media que salivaban por la sangre judía a la que culpaban de sus penas.
Familias enteras fueron fusiladas en sus camas, niñas y mujeres fueron violadas y luego asesinadas, cientos de personas fueron tomadas como rehenes, incluidos bebés, mujeres y ancianos, y como se acaba de dar a conocer, decenas de bebés fueron decapitados en sus guarderías.
La barbarie sin parangón conmocionó al mundo, al menos por ahora. Ni siquiera Al Qaeda o el Estado Islámico cayeron tan bajo. Pero según ellos, todo es culpa de Israel, por la «ocupación».
¿Qué ocupación?
Hecho: desde la destrucción del Segundo Templo ha habido una presencia judía continua en la tierra de Israel, especialmente en Jerusalem, Hebrón y Tiberíades.
Hecho: no había ocupación en el momento del pogromo de 1929 en Hebrón. Tampoco había ocupación cuando Yasser Arafat creó la OLP en 1964.
Hecho: La constitución de la OLP de 1964 excluye explícitamente la Franja de Gaza y Cisjordania de sus reivindicaciones, afirmando que reconocía la soberanía de Egipto y Jordania sobre estas zonas.
Hecho: Israel tiene una reclamación legal más fuerte sobre la tierra que nadie en el mundo.
Hecho: Israel se retiró completamente de Gaza en 2005 bajo la promesa de que los árabes transformarían la Franja en la próxima Riviera de Oriente Próximo. Para ello, incluso construyeron un aeropuerto y se abrió el tráfico.
Hecho: en 2006 Hamás realizó incursiones en Israel y en junio secuestró al soldado Gilad Shalit. Ese mismo año, la población de Gaza eligió a Hamás para gobernarla. En 2007 Israel y Egipto impusieron un bloqueo a la Franja.
Hecho: miles de millones de dólares en efectivo y bienes fueron transferidos a Hamás a lo largo de los años.
Hecho: Hamás gastó el dinero construyendo cohetes y túneles y eliminando a miembros de Al Fatah y otros opositores. No se construyó ni una sola central eléctrica. No se construyó ni una sola planta de tratamiento de agua y se descuidó el sistema de alcantarillado. Hamás nunca quiso construir un país. Siempre tuvieron un único propósito: la destrucción del Estado de Israel.
¿Qué país en su sano juicio alimenta y apoya a su enemigo para que al final consiga su objetivo de destrucción? ¿En nombre de qué moral o de los derechos humanos sigue Israel alimentando a la bestia?
Israel proporcionó todo para ayudar a Gaza con la esperanza de que Hamás no escupiera en el plato del que estaba comiendo. Pero esto es Oriente Próximo. Y esto fue un gran error. En el mundo árabe, esto es un signo de debilidad. Por desgracia, los árabes entienden algo que el Occidente progresista se niega a aceptar: que en la guerra tiene que haber un ganador y tiene que haber un perdedor que capitule y se someta.
No se trata sólo de una guerra entre Israel y Gaza, o entre Israel y palestinos. El verdadero culpable del conflicto es la ideología islámica que se ha inculcado a generaciones de niños árabes deshumanizando a los judíos y acusando a Israel de todos sus problemas.
Los más de 1.300 judíos asesinados el sábado no lo fueron por lo que habían hecho, sino por lo que eran.
No hay paz que negociar con esta gente. ¿Quién podría pensar que Bin Laden se sentaría a negociar con Estados Unidos? ¿Alguien piensa seriamente que era posible convencer a Hitler de que los campos de exterminio eran inhumanos?
Israel no puede tener semejante fundamentalismo en sus fronteras. Esta vez no puede aceptar un empate. Israel debe vencer y destruir a Hamás, sus túneles, sus capacidades y sus miembros. Para ello, debe dejar de comportarse como el ejército más moral del mundo para ser el ejército más letal del mundo.
Sólo la victoria dará la paz a Israel. Sólo destruyendo a Hamás Israel dejará de enterrar a sus hijos.
****La abogada Deborah Srour-Politis es periodista estadounidense y brasileña, se presenta como candidata al Ayuntamiento de Jerusalén en la lista «Me’uchadim».
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