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| jueves noviembre 21, 2024

JAIEI SARA 5784


B’H

Genesis 23:1-25:18

Sara fallece a la edad de 127 años y es enterrada en la Cueva de Majpelá en Jevrón, la cual Abraham adquiere de Efrón el Jití por 400 shekels de plata.

El sirviente de Abraham, Eliezer, es enviado, cargado de regalos, a Jarán, para buscar una esposa para Itzjak. En el pozo de agua del pueblo, Eliezer pide una señal a Di-s: cuando las doncellas vienen al pozo, él pedirá agua para beber; la mujer que ofrezca darle de beber a sus camellos también, será la mujer destinada para el hijo de su maestro.

Rivká, la hija del sobrino de Abraham, Betuel, aparece en el pozo y pasa «la prueba». Eliezer es invitado a su casa, donde repite la historia de los eventos del día. Rivká retorna con Eliezer a la tierra de Canaan, donde encuentran a Itzjak rezando en el campo. Itzjak se casa con Rivka, la ama, y es confortado por la pérdida de su madre.

Abraham toma una nueva esposa, Keturá (Hagar) y tiene seis hijos más, pero Itzjak es designado como su único heredero. Abraham muere a los 175 años y es enterrado al lado de Sara, por sus dos hijos mayores, Ismael e Itzjak.

 

TRES MATRIMONIOS

La Torá describe tres matrimonios que son emblemáticos.

El primero es cuando Di-s crea a Adán y Eva. Acá es Di-s el casamentero, Él escolta a la novia hasta el palio y oficia la ceremonia nupcial. Unos pocos versículos alcanzan para describir esta unión.

El tercero ocurre cuando es entregada la Torá. En este caso hay un casamentero, Moisés, quien también escolta al novio, Israel, hasta el palio nupcial, el Monte Sinaí, en tanto que Di-s oficia como acompañante de la novia, la Torá. Pero esta boda sólo se puede deducir por indicios.

¿Y qué pasa con el segundo matrimonio? Hay un casamentero, Eliezer, que viaja hasta Jaran, conoce a la novia, Rivká, y la escolta hasta Canaan, donde el novio, Itzjak, espera. Esta boda es descripta en detalle, y no sólo eso, sino que el viaje de Eliezer y su búsqueda son narrados ¡dos veces!

¿Cuál es la diferencia entre esta boda y las otras dos para que sea narrada con tanto detalle? La primera y la última son bodas realizadas en un plano netamente espiritual, sin intervención humana. En cambio la boda de Itzjak y Rivka es fruto del esfuerzo humano y nos enseña que para construir un hogar y, en un sentido más amplio, una morada para Di-s en este mundo, no alcanza con la intervención Divina, sino que nosotros mismos debemos esforzarnos, somos nosotros los que debemos construir ese edificio que se llama hogar, paso a paso, día a día.

 

¿HABLAR POCO Y HACER MUCHO O HABLAR MUCHO Y HACER POCO?

 

 Y él dijo: Señores míos, si tan sólo he hallado gracia ante sus ojos, por favor no pasen de junto a su siervo.
4 Por favor, que tomen un poco de agua, báñese los pies y recuéstese debajo del árbol.
5 Y tomaré un bocado de pan y sostendré vuestros corazones; después [de los pabellones] pasarás, porque has pasado junto a tu siervo » (Génesis 18:3-5) 

11 No, señor mío, escúchame. Te he dado el campo, y la cueva que está en él, te la he dado. A la vista de los hijos de mi pueblo, te la he dado; entierra a tus muertos «.
12 Y Abraham se postró ante el pueblo de la tierra.
13 Y habló a Efrón a oídos de la gente de la tierra, diciendo: Pero, si tan sólo me escucharas. Estoy dando el dinero para el campo; quítamelo, y enterraré mi dinero. muerto allí «.
14 Y Efrón respondió a Abraham, diciéndole:
15 «Señor mío, escúchame; una [parcela de] tierra que vale cuatrocientos siclos de plata, ¿qué hay entre tú y yo? Entierra a tu muerto» (Génesis 23:11-15).

Cuando Abraham recibió a los tres ángeles les ofreció una hogaza de pan y un poco de agua, pero les sirvió un banquete.

Cuando Abraham quiso sepultar a Sara en Mearat HaMajpelá, se dirigió al propietario del lugar, Efrón el Jití y pidió que se lo vendiera. Con palabras altisonantes Efrón proclamó a los cuatro vientos que estaba dispuesto a darle gratis a Abraham la cueva y el terreno adyacente. Abraham insistió en pagar y entonces Efrón dijo “¿Qué es un terreno de 400 shekel de plata entre tú y yo?”, insinuando en forma indirecta el precio que estaba dispuesto a aceptar por la propiedad.

Cuántos Efrón encontramos a lo largo de nuestras vidas. Individuos que hablan mucho y hacen poco (en el mejor de los casos), o directamente no hacen nada. Prometen colaborar con cuanta buena causa se les cruce, prometen ayudar, prometen, prometen, prometen… y se quedan en promesas.

Es preferible hablar poco y hacer mucho, y no ser como Efrón, que hablaba mucho y hacía poco.

 

¿Es preferible aislarse, asimilarse o integrarse?

Por Eliezer Shemtov

Somos una minoría en el mundo. Muchas veces nos definimos de acuerdo a cómo nos definen otros. Veamos el origen de nuestra identidad y qué podemos aprender al respecto.

Abraham y Sara, los progenitores del pueblo judío, si bien compartían la misma visión y misión de vida, cada uno de ellos ponía el énfasis en otro aspecto. Abraham se dirigía más hacia afuera, hacia el mundo en general, buscando imbuirlo con la concientización de su Creador. Sara, por otro lado, se concentraba más hacia adentro, cuidando el bienestar físico y espiritual de su hijo, Itzjak, único eslabón que perpetuaría la cadena milenaria iniciada por su padre, Abraham.

Ambas tareas se complementan entre sí. Uno no puede aportar al otro si no se valora y no reconoce sus propias virtudes.

Hay tres opciones que el judío que vive en una sociedad no judía tiene: 1) aislarse; 2) asimilarse; 3) integrarse.

El que se siente amenazado por la sociedad o siente que no tiene algo especial para aportar como judío, opta en general por mantener su judaísmo en su casa y sinagoga y ser un ciudadano “normal” en la calle. Prefiere que su condición de judío pase desapercibida.

El que no ve nada especial en su condición de judío, especialmente si no se cree “religioso”, o prefiere sustituirla por un estilo de vida más acorde a la sociedad que lo rodea, opta generalmente por asimilarse totalmente, o sea abandona su condición de judío para adquirir en su lugar una identidad laica y más “universal”. Es un buen espécimen de los resultados del experimento de crear un mundo “sin fronteras”.

El que se siente seguro de su condición de judío y del aporte que tiene para dar a toda la humanidad, desde su judaísmo, no tiene por que escaparse ni tiene porque asimilarse. Su preferencia es integrarse como judío en la sociedad en general y enriquecerla desde su lugar particular.

Claro está, que para poder integrarse sanamente e influir en la sociedad más amplia, uno debe estar fuerte y claro en su propia condición y orgulloso de las responsabilidades que dicha condición implica.

De hecho, Abraham y Sara son prototipos de la dinámica en la familia judía a lo largo de las generaciones. El hombre es el que se ocupa, prioritariamente, con el mundo exterior; la mujer es la que nutre el mundo interior de la familia. Solo el que tuvo y tiene un mundo interior sólido puede enfrentar y conquistar al mundo exterior.

De la identidad del pueblo judío, pasemos a la tierra judía.

La Tierra de Israel es patrimonio nacional del pueblo judío. Según el Talmud, cada judío del mundo es dueño de por lo menos medio metro cuadrado en Israel, lugar suficiente para abarcarlo mientras esté parado. Es nuestra herencia eterna.

No voy a entrar en este tema general ahora; simplemente quiero señalar que hay tres ciudades en Israel cuya compra por los judíos están documentadas en la Biblia: Hebrón, Shejem (Nablus), Jerusalén. Debería ser más que claro que no hay disputa con respecto al vínculo histórico y legal entre ellas y los judíos, por más que los árabes quieren lograr que sean Judenrein.

En la lectura bíblica de esta semana, Jaié Sara, leemos como nuestro patriarca, Abraham, compró la cueva de Majpelá y tierras circundantes a Efrón el Jiteo, con el expreso objetivo de enterrar a su esposa, Sará. Eventualmente fueron enterradas ahí también los patriarcas Itzjak y Iaakov y sus respectivas esposas, Rivká y Lea. Todo esto está documentado en la Torá, documento considerado como históricamente legítimo por más del 50% de la población mundial.

Aunque digan que también son descendientes de Abraham por medio de su hijo Ismael, carece de validez por dos razones: 1) los árabes de hoy no son descendientes de Ismael, sino que fueron trasladados a Israel por Sanjerib desde otras regiones; 2) aun si aceptáramos que son hijos de Ismael, no les corresponde Israel como herencia, ya que Ismael fue hijo de la sirvienta de Sara, Hagar, y Abraham le dio su herencia en vida y lo mandó a vivir lejos de Israel.

Cabe destacar que Israel no es solo la tierra de los judíos; es tierra judía. ¿Cuál es la diferencia entre estos dos conceptos?

Propiedad es una condición circunstancial. Hoy la tengo yo, mañana la tienes tú. No hay una diferencia intrínseca en mi auto antes que te lo vendiera y después que pase a tu propiedad. Simplemente antes era mío y ahora es tuyo. Hay, no obstante, vínculos que son esenciales e incondicionales, por ejemplo mi cuerpo. No tengo el derecho a regalar o vender una parte de mi cuerpo. Uno no puede des-adueñarse de su cuerpo y de las responsabilidades para con su cuidado que esto implica.

La Tierra de Israel fue creada para el pueblo judío, para que el pueblo judío pueda cumplir con su razón de ser de manifestar la presencia de D-os de una manera óptima, y desde ahí, como el corazón, bombear espiritualidad a todo el mundo. No en vano todos la llaman Tierra Santa; reconocen que hasta la tierra misma de Israel es sagrada.

En otras palabras, el vínculo entre la Tierra de Israel y el pueblo de Israel no es meramente histórico y circunstancial; es esencial y de alma. Compartimos juntos una misión Divinamente otorgada.

Es importante señalar que luchamos por nuestra tierra no sólo pensando en nuestro beneficio, sino también en el de nuestros enemigos. Es para beneficio inclusive de nuestros enemigos que dejen a los judíos desarrollar su misión de vida en su tierra y que ellos la desarrollen en paz en otra. (www.es.chabad.org)

 

 

 

 
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