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| jueves diciembre 26, 2024

El futuro redime el pasado


Conversaciones sobre la parashá

Vaiejí (Génesis 47:28-50:26 )

La escena con la cual concluye el libro de Génesis es sumamente significativa. Los hermanos de Iosef están aterrorizados ante la posibilidad de que, tras la muerte de su padre Iaakov, Iosef se vengue de ellos por haberlo vendido como esclavo. Años antes, Iosef les había dicho que los había perdonado: «Y ahora, no se entristezcan ni sea motivo de enojo para ustedes porque me vendieron aquí, pues para sustento de vida Dios me envió delante de ustedes» (Génesis 45:5). Evidentemente, sólo lo habían creído a medias.

Este miedo se basaba en el hecho de que, como queda claro de la historia previa de Esav, los hijos no tenían permitido vengarse de sus hermanos mientras viviera su padre. Esav había dicho: «Se acercarán los días de luto de mi padre; entonces mataré a mi hermano Iaakov» (Génesis 27:41). Eso es lo que ahora temían los hermanos: que Iosef en verdad no los hubiera perdonado, sino que simplemente estaba esperando hasta que falleciera Iaakov.

Por eso, tras la muerte de Iaakov, los hermanos le mandaron a decir a Iosef: «Tu padre encomendó antes de su muerte diciendo: Así dirán a Iosef: ‘Por favor, perdona ahora el delito de tus hermanos y el pecado de ellos, pues mal te retribuyeron; pero ahora, por favor perdona el delito de los siervos del Dios de tu padre'» (Génesis 50:16).

Por eso Iosef tuvo que decirles nuevamente que los había perdonado:

osef les dijo: «No teman. ¿Acaso estoy yo en lugar de Dios. Aunque ustedes tuvieron la intención de dañarme, Dios lo pensó para bien: para hacer –como este día– que sobreviviera un pueblo numeroso». (Génesis 50:19-20)

El episodio es muy conmovedor, pero también resuelve uno de los temas centrales del libro de Génesis: la rivalidad entre hermanos. Caín y Hével. Itzjak e Ishmael, Iaakov y Esav, Iosef y sus hermanos. ¿Acaso los hermanos pueden vivir en paz? Este tema es fundamental para el drama bíblico de la redención, porque si los hermanos no pueden vivir juntos, ¿cómo podrán hacerlo las naciones? Y si las naciones no pueden vivir juntas, ¿cómo podrá sobrevivir la humanidad?

Sólo ahora, con la reconciliación de Iosef y sus hermanos, la historia puede seguir adelante con el nacimiento de Israel como una nación, pasando de la esclavitud a la libertad.

Sin embargo, estas palabras de Iosef nos dicen algo más. En otro momento expliqué que todo el drama por el que Iosef hizo pasar a sus hermanos cuando llegaron a comprar comida en Egipto (acusarlos de ser espías, etc.), fue para ponerlos a prueba respecto a si realmente habían hecho teshuvá. ¿Entendían el error que habían cometido al vender a Iosef y en consecuencia realmente habían cambiado? En el momento cumbre del drama, apenas Iehudá dijo que él se quedaría como esclavo para que su hermano Biniamín pudiera regresar con su padre, Iosef les reveló su verdadera identidad y los perdonó. Iehudá, que fue quien propuso vender a Iosef como esclavo, había cambiado por completo. Había vuelto en teshuvá, ahora era una persona diferente.

Pero hay algo más que queda revelado en esta última conversación entre Iosef y sus hermanos. Y tiene que ver con la más paradójica declaración rabínica respecto a la teshuvá. Lo dijo uno de los más grandes baalei teshuvá (penitentes) del Talmud: el sabio del siglo III conocido como Resh Lakish. Originalmente, él era un ladrón de los caminos, pero Rabí Iojanán lo convenció a abandonar sus malas costumbres y unirse a él en la casa de estudio. Resh Lakish se arrepintió y se convirtió en el discípulo y colega de Rabí Iojanán (también fue su cuñado, porque se casó con la hermana de Rabí Iojanán).

Quizás hablando a partir de su propia experiencia, él dijo: Grande es el arrepentimiento, porque a través de él todos los pecados deliberados se consideran como si fueran méritos, como está escrito: «Cuando el inicuo vuelva de su iniquidad y haga lo que es bueno y correcto, por eso vivirá» (Ezequiel 33:19)(1) Esta declaración es casi ininteligible. ¿Cómo podemos cambiar el pasado? ¿Cómo se pueden transformar los pecados deliberados en su opuesto: en méritos, en buenos actos?

La cita de Ezequiel no prueba este punto. En todo caso, hace exactamente lo contrario. El profeta habla de una persona que, después de haber hecho teshuvá, ahora hace el bien en lugar del mal, y «vivirá» debido a sus buenos actos, no a lo que hizo antes. El versículo dice que los buenos actos pueden superar una historia previa de malas acciones. No dice que puedan convertir lo malo en bueno, los pecados deliberados en méritos.

La declaración de Resh Lakish sólo puede entenderse teniendo en cuenta las palabras de Iosef a sus hermanos tras la muerte de su padre. «Aunque ustedes tuvieron la intención de dañarme, Dios lo pensó para bien». Los hermanos cometieron un pecado deliberado al vender a Iosef como esclavo. Ellos habían vuelto en teshuvá. Iosef dijo que el resultado fue que, a través de la providencia Divina («Dios lo pensó»), sus actos ahora eran considerados «buenos».

Esta no sólo es la fuente del principio de Resh Lakish, sino que también nos permite entender qué significa. Cualquier acto que realizamos tiene múltiples consecuencias, algunas buenas, otras malas. Cuando tenemos mala intención, las malas consecuencias se nos atribuyen porque eso era lo que queríamos lograr. Pero no así las buenas consecuencias: ellas simplemente son resultados no esperados.

En el caso de Iosef, ocurrieron muchas cosas positivas una vez que él llegó a Egipto. Eventualmente se convirtió en el segundo al mando de Egipto, supervisando su economía, el hombre que salvó al país de la ruina durante los años de hambruna. Ninguna de esas consecuencias podía atribuirse a sus hermanos, a pesar de que no hubiera sucedido si los hermanos no habrían hecho lo que hicieron. La razón es que los hermanos no imaginaron ni tuvieron la intención de llegar a esas consecuencias. Ellos quisieron vender a Iosef como esclavo, y eso fue lo que hicieron.

Sin embargo, una vez que los hermanos se arrepintieron completamente, su intención original fue cancelada. Ahora era posible ver las buenas consecuencias de su acto, así como las malas, y atribuirles las primeras. Parafraseando a Marco Antonio de Shakespeare, lo bueno que hicieron los sobrevivió; lo malo quedó sepultado en el pasado (Julio César, acto III, escena 2). Así es como, a través del arrepentimiento, los pecados deliberados pueden ser considerados como méritos, o como dijo Iosef: «Aunque ustedes tuvieron la intención de dañarme, Dios lo pensó para bien». Esta es una idea sumamente significativa, porque implica que al cambiar podemos redimir el pasado.

Esto sigue sonando paradójico. Por cierto el tiempo es asimétrico. Podemos cambiar el futuro pero no el pasado. Podemos elegir lo que todavía no fue, pero, en las palabras de los sabios: «Lo que fue, ya fue»(2) y no podemos alterarlo.

Ahora vemos, a través de las palabras de Iosef y Resh Lakish, una idea revolucionaria. Hay dos conceptos del pasado. El primero es aquello que sucedió. Esto es algo que no podemos cambiar. El segundo es el significado de lo que ocurrió. Eso es algo que podemos cambiar.

La gran verdad sobre el rol del tiempo en nuestras vidas es que vivimos hacia adelante, pero lo entendemos sólo mirando hacia atrás. Consideremos una autobiografía. Al leer la historia de una vida, vemos cómo una infancia de privaciones llevó a la ambición que tenía la dama de hierro, o cómo la pérdida temprana de un padre llevó a un hombre a dedicar sus últimos años a buscar la fama y el amor que había perdido.

Podría haber sido diferente. La infancia de privaciones y la pérdida de un padre hubieran podido llevar a una vida dominada por una sensación de derrota e inadecuación. En qué nos convertimos depende de nuestras elecciones, y a menudo tenemos la libertad de elegir para un lado o el otro. Pero en lo que nos convertimos da forma a la historia de nuestra vida, y sólo en retrospectiva podemos ver el pasado en contexto, una parte de una historia cuyo fin ahora conocemos. Si la vida es como la narrativa, entonces los eventos posteriores cambian el significado de los eventos previos. Esto es lo que nos dice la historia de Iosef y sus hermanos, de acuerdo con Resh Lakish.

Eso fue lo que Iosef dijo a sus hermanos: a través de su arrepentimiento, han escrito un nuevo capítulo en la historia de la cual forman parte. El daño que intentaron hacerme en definitiva llevó a algo bueno. Mientras siguieron siendo las personas que estuvieron dispuestas a vender a su hermano como esclavo, nada de ese bien se les podía atribuir a ustedes, pero ahora que se han transformado volviendo en teshuvá, también han transformado la historia de sus vidas. Al cambiar se han ganado el derecho de ser incluidos en una narrativa cuyo resultado fue benigno. No podemos cambiar el pasado, pero podemos cambiar la historia que la gente cuenta sobre el pasado. Pero esto sólo puede suceder cuando nosotros mismos cambiamos.

Sólo podemos cambiar el mundo si nosotros cambiamos. Por eso el Libro de Génesis termina con la historia de Iosef y sus hermanos. Aquí se relata a nivel individual la historia que el libro de Éxodo relata a nivel nacional. Israel recibió la tarea de transformar la visión moral de la humanidad, pero eso sólo puede lograrse si cada judío es capaz de cambiar de forma individual.

La teshuvá es la máxima declaración de libertad. Entonces el tiempo se convierte en un campo de cambio en el cual el futuro redime el pasado y nace un nuevo concepto: la idea que llamamos esperanza.


NOTAS

  1. Ioma 86b
  2. Pesajim 108a
 
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