Hace poco vimos un video que MEMRI (Instituto de investigaciones de medios de comunicación en el Oriente Medio, por sus siglas en inglés) tradujo y publicó; se trata de un reciente discurso de Bashar Al-Assad arengando a una multitud con el engaño de negar las pruebas sobre el Holocausto. El tirano sirio dijo: “Es cierto que hubo campos de concentración, pero es una cuestión politizada, no humanitaria ni real, es que hablamos de esos seis millones, pero ¿Por qué no hablamos de los 26 millones de soviéticos? ¿Quiénes murieron en esa guerra? ¿Son los seis millones más valiosos?”. Señaló que “no existía ningún método específico de tortura o asesinato específico para los judíos. Los nazis utilizaron los mismos métodos en todas partes”.
Según Al-Assad, la cuestión del Holocausto “fue politizada para falsificar la verdad y luego preparar el traslado de judíos de Europa a otras zonas, a Palestina”. Assad echó mano de un mito creado para restar legitimidad a un sector de judíos en su derecho a la tierra de Israel, así afirmó que “los judíos que vinieron a Palestina son jázaros del este del Mar Caspio, eran paganos que se convirtieron al judaísmo en el siglo VIII. Emigraron a Europa y de allí vinieron a esta región. No tienen nada que ver con el pueblo de Israel” de la antigüedad. Sin embargo, está demostrado científicamente que ello es otra calumnia más; los estudios genéticos y las investigaciones han encontrado que esa teoría es un fraude.
Como tantos antisemitas, Al-Assad sólo se refirió a los judíos ashkenazim, los que proceden de Europa Oriental, pero no le convino tomar en cuenta a los judíos sefardím y a los mizrahim que, precisamente, salieron de países árabes e islámicos, entre los que se cuentan a los judíos sirios: discriminados, perseguidos y diezmados.
Por otra parte, en 2022, la ONU estimó que más de 306.000 civiles murieron en Siria durante la guerra civil, mientras que otros grupos de derechos humanos estimaron la cifra en más de medio millón. Además de generar 8 millones de desplazados en la propia Siria, en países vecinos y en Europa. Cabe señalar que el campo de refugiados palestinos cerca de Damasco, Yarmouk, que albergó a más de 600.000, se ha reducido a menos de 8.000, muchos fueron asesinados por las fuerzas de Al-Assad o desparecieron en las mazmorras del régimen. En 2021, el organismo internacional señaló a Damasco por “violaciones atroces del derecho internacional humanitario y de derechos humanos perpetradas contra la población civil en Siria desde marzo de 2011. Es probable que tales actos constituyan crímenes contra la humanidad, crímenes de guerra y otros crímenes internacionales, incluido genocidio”. Assad ha sido acusado de utilizar armas químicas contra sus propios ciudadanos.
Recordemos las alianzas y simpatías de vastos sectores árabes con los nazis, como el caso del Mufti de Jerusalén, Haj Amin Al Husseini, quien se estableció en Berlín durante la Segunda Guerra Mundial y dio apoyo al Eje en la formación de batallones musulmanes. En noviembre de 1941, se reunió con Hitler y trató de convencerlo de que la Luftwaffe bombardeara Tel Aviv, ciudad eminentemente judía.
Tampoco podemos dejar de lado a Irak. En marzo de 1940 fue nombrado primer ministro Rashid Ali al Gailani, quien fue aliado de la Alemania nazi y de la Italia fascista, dando origen a una serie de eventos que distrajeron a las fuerzas británicas, además de un sangriento pogrom contra la milenaria comunidad judía, conocido como Farhud.
Pero relacionado directamente con Siria está el caso de Alois Brunner uno de los jerarcas del nazismo, responsable por la muerte de miles de personas en los campos de exterminio, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial; de hecho, fue señalado por la muerte de alrededor de 130.000 personas, en su gran mayoría judíos. Vivió en Siria desde 1953, al amparo del gobierno de Damasco, sirviendo a sus autoridades, especialmente a los servicios de seguridad, bajo el nombre de Georg Fischer. En 1954, Brunner fue juzgado en ausencia y condenado a muerte por una Corte francesa; pero, a pesar de las reiteradas solicitudes de extradición de Alemania, Francia y Austria, Damasco siempre se desentendió del asunto. En diciembre de 1991, la cazadora de nazis, Beate Klarsfeld, fue detenida en Damasco mientras protestaba contra el rechazo de Siria de entregar al criminal nazi. En relación a la veracidad de su sitio de residencia, luego de los tantos desmentidos de los representantes oficiales sirios, a mediados de los ’80, la revista alemana Bunte, publicó una serie de fotografías que lo mostraban realizando actividades cotidianas en su casa, ubicada en una lujosa urbanización a las afueras de Damasco.
Hafez Al Assad, padre de Bashar, quien gobernó desde 1971 hasta su muerte en 2000, tuvo plena responsabilidad en haber acogido a este homicida. Y, su sucesor continuó en gran medida con los métodos tiránicos de su padre y heredó esa responsabilidad hasta la muerte de Alois Brunner en 2001; ninguno de los dos autócratas pagó por haber otorgado refugio a un reo nazi. No obstante, el caso Brunner es un asunto de importancia relativa y menor frente a la complejidad de crímenes del régimen de ambos Assad, que tienen una enorme deuda con el mundo. En base a sus numerosos delitos, Bashar Assad, quien, por su juventud al asumir el poder en Siria, fue una esperanza que rápidamente se congeló, debe declarar ante un tribunal, en calidad de acusado de crímenes contra la humanidad, en vez de persistir con sus desatinadas peroratas antisemitas.
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