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| sábado noviembre 23, 2024

“Los muchachos palestinos” a bombo y platillo: para que no se escuche la verdad


“Si vas a hacerlo, hazlo bien. Si vas a darle bombo, hazlo con hechos. No me importa lo que hiciste. Me importa la forma en que lo hiciste”. Esta frase la dice alguien en la película All the president’s men, sobre la investigación del caso Watergate. Una labor periodística – chivatazo mediante – que se ha erigido en imagen cabal de una suerte de canon del quehacer indagador de la profesión.

Así, podría decirse, “si vas a darle bombo a la guerra de Israel contra Hamás – en detrimento de la situación, por ejemplo, en Sudán; o de los uigures en China -, hazlo con los hechos”.

Y los hechos son lo que faltan. Eso y su verificación, la exploración incansable de voces y fuentes diversas que permitan que las piezas encajen naturalmente y no mediante fuerza bruta o el atajo de una tijera que reformule las siluetas. Porque “importa la forma en que se hace el trabajo”. El periodístico, claro, no el de altavoz, voluntario o inconsciente, de infames “causas” (ya se sabe, “del río al mar”; “erradicación de la existencia económica, política, militar, cultural sionista” porque la “existencia israelí en Palestina es una invasión sionista”).

Los “hechos” son, para buena parte de los medios, los que proporciona el grupo terrorista palestino que comenzó la guerra; el mismo que ha construido una vasta red de túneles, búnkeres y arsenales bajo, y entre, su población civil, forzándola al horroroso papel de escudo humano.

Hasta la ONU los acepta sin más. Pero lo del rapto moral e instrumental de la ONU y sus agencias es un capítulo aparte – que no teniendo el encanto de los mitos griegos, sí los supera en bochorno y truculencia.

Entonces, que “genocidio”. Que “destrucción sin precedentes”. “Hambruna” (provocada por Israel, por supuesto). Y siempre, detrás, la afirmación de Hamás, o de la cadena catarí que funciona como poderoso engranaje de propaganda para este grupo terrorista, cuyo liderazgo reside precisamente en ese país – ¿alguien se imagina utilizar la “cobertura” de la rusa RT para informar sobre las acciones ucranianas?

Repetidos como un talismán funcional: no informa, pero garantiza la comparecencia emocional y acrítica de la audiencia ante la “verdad” revelada y “convalidada” en esa iteración; es decir, el ritual de la propia “moral”.

Y, obviamente, silencio sobre aquello que, si no desmiente, sí pone en serias dudas tales aseveraciones.

Por ejemplo, el 29 de marzo de 2024 el Coordinador de las Actividades del Gobierno en los Territorios (COGAT, por sus siglas en inglés), encargado entre otras cosas de la trasferencia de la ayuda humanitaria al enclave costero, indicaba en una publicación en la red social X que desde el comienzo de 2024 fueron transferidos 13.713 camiones con ayuda a Gaza, pero que sólo la ayuda correspondiente a 10.846 camiones fue distribuida. Sólo el 77% de la ayuda humanitaria que ingresó en la Franja desde principios de año fue distribuida.

COGAT preguntaba algo que periodistas vocacionales, periodistas sin el lastre de un activismo evidente, deberían intentar responder:

“¿Dónde está esa ayuda? ¿Se está acumulando en almacenes de agencias humanitarias? ¿Hamás secuestró esa ayuda de la ONU? [Ya lo ha hecho, aunque UNRWA vergonzosamente borrara sus publicaciones de denuncia en X]”

Además, claro, de contrastar los números de COGAT. Pero ello implicaría referir el hecho. Y a este hay que mantenerlo lejos de la “narrativa”, no sea cosa que la disminuya, o la descubra. Entonces se utiliza la trampa más sencilla: se omite.

Otro ejemplo. Las cifras de muertos (que no distinguen civiles de terroristas) proporcionadas por el Ministerio de Sanidad de Gaza controlado por Hamás, son repetidas con obediencia de converso o de pusilánime. Pero hay estudios estadísticos serios que arrojan severas dudas sobre la validez de esos números “sagrados”.

Por ejemplo, la revista Fathom, publicaba un artículo que “demuestra que las cifras de víctimas relativas a mujeres y niños son estadísticamente imposibles. Nuestros resultados arrojan serias dudas sobre todos los demás aspectos del recuento de muertos en Gaza”. Así, respecto de la afirmación de que el 70% de las víctimas son mujeres y niños, los autores decían que ese porcentaje “se contradice con las estadísticas que el propio Ministerio de Sanidad proporciona en sus informes. Se trata de una herramienta de desinformación basada en la manipulación estadística y no en la realidad sobre el terreno. Los ‘factcheckers’ de la BBC y otros medios de comunicación occidentales podrían haberlo determinado fácilmente por sí mismos, utilizando la información disponible públicamente”.

Pero no hay voluntad de hacerlo.

Poco antes, la revista Tablet  señalaba que “los números [de Hamás] no son reales. Eso es obvio para cualquiera que entienda cómo funcionan los números naturales. Las víctimas no son abrumadoramente mujeres y niños, y la mayoría pueden ser combatientes de Hamás”. De hecho, decía el medio, la prueba está, otra vez, en los propios números de Hamás.

Un territorio en el que prosélitos y amplificadores de propaganda no se adentran por los motivos antes expuestos: el mensaje no debe tener fisuras porque es un dogma. Por ello tampoco se mencionan las estimaciones del ejército israelí de terroristas muertos en combate, o las muertes debidas a cohetes de Hamás o Yihad Islámica.

Y un ejemplo final de la realidad que es segregada del canon de la manipulación informativa en favor del grupo terrorista que el 7 de octubre inició una guerra invadiendo Israel, masacrando, violando masivamente, mutilando, secuestrando y grabándose en su horrorosa labor; para volver a la Franja con cuerpos y rehenes al exaltado recibimiento de miles de gazatíes.

En la revista Newsweek, un experto en guerra urbana explicaba que:

“En sus críticas, los detractores de Israel están borrando un nuevo estándar notable e histórico que Israel ha establecido. En mi larga carrera estudiando y asesorando sobre guerra urbana para el ejército estadounidense, nunca he conocido un ejército que tomara tales medidas para atender a la población civil enemiga, especialmente mientras combatía simultáneamente al enemigo en los mismos edificios. De hecho, según mi análisis, Israel ha tomado más precauciones para evitar daños a la población civil que ningún otro ejército en la historia, más allá de lo que exige el derecho internacional y más de lo que hizo Estados Unidos en sus guerras de Irak y Afganistán”.

Un bonus track: “Gaza está destruida” – o “Israel atacó indiscriminadamente”, afirman no pocos medios y ONG, entre otros. Incluso la ONU llegó a afirmar el 8 de diciembre de 2023 que el 60% de las viviendas habían sido destruidas o dañadas. Pero según UNOSAT, el centro satelital de la propia ONU publicó el 20 de marzo de 2024 que “según el análisis de las imágenes de satélite, UNOSAT identificó 31.198 estructuras destruidas, 16.908 estructuras gravemente dañadas y 40.762 estructuras moderadamente dañadas, para un total de 88.868 estructuras. Estas estructuras corresponden aproximadamente al 35% del total de las estructuras de Gaza”.

“Si vas a darle bombo, hazlo con hechos”, decían en aquella película. Claro que en gran medida el “bombo” que se da aquí está harto vinculado a una vieja práctica conocida por su desapego con los hechos, con su necesidad de fabricación y demonización.

 
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