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| jueves mayo 16, 2024

La increíble historia del filósofo judío que armonizó Aristóteles: ¿Quién fue Maimónides?

La obra principal del pensador judío medieval Maimónides, interpretó alegóricamente pasajes bíblicos para conciliar la creación divina con la filosofía griega. Su influencia fue debatida en la sociedad judía y admirada incluso por Tomás de Aquino.


Hay una expresión tradicional judía que dice que «desde Moisés hasta Moisés no hubo nadie como Moisés», que se suele interpretar en el sentido de que Moisés ben Maimón, más conocido como Maimónides (1138-1204), ha sido el pensador judío que más altura intelectual ha tenido inmediatamente por debajo del Moisés bíblico, el profeta que recibió las leyes fundamentales del judaísmo.

Aunque no es el único representante de la filosofía judía medieval, en la que destacaron otros intelectuales como Saadia Gaón, Salomón ibn Gabirol o Abraham ibn Ezra, sin duda Maimónides es quien mejor sintetizó el pensamiento aristotélico dentro del judaísmo en la Edad Media. Su obra principal, la Guía de perplejos, escrita en árabe, tenía como objetivo precisamente la explicación del texto de la Biblia para hacerlo compatible con la filosofía de Aristóteles.

El aristotelismo y la Biblia

Para llevar a cabo la síntesis entre texto bíblico y aristotelismo, Maimónides partió del concepto de la alegoría: los versículos de la Biblia, además de su sentido literal, aluden a otras realidades diferentes que el intérprete debe descubrir. Según el pensador cordobés, el relato de la creación del mundo, tal como lo leemos en el libro del Génesis, esconde la estructura y el orden del mundo físico como fue expuesta por Aristóteles en la Física. Uno de los principios básicos de la física aristotélica es la teoría de los cuatro elementos fundamentales de la materia: tierra, agua, aire y fuego.

Según el Estagirita, la tierra es el elemento situado en el centro del universo. Alrededor de ella se sitúa, en primer lugar, la esfera del agua, a continuación la del aire y por encima de esta la del fuego. Todas ellas se encuentran por debajo de la esfera de la Luna y marcan los límites del mundo material y terrestre. Por encima de esta última se encuentra el universo de los astros, formados por un quinto elemento, el éter.

Para hacer compatible esta teoría con la Biblia, Maimónides citó el principio del Génesis, que según su explicación podríamos traducir de la siguiente manera: En el principio creó Dios los cielos y la tierra; la tierra era caos y desolación y la oscuridad cubría la superficie del océano, mientras el viento de Dios sobrevolaba la superficie de las aguas (Gen 1,1-2).

Mediante el recurso de la alegoría, Maimónides explica que en estos versículos se encuentran los conceptos básicos que justifican que la creación del mundo del Génesis es equivalente a los principios de la física aristotélica: la tierra mencionada aquí es el centro del universo y de las esferas de los elementos; la superficie de esta aparece cubierta por el océano, que corresponde a la esfera del agua en la física aristotélica.

Por encima de las aguas sobrevuela el viento de Dios, equivalente a la esfera del aire que está por encima de la del agua. Para encontrar la correspondencia de la esfera de fuego, Maimónides recurre al sentido alegórico de la palabra oscuridad y explica que no se trata de un fuego radiante, sino del elemento natural conocido con este mismo nombre, que es incluso oscuro. Además, explica que si fuera luminoso toda la atmósfera estaría llena de luz por la noche.

Para Maimónides, el relato del primer capítulo de Ezequiel equivale a las teorías de Aristóteles expuestas en su Metafísica. Tal como se lee en la Biblia, Ezequiel tuvo una visión profética en la que contempló unos seres extraños y unas ruedas que giraban unas dentro de otras, siguiendo un movimiento uniforme, sin desviarse lo más mínimo. Esas ruedas daban la vuelta al mundo moviéndose de forma circular, con una dirección constante e impulsadas por una intención divina.

Maimónides explicó que este relato es una alegoría de la cosmología de Aristóteles, según la cual, la tierra es el centro inmóvil del universo, alrededor de la cual giran las órbitas de los planetas así como la de las estrellas fijas, llamada así porque se consideraba que estos astros habían sido fijados en sus posiciones respectivas en su propia órbita. Por encima de ellas se consideraba que estaba situado el «Primer Motor», que según el filósofo griego era la causa que pone en movimiento las órbitas de los astros.

Maimónides utilizó este mismo concepto, junto con los de «Causa Primera» o «Fundamento Primero» para referirse a Dios, al igual que hacían también los filósofos árabes y escolásticos. También dedujo el filósofo griego de los pasajes bíblicos que, en el proceso de aprendizaje, hay que seguir un orden y comenzar por la física para terminar con la metafísica. Según Maimónides, esta es la razón de que el relato de la creación esté colocado al principio del texto bíblico, porque la física es la base de las ciencias.

El pasaje de Ezequiel, alegoría de la metafísica, aparece mucho más adelante, porque para llegar a alcanzar las verdades que enseña esta ciencia, hay que conocer antes la lógica, las matemáticas y las ciencias naturales.

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Doctor en Filología Semítica
Filólogo, escritor e investigador español especialista en lenguas y cultura del Oriente Próximo. Estudió en la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y se licenció en filología Semítica en 1988 y en Filología Inglesa en 1989. También en esta universidad, UCM, se doctoró en 1992 en filología semítica. Continuó su formación durante los años 1993 y 1994 en el Colegio de la Unión Hebrea de Nueva York con una beca del Programa Fulbright, profundizando en su trayectoria docente e investigadora. Entre los años 1995 y 2002 fue profesor en Universidad de Siracusa en la sede de Madrid. Del 1997 al año 2009 fue científico en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y desde 2009 es investigador en el Instituto de Lenguas y Culturas del Mediterráneo y del Oriente Próximo del CSIC. Desde el año 2001 es profesor en la New York University en Madrid, y desde 2009 es también profesor en Vermont en el Middlebury College. Es autor de artículos científicos publicados en revistas internacionales y nacionales, ha escrito y publicado libros tanto en colaboración con otros escritores como en solitario.
 
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