Este sábado 27 de abril la organización terrorista Hamas publicó un nuevo video con dos de los secuestrados que tiene en su poder desde el 7 de octubre: Keith Siegel (64) de Kfar Aza y Omri Miran (47) de Najal Oz.
Tal como ha sucedido en todos los videos anteriores, está claro que los mensajes en boca de ambos fueron dictados por sus captores, salvo quizás sus palabras llenas de nostalgia para con sus seres queridos. Así es cuando piden que se haga todo para salvarlos, que los liberen y pongan así fin a su sufrimiento, y especialmente cuando se acusa al gobierno y al Primer Ministro por la situación. Hamas tiene inclusive el tupé de afirmar en esos videos que Israel rechaza todas las propuestas de acuerdo que llegan desde Gaza.
Esta vez hubo un elemento especialmente removedor en el video ya que tras recordar la celebración familiar de Pesaj del año pasado, Keith Siegel tuvo que interrumpir porque no pudo contener el llanto.
Es indudable que aún en medio del horror de verlos en Gaza y saber que un terrorista los está filmando, para los familiares de los secuestrados que aparecen, el video es una bocanada de aire fresco en el sentido que es una prueba que están con vida.
En los últimos casi 7 meses, ha habido varios videos con secuestrados, todos ellos terrorismo sicológico y en un caso, especialmente cruel, ya que mostraron los cuerpos de Yosi Sharabi e Itai Svirsky, que antes habían aparecido hablando.
Cada uno de estos casos pone a Israel en un dilema respecto a la publicación. Hay quienes consideran que publicarlos es hacerle un favor a Hamas, que evidentemente los difunde para que se reproduzcan . Su intención es que las emociones que embargan a las familias de los secuestrados se traduzcan en manifestaciones y protestas en las calles y que eso presione al gobierno a aceptar un acuerdo al precio que exige Hamas.
Esta situación sin duda es problemática. Y el solo pensar que en algo se está “ayudando” a Hamas, hace hervir la sangre.
Por otro lado, hoy en día, todo circula en las redes sociales en cuestión de minutos.
Pero hoy nos parece que el argumento central en favor de la difusión- siempre y cuando la familia del secuestrado que aparece esté de acuerdo- es que el tema de los secuestrados no puede bajar de la mesa. Van ya 204 días desde la masacre y el tiempo se está acabando. No hay ninguna certeza acerca de cuántos de los 133 en Gaza aún están vivos . Hay que garantizar que se recupere con vida a todos los que aún se puede, además evidentemente de devolver a casa los cuerpos de los ya muertos.
Los familiares de los secuestrados que salen a la calle a protestar y a presentar exigencias de un acuerdo ya, no lo hacen porque quieran ayudar a Hamas sino porque no confían en el criterio del gobierno. Personalmente, discrepamos con varios de los mensajes que oímos a menudo en las manifestaciones, acusando al gobierno del hecho que los secuestrados aún están en Gaza, aunque los responsables son los secuestradores, los asesinos terroristas de Hamas. Creemos que cuando ese es el tono, no aporta sino que fortalece a Hamas.
Pero tampoco juzgamos ya que lo que viven esas familias no hay palabras que puedan describir.
Respecto al gobierno, más que nada el Primer Ministro Biniamin Netanyahu, hay varias preguntas para plantear. Hoy no ahondaremos en la pregunta si Netanyahu toma decisiones guiado siempre ante todo por el bien nacional y no por su agenda política de preservar a todo precio su coalición. Pero hay un punto concreto sobre el que no puede haber discusión: contrariamente a lo que exigió a otros, especialmente a su antecesor Ehud Olmert , Netanyahu no ha sabido tomar responsabilidad por lo sucedido. No se ha hecho cargo hasta ahora de la responsabilidad que indudablemente tiene porque es quien está al frente y porque fue él quien delineó una política determinada ante Hamas que aportó a su fortalecimiento, aunque claro está que nunca habría concebido que el resultado sería el 7 de octubre.
Y esa actitud no puede inspirar confianza en la ciudadanía, seguro que no en las familias de los secuestrados que salen hoy a manifestar contra él. No porque sean “de izquierda” sino porque quieren a sus hijos o padres en casa de vuelta y no confían en la forma en que se maneja el tema, aún si está claro que la culpa central de todo la tiene Hamas.
La gran pregunta ahora es si acaso estamos en un momento clave de cara, esta vez sí, a un acuerdo para la liberación de los secuestrados.
No es fácil pensar que el precio sería detener la guerra sin haber destruido aún a Hamas y sin haberlo sacado del poder. Hamas ha sido seriamente golpeado, no hay duda, pero no se ha desmoronado. ¿Y entonces? ¿Para qué cayeron más de 600 soldados? Es muy difícil pensar en estos precios.
Y es muy difícil concebir que Hamas se considere victorioso y ya se ponga a planear la próxima masacre, cuyas víctimas valdrían no menos que las que ya conocemos del 7 de octubre.
Pero ahora, Israel no puede permitirse abandonar a los secuestrados en Gaza. Con todas las dudas sobre el significado de lo que se dé a cambio , hay que pensar que primero hay que salvarlos y luego- lo dicen también expertos de seguridad- se volverá en otro momento a la guerra.Pero el estado de alerta que no existía el 7 de octubre, la preparación de todo como si uno supiera que está por estallar una guerra, deben ser absolutos para que no pueda haber una nueva sorpresa.
Un fundamento básico de la idiosincracia israelí siempre fue que no se abandona a nadie en el campo de batalla. Israel lo debe cumplir ahora con los 133 secuestrados en Gaza. Y tomar todas las medidas necesarias para garantizar que el precio que se pague por ello no conduzca a un nuevo horror.
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