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| martes noviembre 19, 2024

Alejandro Mellincovsky. Solo vivenciando el recuerdo se podrá celebrar.


Desde el 7 de octubre tuvimos que incorporar a la fuerza que «Derej eretz kadmá laTorá» (El comportamiento correcto precede a la Torá), y la fiesta por la continuidad del estudio del Pentateuco, donde se culmina y acto seguido se empieza a leerlo, conocida como «Simjat Torá» pasó a un segundo plano, porque con la masacre de Hamás quedaba claro que no había lo que festejar.

Con un saldo miles de muertos en una lista in crescendo, cientos de secuestrados, millones de familiares, amigos y vecinos afectados, y otro tanto de evacuados, la pregunta que volvía a repetirse en cada una de las efemérides subsiguientes del calendario judío, es sí había lo que festejar.

Los que optaron por festejar, se aferraron al aspecto más superficial de cada celebración, y esperando un milagro, se engrasaron con las sufganiot de Jánuka, se emborracharon con el alcohol en Purim, donde también se disfrazaron. Justamente si hay algo que hemos aprendido a partir del último octubre fatídico, es que tenemos que ser nosotros mismos. Ningún disfraz va a evitar que nos suban al tren.

Después vino Pesaj. Ahí pudimos conmemorar la salida de Egipto, de la esclavitud a la libertad del Pueblo de Israel. Como cada generación, nos vimos a nosotros como si hubiésemos salido de Egipto. Pero no hubo libertad que festejar, porque somos la generación que debemos vernos a nosotros mismos como si estamos en estos momentos secuestrados por Hamás en Gaza, aunque nuestra preocupación no alcanza para que nuestras sensaciones se asemejen a las de ellos, cuando lo hacemos desde la paz y la tranquilidad de nuestro hogar, con un plato de guefilte fish y varios kneidalaj encima.

Y para decir que no solo festejan, del jolgorio desmedido pasaron en un movimiento pendular a equiparar Iom Hashoá con esta masacre. No, esto no fue un holocausto. Si salimos al cruce de todo aquel que banalice la Shoá, no podemos usarla como medida comparativa.

El ataque de Hamás, que incluyó infanticidios, femicidios, violaciones, secuestros, asesinatos de padres delante de sus hijos, de abuelos delante de sus nietos, saqueos y humillaciones, es un crimen de lesa humanidad, y es la mayor matanza de judíos en un solo día después de la Shoá. Pero no es una nueva Shoá. Es la peor masacre del siglo XXI, y cuenta con peso propio, sin necesidad de dejar de llamar las cosas por su nombre.

 

¿Por qué no fue una Shoá? No porque el victimario no quiera que así sea, sino porque existe el Estado Judío, que cuenta con el Ejército de Defensa de Israel, que pudo haber flaqueado, pero no va a permitir que pase a mayores, asumiendo que a partir de la declaración de independencia de Israel, los judíos son dueños de su propio destino.

Y no por los milagros vamos a festejar. No por los milagros nos vamos a salvar. Sino por todos y cada uno de los soldados de Ejército de Defensa de Israel, se logra que el país vuelva a ser seguro, y sea un hogar nacional con los brazos abiertos para todos los judíos que así lo deseen, tanto para los que dejan sus comunidades como para los que llegan, desde sociedad hostiles.

Ahora que llega Iom Haatzmaut, el día de la Independencia del Estado de Israel, ¿podemos festejar? ¿Hay lo que festejar?

Si se cumple se celebra. Un festejo medido con un claro señalamiento que vivimos, existimos y llegamos a este momento. A todos nos pasó que un pariente, amigo o nosotros mimos llegamos a la fecha de cumpleaños en un mal momento, pero cumplir hoy es el primer paso a un gran cumpleaños el año que viene.

Se celebra la independencia de Israel por dos razones fundamentales.

Primero, porque el mayor logro de la historia del Pueblo Judío, alcanzado exclusivamente gracias al esfuerzo de los seres humanos que conformaron el movimiento sionista, que no esperaron que algo los redima, ellos redimieron la tierra; que no esperaron que se genere el campo propicio para ir a la Tierra de Israel, ellos fueron a vivir ahí; que no esperaron que alguien los defienda, ellos organizaron la defensa. Lo mismo que se acaba de describir en tiempo pasado, sucede en tiempo presente, todo el tiempo: una sociedad israelí se voluntariza en agricultura para redimir las tierras de la población evacuada, judíos de todas partes del mundo se hacen presente en Israel, jóvenes sirven en el ejército y padres de familia se alistan a la reserva, todo para cuidar a Israel, la casa del Pueblo Judío.

Segundo, Iom Haatzmaut se festeja, porque es una fiesta que viene en combo. No solo este año, sino que desde su inicio se puede celebrar solo contrastándola con Iom Hazikaron, el Día de los Caídos del Ejército de Defensa de Israel y las Víctimas de Actos Terroristas.

 

No es casualidad que se los recuerde justo en el día contiguo anterior a Iom Haatzmaut, el día de la independencia, ya que de no ser por ellos, la existencia del Estado de Israel no hubiera sido posible.

Se pasa de la tristeza a la alegría en un contraste necesario donde no se concibe a uno sin el otro. Los ciudadanos de Israel saben que sin los seres humanos que dieron sus vidas, no podrían ser independientes, mientras quienes dieron sus vidas y aquellos que la arriesgan día tras día tienen bien claro para que lo hacen, para poder ser un pueblo libre en su tierra.

Iom Hazikaron es sin duda uno de los días más tristes del año para todos los que vimos caer amigos, familiares, compañeros y vecinos.

El precio que tuvo que pagar el Estado de Israel por tener su independencia fue muy caro (y lo sigue siendo). Es por eso que no podemos festejar Iom Haatzmaut (día de la independencia) sin conmemorar Iom Hazikaron en el día previo contiguo.

No hay mártires ni venganza. Algunos son héroes. Todos son víctimas, seres humanos que a sus familias y amigos les hacen mucha falta. Les quitaron sus vidas, que es el valor supremo.

Gracias a ellos existe el Estado de Israel.

Gracias a ellos es volverá a ser cada vez más seguro el Estado de Israel.

A los que dieron sus vidas por Israel, el paisaje los recuerda con monumentos, fotos uniformados, premios y su nombre eternizado. Pero la gente los tiene siempre presente en su ausencia, porque son sus hijos, sus padres, sus tíos, sus hermanos, sus amigos, sus vecinos, con los que compartieron el día a día, con los que vivieron sus vidas hasta que se truncó.

Que el próximo Iom Hazikaron ya hayan vuelto todos los secuestrados y no queden cautivos que rescatar.

Que el próximo Iom Hazikaron no aumente la cuenta, porque nadie tiene que morir por Israel, todos merecen vivir por Israel.

Por Alejandro Mellincovsky (Director del Departamento de Promoción de Aliá de la Organización Sionista Mundial)

 

 
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