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| domingo diciembre 22, 2024

Otra vez el huevo de la serpiente


La vertiginosa inmediatez de la información que vivimos en el presente nos dificulta cada vez más hacer mínimas pausas, no sólo para reflexionar, sino al menos para demostrar y demostrarnos que la historia detrás de los hechos puede provenir de larga data. Que hoy veamos a Naciones Unidas como una caricatura de lo que fue en momentos de su creación y en su primera década, no nos puede borrar del curso histórico, décadas de hechos que han ido llevando a la organización a su proceso de degradación actual. Procedamos con ejemplos esclarecedores.

Entre 1972 y 1981, el secretario general de la ONU fue Kurt Waldheim. Cuando fue públicamente presentado como candidato al cargo, en su biografía no figuraba ninguna referencia a su vida entre 1940 y 1944. Sin embargo, este austríaco estuvo tres años como número dos del general nazi Alexander Lohr, que fue ejecutado en la horca por sus crímenes de guerra. Al respecto, el fallecido sobreviviente de la Shoá Jack Fuchs escribió: “A dos años de comenzada la guerra, Kurt Waldheim se une al Alto Comando Alemán de los Balcanes bajo las órdenes del general Alexander Lohr. Su trabajo era verificar y transmitir órdenes especiales y sugerir acciones. Estuvo en Grecia cuando 48.000 judíos de Salónica y Corfú fueron deportados a Auschwitz y Bergen-Belsen.

Estuvo en Italia, cuando 100.000 soldados italianos fueron deportados a campos de concentración. Estuvo en Yugoslavia cuando se llevaron a cabo las masacres de miles de partisanos y sus familias”. Los eventuales macabros acuerdos entre potencias (recordemos que en los 70, uno de los 5 copropietarios de la ONU se llamaba Unión Soviética) para que un nazi fuese secretario general de la ONU no se sabrán nunca probablemente, pero ninguno de los que al fin y al cabo hicieron posible ese enorme inicio de degradación de la ONU está ni estará absuelto por ningún capítulo de ninguna historia. Y eso no excluye a nadie con derecho a veto.

Durante el período de Waldheim en la ONU, ésta consagró la infame resolución 3379 que equiparaba al sionismo con el racismo. La explicación de entonces (1975) era que el bloque soviético dominaba la Asamblea General, que su liderazgo del tercer mundo la enfrentaba a EE. UU. e Israel y que ese contexto permitió que esa infamia fuese posible y recién pudo derogarse cuando se terminó la URSS. Ni tanto ni tan poco. En la votación de 1975, no sólo se contó con el bloque soviético (Cuba incluida por supuesto). El Brasil dictatorial presidido por el Gral. Ernesto Geisel hizo comenzar a Brasil un camino sin retorno: desde su extrema derecha anticomunista pero que creía en el Brasil líder de vaya a saber que tercer mundo, hasta la izquierda que llegaría después con Lula, atacar a Israel ha sido una política de Estado. Ahora, en 2023 y 2024 ya es una política de difamación y hostilidad. El otro latinoamericano que acompañó la barbárica resolución 3379, fue el México de Luis Echevarría del PRI. Echevarría creía que, con el bloque soviético a su favor, él llegaría a secretario general de la ONU. Patético. López Obrador es patético. Poco cambio en patetismo, y poca expectativa de alguna modificación.

Durante el período del nazi Waldheim en la ONU, Israel realizó el recordado rescate de israelíes en Entebbe, Uganda, que habían sido secuestrados por terroristas palestinos y alemanes que se habían apoderado de un avión comercial. Waldheim dijo entonces que la acción de Israel había sido una inaceptable intervención y violación de la soberanía de un país miembro de la ONU, y por supuesto, apoyó al dictador ugandés Idi Amin Dada, uno de los mayores genocidas africanos de la historia. Como escribió Jack Fuchs: “Los victimarios tienen un pasado en el cual preparan su futuro crimen, viven un presente, momento en que lo ejecutan, y después entierran su verdadero pasado, lo reinventan y siguen adelante.” Y vaya si fue así. Austria ignoró y no le importó el pasado nazi de Waldheim cuando hizo campaña presidencial para ese cargo después de ser secretario general de la ONU, cargo que finalmente ocupó desde el año 1986 hasta 1992. Fue votado por más del 54% y las acusaciones de ser un nazi, no impidieron que terminara su mandato como presidente del país dende nació Hitler.

El espíritu de los dichos de Waldheim cuando Israel rescató secuestrados en África hace 48 años quedó grabado. Hace 8 meses que los terroristas de Hamas secuestraron 240 civiles. Hace menos de una semana que Israel logró rescatar con vida a cuatro de ellos después de 246 días de torturas físicas y síquicas de las que quizás nunca puedan sobreponerse.

¿Dónde estaban los secuestrados? En la ciudad de Nuseirat, que ONU llama campo de refugiados para poder mantener el amoral trabajo de los socios de Hamas, la UNWRA. Ciudad de 30 mil habitantes, donde Hamas mantenía a los secuestrados en apartamentos de familias cómplices que reciben dinero para torturar y que están en las zonas más pobladas. El que no es cómplice de Hamas, es escudo humano. En el rescate ha habido muertos, ya que decenas de terroristas cuidaban los edificios donde estaban los cautivos. Las cifras de muertos no se saben. Lo que diga Hamas al respecto sólo lo avalan las oficinas de la ONU y algunos medios que siguen las ideas de Waldheim. El derecho de Israel a rescatar a sus ciudadanos es negado una y otra vez por varios gobiernos que se dicen democráticos. Y por la llamada oficina de DDHH de la ONU que hace 48 horas dijo que la acción de rescate fue catastrófica porque Israel atacó una zona densamente poblada. Obsceno. Israel rescató a sus ciudadanos. Hamas decidió que los civiles de Gaza no puedan escapar de ser parte de sus barbaries. Pero Hamas es inimputable. La ONU no vio en Entebbe a los pasajeros israelíes, sí vio a un genocida que gobernaba Uganda; hoy la ONU dice por un lado que los secuestrados deben ser liberados y si los liberan dice que es una masacre. ¿Contradicción? Para nada. Es la ideología de la perversión para defender los intereses de cada uno por encima de cualquier consideración sobre víctimas civiles. Hasta Rusia ha tenido que decir esto, pero, con otras palabras, más adecuadas a la hipocresía discursiva que domina las relaciones internacionales en organizaciones burocráticas e inútiles.

Cuando hace tres días, Estados Unidos presentó al Consejo de Seguridad una resolución sobre alto el fuego entre Hamas e Israel en un plan de tres fases, Rusia se abstuvo porque su delegado dijo que no tenía sentido votar retórica sobre propuestas que no se sustentan. No lo dijo para condenar a Hamas o a Israel, sino para seguir protegiendo su impunidad de destruir y apoderarse de Ucrania. Pero, sin querer, puso sobre la mesa hechos incontrovertibles. ¿Qué significa un alto al fuego entre un Estado democrático que debe cumplir lo que firma y una organización terrorista que no tiene obligación alguna de nada, que sabe que tiene apoyo de grandes potencias y que además tiene como único objetivo existencial hacer desaparecer a Israel del mapa? ¿Quién tiene tanto poder sobre Hamas para asegurar que devolverá a los secuestrados y a los cuerpos de todos los que ha asesinado? ¿Cuántos altos al fuego se han firmado con Hamas en los últimos lustros y mientras Hamas siguió lanzando cohetes hacia Israel matando, hiriendo, destruyendo, incendiando, Israel debió permanecer quieto y nadie consideró legítimo que Israel se defendiera de esos ataques? Podrá quizás haber un alto al fuego y esperemos con ansiedad que se termine el calvario de los secuestrados. Pero las frases de la resolución tomada por el Consejo de Seguridad sobre mucho más que alto el fuego, o sea, paz, no son ingenuas, son crueles.

¿Hamas quiere paz con Israel? ¿Mahmoud Abbas que salió corriendo a la CIJ con Sudáfrica para acusar a Israel quiere paz? Paz, y con muchos problemas, algunos hasta peligrosamente severos, hay, a pesar de todo entre países: Israel con Egipto, Jordania, Bahréin, Emiratos Árabes, Marruecos. Lo otro es, como titulamos hoy, el huevo de la serpiente.

 
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