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| sábado noviembre 23, 2024

La soledad de la jueza que investiga la violencia sexual de Hamás: «Muchos están callados»

La magistrada Nava Ben-Or lamenta que "muchos organismos están callados" pese al respaldo de la ONU, que dio verosimilitud a los indicios de que hubo violaciones grupales


Jueza Nava Ben-Or Foto Cortesia

La jueza Nava Ben-Or (Estados Unidos, 1955) estuvo meses intentando documentar las agresiones sexuales durante el ataque terrorista de Hamás el 7 de octubre. Ha recabado pruebas, revisado imágenes y analizado testimonios de víctimas y testigos. Su conclusión es tajante: «Es difícil contar todos los detalles».

 

A Ben-Or le avala una carrera judicial por la que fue nombrada magistrada del Tribunal de Distrito de Jerusalén y lidera una iniciativa llamada Proyecto Dina, que colabora con otras autoridades y entidades interesadas en esta materia. Sus trabajos se han visto avalados por la representante de la ONU para la violencia sexual en zonas de conflicto, Pramila Patten, que visitó Israel para hacer averiguaciones y concluyó que existen «motivos razonables para creer que ocurrió violencia sexual, incluida la violación y violación en grupo».

 

Nava Ben-Or recuerda los que para ella han sido los peores momentos de la historia de Israel. Como la Guerra de los Seis Días, en 1967, cuando su casa fue destruida. O la guerra del Yom Kippur de 1973, uno de los momentos en los que la existencia del Estado de Israrl estuvo en vilo. Sin embargo, afirma que nunca se había sentido «tan devastada» como ahora tras el atentado del 7 de octubre, un sentimiento muy extendido estos días en el país.

 

«No conozco a nadie de mi círculo de amigos —dice— que no tuviese que ir a un funeral. Amigos muy cercanos han perdido a sus nietos en el festival de música Nova (la rave junto a la franja donde fueron asesinados en torno a 300 jóvenes, según Israel). A cada persona le ha tocado lo que pasó el 7 de octubre, no estamos en el post drama, seguimos en el drama y tardaremos años en recuperarnos. No fue solo ejército contra ejército, sino violencia contra civiles y especialmente la violencia sexual nunca había pasado en Israel. Era algo que no entraba ni en nuestras peores pesadillas».

Cuando dice que el 7 de octubre es el peor ataque sufrido desde la guerra de 1948 tras la fundación del Estado de Israel, se basa precisamente en la incorporación de las agresiones sexuales como arma de guerra. A su modo de ver, el fin no era solo sexual, sino que buscaban «aterrorizar». «Mandan un mensaje público de terror a todos», avisa.

Hamás niega haber perpetrado violencia sexual durante el atentado que segó la vida de 1.200 personas y se saldó con 240 secuestrados de los cuales 134 siguen en paradero desconocido. Se cree que decenas ya no siguen vivos. En Israel conviven varias explicaciones. Una de ellas acusa a Hamás de haber dado órdenes previas de llevar a cabo violaciones de mujeres. Otra apunta a que no estaba planificado, pero los terroristas aprovecharon el largo tiempo que tardó el ejército hebrero en llegar a la zona. Otra tesis apunta a que los autores de las agresiones sexuales fueron los miembros de la segunda y tercera ola de participantes en el ataque, ciudadanos de Gaza que siguieron a Hamás sin formar parte estrictamente de las estructuras del grupo.

La jueza Nava Ben-Or afronta las dudas respecto a la investigación. «La inmediata pregunta que se hace todo el mundo es ¿cómo sé que esto pasó?». A partir de ahí alude a todas las complicaciones que enfrenta probar casos de violación en una situación como esta. «Tenéis que entender que la mayoría de víctimas sexuales fueron asesinadas, muchos de los cuerpos fueron quemados, las escenas fueron caóticas porque fueron 24 horas las que se tardaron en garantizar que no quedaban terroristas», recuerda.

 

«Nadie pensó en preservar las pruebas del crimen. En un caso normal, la policía pone cintas para que nadie entre o para que accedan con ropas especiales. Esto no pasó aquí porque fue mucha la gente que entró para encontrar supervivientes, cuerpos, asegurarse de que no había terroristas… La escena no fue preservada y los cuerpos, muchos de ellos, no pudieron ser chequeados para realizar pruebas forenses», asume la jueza.

 

Pide ponerse en el contexto de «cientos de víctimas y miles de familias que se volvieron locas para saber qué pasó con sus allegados» y eso provocó «mucha presión para identificar los cuerpos». «Los que sobrevivieron estaban tan heridos que no fue fácil de identificar inmediatamente en los hospitales. No llevaban sus tarjetas de identificación, no se sabía quiénes eran», añade.

A esta cadena de contratiempos se sumó la tradición religiosa y cultural. De acuerdo con la tradición judía, «es esencial hacer el funeral inmediatamente. Nadie pensó en qué tipo de evidencias se podrían haber seguido obteniendo». La mayoría de reconocimientos se hicieron por fotos, en muchos casos solo a las caras.

 

Este tipo de agresiones tiene unas características especiales respecto a otros delitos y la jueza avanza que «en general los supervivientes que sufrieron serios episodios de violencia sexual están tan traumatizados que no se lo han dicho a la policía todavía y quizá nunca lo hagan». «Supervivientes de la violencia sexual a veces tardan años, a veces nunca, para dar el paso», remarca.

 

«Supervivientes de la violencia sexual a veces tardan años, a veces nunca, para dar el paso»

 

En cualquier caso, celebra la «contundencia» de las conclusiones de la ONU que, a su juicio, zanja que «hay evidencias suficientes de uso sistemático de violencia sexual». Los que dice el informe de Naciones Unidas es que hay «información clara y convincente de que se ha cometido violencia sexual, incluida violación, tortura sexualizada, tratos crueles, inhumanos y degradantes contra rehenes». Añade que existen «motivos razonables para creer que dicha violencia puede estar en curso contra aquellos que aún están en cautiverio».

 

En cuanto al 7 de octubre, el informe de Pramila Patten dice que «en el contexto del ataque coordinado de Hamás y otros grupos armados contra objetivos civiles y militares en todo el perímetro de Gaza, el equipo de la misión encontró motivos razonables para creer que ocurrió violencia sexual relacionada con conflictos en múltiples ubicaciones». Centra sus conclusiones en el descampado en el que se celebraba el festival de música, la carretera 232 por la que huyeron la mayoría de víctimas y el kibutz Re’im, una de las localidades que rodean Gaza.

La magistrada Nava Ben-Or destaca que la Convención de Roma habla de crímenes contra la Humanidad y su propósito es detectar delitos contra cualquier población civil con conocimiento del ataque. «Uno de sus pequeñas subsecciones habla de violaciones, esclavitud sexual, o cualquier otra forma de violencia sexual, así que cuando Patten encontró que había violencia sexual sistemática en al menos tres escenarios es un crimen contra la humanidad y esa conclusión está basada en una investigación objetiva de la ONU, no es de Israel«, comenta.

 

Pone en valor la autonomía de la que ha gozado Naciones Unidas para sus pesquisas, sin injerencias de las autoridades israelíes: «Nadie estaba presente cuando se reunieron con los testigos o condujo sus entrevistas para recabar testimonios». La ONU acompañó sus conclusiones con los trabajos realizados entre el 29 de enero y el 14 de febrero. Realizaron 33 reuniones con instituciones israelíes, visitaron instalaciones como el Centro Nacional de Medicina Forense de Israel o la morgue a la que fueron trasladados los cuerpos. Revisaron más de 5.000 imágenes fotográficas y aproximadamente 50 horas de video de los ataques. También entrevistaron a 34 personas, incluidos supervivientes, testigos de los ataques del 7 de octubre y rehenes liberados.

 

A pesar del respaldo de este organismo de las Naciones Unidas, la jueza siente que hay poca implicación por parte de otros estamentos de la ONU: «Alzamos la voz contra el silencio y la negación. Muchos organismos están callados como ONU Mujeres, lo niegan, lo contextualizan en el marco del conflicto. En mi impresión, ese relativismo demuestra que en algunas circunstancias se justifica la violencia contra la mujer».

 

«Alzamos la voz contra el silencio y la negación. Muchos organismos están callados como ONU Mujeres, lo niegan»

 

En cuanto a los trabajos llevados a cabo por el Proyecto Dina, la magistrada Ben-Or explica que se dividen las pruebas recabadas en varias categorías. «La primera son los testimonios de primera mano de los supervivientes», arranca antes de glosar casos concretos. Algunos de ellos son públicos y han hecho declaraciones a los medios de comunicación, incluida alguna rehén liberada por Hamás: «La gente que trata con víctimas de violencia sexual aprecian muchas veces una evolución. Ellas vienen a la policía o le cuentan a alguien cercano que esa persona le tocó y pasados días o meses dicen ‘o, realmente me violó’.

 

También se han recabado testimonios de testigos no directos. Cita alguno a modo de ejemplo: «Tenemos otra oficial que sirvió en una unidad de la frontera con Gaza. Hablamos con ella y dijo que escuchó gritos propios de una violación y que cuando se fueron los terroristas, la soldado estaba desnuda y estaba mutilada. Hemos visto fotos de mutilaciones en órganos íntimos».

 

También se han entrevistado con las primeras personas que repelieron los ataques «y que encontraron múltiples cuerpos desnudos, que es un indicativo de violencia sexual». Además de eso, recuerda que ha sido el atentado «más televisado de la historia». «Los terroristas iban con cámaras y mandaron imágenes de sus víctimas a sus familias», enfatiza.

 

«Los terroristas iban con cámaras y mandaron imágenes de sus víctimas a sus familias»

 

La ONU reporta expresiones en su informe que coinciden con la descripción de la jueza Ben-Or: «En la mayoría de estos incidentes, las víctimas que fueron sometidas primero a la violación fueron luego asesinadas, y al menos dos incidentes involucran la violación de los cadáveres de mujeres. El equipo de la misión también encontró un patrón de víctimas, en su mayoría mujeres, encontradas totalmente o parcialmente desnudas, atadas y disparadas en múltiples ubicaciones».

 

Preguntada acerca de si confía en que un tribunal acabe enjuiciando a los responsables de estos crímenes, la jueza se muestra poco optimista: «Es una investigación complicada y las supervivientes no sé si estarán preparadas. Mi equipo está tratando que acabe en un tribunal criminal no militar porque son criminales. Nunca sabremos quién hizo qué a quién. La prioridad es que liberen a todos los rehenes, aunque ese sea el precio que tenemos que pagar para que no haya juicio».

 
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