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| martes diciembre 3, 2024

PINJAS 5784


B’H

Números 25:10-30:1

 

El nieto de Aarón, Pinjás, es premiado por su celo al matar al príncipe de la tribu de Shimón, Zimri junto a la princesa Madianita, Cazbí: Di-s le otorga un pacto de paz y la Kehuná – sacerdocio.

Un censo del pueblo cuenta 601.730 hombres entre 20 y 60 años. A Moshe se le explica cómo debe dividir la Tierra entre las tribus y las familias de Israel a través de un sorteo. Las cinco hijas de Tzlafjad piden a Moshe que les conceda la porción de tierra que le pertenece a su padre, quien murió sin hijos varones; Di-s acepta su pedido y lo incorpora a las leyes de herencia de la Torá.

Moshe lega el poder en manos de Ieoshúa para que lo suceda e introduzca al pueblo a la Tierra de Israel. La sección concluye con una detallada lista de ofrendas diarias, las ofrendas adicionales traídas en Shabat, Rosh Jodesh (principio del mes), y las festividades de Pesaj, Shavuot, Rosh HaShaná, Iom Kipur, Sucot y Sheminí Atzeret.

 

AMOR A LA TIERRA

Iosef pidió a sus hermanos que cuando Di-s llevara a los Hijos de Israel de retorno a su tierra tomaran sus restos con ellos y lo sepultaran allí.

Las hijas de Tzlafjad, descendientes de Iosef, pidieron heredar la parte de su padre, dado que éste no había dejado herederos varones.

Es que la principal característica de Iosef y sus descendientes era el amor a la Tierra de Israel.

No es casualidad que cuando las tribus de Reubén y Gad piden a Moshé tomar su parte del otro lado del Jordán Moshé agregue media tribu de Menashe. Él sabía que, mientras esa media tribu estuviera unida a las otras dos el vínculo de éstas con la Tierra de Israel se mantendría fuerte.

La decepción de Moshé

Rav Jonathan Sacks

 

Oculta debajo de la superficie de la parashat Pinjás los Sabios encuentran una historia muy importante. Moshé, tras haber visto morir a su hermana y a su hermano, comprende que su tiempo en la tierra está llegando al fin. Él reza pidiéndole a Dios que nombre un sucesor: «Que el Eterno, Dios de los espíritus de toda la humanidad, nombre a un hombre sobre la asamblea, que salga al frente de ellos, y que los saque y los traiga, para que el pueblo del Eterno no sea como un rebaño que no tiene pastor».

Pero hay una pregunta obvia. ¿Por qué este episodio aparece precisamente aquí? Debería haber estado siete capítulos antes, cuando Dios les dijo a Moshé y a Aharón que morirían y no entrarían a la tierra, o poco después cuando leemos sobre la muerte de Aharón.

Los Sabios encuentran dos claves sobre la historia que se esconde detrás del relato. La primera es que aparece inmediatamente después del episodio en el que las hijas de Tzelofjad solicitan y obtienen la parte de la tierra que correspondía a su padre. Eso fue lo que desencadenó el pedido de Moshé. Un Midrash explica:

¿Cuál fue la razón por la que Moshé efectuó este pedido después de declarar el orden de la herencia? Cuando las hijas de Tzelofjad heredaron a su padre, Moshé razonó: ha llegado el momento de hacer mi propia petición. Si las hijas heredan, sin duda es justo que mis hijos hereden mi gloria.

La segunda clave está en las palabras que Dios le dijo a Moshé inmediatamente antes de su pedido para que nombre un sucesor:

El Eterno dijo a Moshé: «Asciende a este Monte Abarim y mira la tierra que Yo he entregado a los Hijos de Israel. La verás y luego tú también serás recogido a tu pueblo, como fue recogido tu hermano Aharón…»

Las palabras en itálicas parecen redundantes. Dios le dijo a Moshé que pronto moriría. ¿Por qué necesitaba agregar «como tu hermano Aharón»? El Midrash dice: esto nos enseña que Moshé quiso morir como murió Aharón. El Ktav Sofer explica: Aharón tuvo el privilegio de saber que sus hijos seguirían sus pasos. Elazar, su hijo, fue nombrado Gran Sacerdote cuando Aharón vivía. Hasta la actualidad, los cohanim son descendientes directos de Aharón. También Moshé quería ver a uno de sus hijos, Guershon o Eliézer, tomar su lugar como líder del pueblo. Pero eso no ocurriría. Esa es la historia debajo de la historia.

Esto tuvo secuelas. En el Libro de Jueces leemos que un hombre llamado Mijá (Miqueas) estableció un culto idólatra en el territorio de Efraim y contrató a un levita para oficiar en el santuario. Unos hombres de la tribu de Dan, que se desplazaban hacia el norte buscando tierras más adecuadas para ellos, llegaron a la casa de Mijá y se apoderaron tanto de los objetos idólatras como del levita, al que convencieron para que se convirtiera en su sacerdote diciéndole: «Ven con nosotros y sé nuestro padre y sacerdote. ¿No es mejor servir como sacerdote de una tribu y un clan de Israel antes que en la casa de un solo hombre?».

Sólo al final de la historia se nos dice el nombre del sacerdote idólatra: Ionatán hijo de Guershón hijo de Moshé. En nuestros textos, se inserta la letra nun en el último de estos nombres, de modo que puede leerse Menashé en vez de Moshé. Sin embargo, la letra, de forma inusual, está escrita por encima de la línea, como un agregado. El Talmud dice que la letra nun se añadió para evitar manchar el nombre de Moshé, revelando que su nieto se había convertido en un sacerdote idólatra.

¿Cómo podemos explicar el aparente fracaso de Moshé con sus hijos y nietos? Una sugerencia de los Sabios es que esto se debió a los años que vivieron en Midián con el suegro de Moshé, Itró, quien en ese momento era un sacerdote idólatra. Parte de esa influencia midianita reapareció en Ionatán, tres generaciones más tarde.

Alternativamente, hay en diversos lugares alusiones a que Moshé estaba tan preocupado liderando al pueblo que simplemente no tenía tiempo para atender a las necesidades espirituales de sus hijos. Por ejemplo, cuando Itró llegó a visitar a su yerno tras la partición del Mar Rojo, él llevó también a Tzipora, la esposa de Moshé, y a sus dos hijos. Ellos no habían estado con Moshé hasta ese momento.

Los Sabios van todavía más lejos especulando la razón por la que Aharón y Miriam, los hermanos de Moshé, hablaron negativamente de él. Los Sabios dicen que a lo que ellos se refirieron fue que Moshé se había separado físicamente de su esposa. Moshé lo había hecho porque la naturaleza de su rol era tal que debía estar todo el tiempo en estado de pureza ya que en cualquier momento podía tener que hablar con Dios. En síntesis, ellos se quejaron de que estaba descuidando a su propia familia.

Una tercera explicación tiene que ver con la naturaleza misma del liderazgo. La autoridad burocrática (autoridad en virtud del oficio), puede transmitirse de padre a hijo. Eso es lo que ocurre con la monarquía. Y con la aristocracia. Y también con algunas formas de liderazgo religioso, como el sacerdocio. Pero la autoridad carismática (en virtud de las cualidades personales) nunca puede transmitirse automáticamente de una generación a otra. Moshé fue un profeta y la profecía depende casi por completo de las cualidades personales. Por eso, aunque en el judaísmo el reinado y el sacerdocio son prerrogativas masculinas, la profecía no lo es. Hubo profetisas así como hubo profetas. En este sentido, Moshé no era algo inusual. Pocos líderes carismáticos tuvieron hijos que también fueron líderes carismáticos.

Una cuarta explicación ofrecida por los Sabios es muy diferente. En principio, Dios no quiso que la corona de la Torá pasara de padres a hijos en sucesión dinástica. El sacerdocio y el reinado sí. Pero la corona de la Torá, dicen los Sabios, pertenece a cualquiera que elija aferrarse a ella y asumir sus responsabilidades. «Moshé nos ordenó la Torá como una herencia de la congregación de Iaakov». Esto implica que la Torá nos pertenece a todos, no sólo a una elite. El Talmud elabora:

Ten cuidado [de no descuidar] a los hijos de los pobres, porque de ellos sale la Torá… ¿Por qué no es habitual que los eruditos den a luz hijos que sean eruditos?

Rav Iosef dijo: para que no se diga que la Torá es su herencia.

Rav Shisha, hijo de Rav Idi, dijo: para que no sean arrogantes con la comunidad.

Mar Zutra dijo: porque actúan con prepotencia contra la comunidad.

Rav Ashi dijo: porque llaman asnos a la gente.

Rabina dijo: porque no pronuncian primero una bendición por la Torá.

En otras palabras, la «corona de la Torá» deliberadamente no fue hereditaria porque podía convertirse en un privilegio de los ricos. O porque los hijos de grandes eruditos podían dar por sentada su herencia. O porque podía llevar a la arrogancia y a despreciar a los demás. O porque el propio estudio podía convertirse en una mera búsqueda intelectual en vez de ser un ejercicio espiritual («no pronuncian primero una bendición por la Torá»).

Sin embargo, hay un quinto factor que debemos considerar. Algunas de las más grandes figuras de la historia judía no tuvieron éxito en que todos sus hijos siguieran sus pasos. Abraham engendró a Ishmael. Itzjak y Rivká dieron a luz a Esav. Los doce hijos de Iaakov se mantuvieron dentro del rebaño, pero tres de ellos (Reubén, Shimón y Levi) decepcionaron a su padre. De Shimón y Levi él dijo: «Que en su consejo no entre mi alma, que mi espíritu no se una a su reunión» (Génesis 49:6). A primera vista, se estaba alejando de ellos.(1) Sin embargo, los tres grandes líderes de los israelitas durante el éxodo, Moshé, Aharón y Miriam, eran todos hijos de Levi.

Shlomó dio a luz a Rejoboam, cuyo desastroso liderazgo llevó a la división del reinado. Jizkiahu, uno de los más grandes reyes de Iehudá, fue el padre de Menashé, uno de los peores reyes. No todos los padres tienen éxito con todos sus hijos todo el tiempo. ¿Cómo podría ser de otra manera? Tenemos libre albedrío. Cada uno, en cierta medida, elige en qué se convertirá. Ni los genes ni la educación que recibimos puede garantizar que nos convirtamos en la persona que nuestros padres deseaban que fuéramos. Y los padres tampoco tienen el derecho de imponer su propia voluntad sobre sus hijos cuando llegan a la madurez.

A menudo esto es para bien. Abraham no se convirtió en un idólatra como su padre, Teraj. Menashé, el arquetipo del rey malvado, fue el abuelo de Ioshiahu, uno de los mejores reyes. Estos son hechos importantes. Para el judaísmo, la paternidad, la educación y el hogar son valores fundamentales. Una de nuestras primeras obligaciones es asegurarnos que nuestros hijos conozcan y amen nuestra herencia religiosa. Pero a veces fracasamos. Los hijos pueden seguir sus propios caminos, alejado del nuestro. Si esto nos ocurre, no debemos paralizarnos de culpa. No todos tienen éxito con todos sus hijos, ni siquiera Abraham, Moshé, David y Shlomó. Ni siquiera Dios mismo. «He criado y educado hijos y ellos se han rebelado contra Mí» (Isaías 1:2).

Hay dos cosas que rescatan la historia de Moshé y sus hijos de la tragedia. El Libro de Crónicas (Crónicas I 23:16, 24:20) se refiere al hijo de Guershon no como Ionatán sino como Shevual o Shuvael, lo que los Sabios traducen como «el que retornó a Dios». En otras palabras, Ionatán eventualmente se arrepintió de su idolatría y volvió a ser un judío fiel. Sin importar cuán lejos pueda haber llegado un hijo, con el tiempo siempre puede retornar.

Lo segundo queda aludido en la genealogía en Números 3. Esto comienza con las palabras: «Estos son los hijos de Aharón y Moshé», pero la lista sólo nombra a los hijos de Aharón. Sobre esto los Sabios dicen que dado que Moshé enseñó Torá a los hijos de Aharón, ellos son considerados como sus propios hijos. En general, los «discípulos» son llamados «hijos».

Puede que no todos tengamos hijos. Incluso si los tenemos, es posible que a pesar de nuestras mejores intenciones, por lo menos temporalmente ellos sigan caminos diferentes. Pero todos podemos dejar en el mundo algo que seguirá siempre vivo. Algunos lo hacen siguiendo el ejemplo de Moshé: enseñando, facilitando y alentando a la siguiente generación. Otros lo hacen en línea con la declaración rabínica de que «los verdaderos descendientes de los justos son sus buenos actos».(2)

Cuando nuestros hijos siguen nuestro camino debemos estar agradecidos. Cuando nos superan, debemos ofrecer un agradecimiento especial a Dios. Y cuando eligen otro camino, debemos tener paciencia, sabiendo que incluso el judío más destacado de toda la historia tuvo la misma experiencia con uno de sus nietos. Y nunca debemos perder las esperanzas. El nieto de Moshé regresó al camino correcto. Casi en las últimas palabras del último de los profetas, Malaji prevé un tiempo en el que Dios «llevará los corazones de los padres a sus hijos y los corazones de los hijos a sus padres». Todos los que se alejaron se reunirán con fe y amor.(aishlatino.com


Notas:

  1. Sin embargo debemos señalar que Rashi interpreta que la maldición se limita específicamente a Zimrí, descendiente de Shimón, y a Kóraj, descendiente de Levi.
  2. Rashi sobre Génesis 6:9

 

¿Quién toma tus decisiones?

Por Naftali Silberberg

Una vez le preguntaron a un hombre casado cuál era el secreto de su feliz matrimonio.

“Es sencillo”, respondió. “Nos dividimos las responsabilidades. Hace mucho tiempo decidimos que mi esposa toma todas las decisiones pequeñas y rutinarias, y yo tomo las más importantes.

“Ella decide qué casa compramos, adónde vamos de vacaciones, si los niños van a escuelas privadas, si yo debo cambiar de trabajo, y cosas por el estilo”.

“¿Y cuáles son las grandes decisiones?”

“Bueno, yo tomo las grandes decisiones, las que son fundamentales. Decido si Estados Unidos debe declararle la guerra a China, si el Congreso debería recaudar dinero para enviar una expedición tripulada a Marte… ese tipo de cosas”.

La vida es una serie de elecciones y decisiones. Sin embargo, las decisiones son relativamente simples en comparación con su implementación. La mayoría de nosotros “elige” vivir de manera saludable; ser mejores como padres, esposos y también mejorar nuestras capacidades interpersonales; conocer más; avanzar en nuestras profesiones; etc. El desafío es llevar a cabo estas decisiones. El truco está en concentrarse en una, dos o tres de estas elecciones. Pero eso nos lleva a tomar otra decisión. ¿En cuál de estas elecciones deberíamos enfocarnos?

Para obtener un poco de perspectiva sobre este asunto, echemos un vistazo a la Torá, específicamente a la descripción de los métodos según los cuales tenía que dividirse la Tierra Prometida entre las tribus.

“A la tribu más grande aumentarás su heredad, y a la más pequeña disminuirás su heredad” (Bamidbar 26:54). La división de la tierra era lógica: cada tribu recibía un lote según su tamaño. Además, la tierra no se dividía solo sobre la base de su extensión, sino que se evaluaba su calidad y su potencial de rendimiento, para asegurar que cada tribu recibiera una porción justa.

Sin embargo, la decisión última la tomó el azar. Luego de que la tierra se dividiera en doce porciones, cada una de las porciones destinadas a una tribu en particular, con la población correspondiente a su tamaño, se llevó a cabo un sorteo para determinar qué tribu recibiría cada porción. Por milagro, el sorteo confirmó la división que se había acordado.

¿Cuál era la necesidad de este proceso de dos instancias? Si la división pretendía ser lógica, ¿por qué se necesitó de un sorteo? Y si había que dejarla en manos de Di-s —mediante un sorteo—, ¿qué necesidad de invertir tiempo y energía en cálculos, logística y evaluaciones?

Quizás la lección que Di-s quería enseñarles a los israelitas antes de que entraran a la tierra, antes de que se iniciaran en el arte de ganarse la vida y todas las decisiones que eso implica, era que esas decisiones que parecen estar en nuestras manos están también, en última instancia, determinadas por el azar, orquestadas por la mano de Di-s.

El Talmud nos cuenta que cuarenta días antes de la concepción de un niño, un ángel se acerca a Di-s y le pregunta si el niño será sabio o tonto, fuerte o frágil, rico o pobre y con quién se casará. Sin embargo, no le pregunta si será honrado o malvado, porque “todo está en manos del Cielo, excepto el miedo (de la persona) al Cielo”.

Podemos pensar que nosotros elegimos nuestra pareja, nuestra área de trabajo, la ciudad en la que residimos, etc. Pero, de hecho, estas preguntas ya han sido respondidas en su totalidad incluso antes de que nosotros fuéramos concebidos. Sí, Di-s espera que tomemos decisiones sabias, pero en última instancia estas decisiones sabias están manipuladas y guiadas por Di-s, que orquesta las circunstancias para asegurarse de que sigamos el camino que Él planeó para nosotros.

Y aun así podemos enorgullecernos de ser criaturas que tienen la libertad de elegir. Pero esa elección está relegada al campo de lo que está bien y lo que está mal, de la ética y de la moral. Tenemos la capacidad de elegir si rezaremos concentrados, si donaremos a caridad, si seremos amables con nuestros pares y si mantendremos la cashrut. Y en última instancia, nuestras elecciones en estos terrenos serán nuestro legado: porque en realidad son nuestras únicas elecciones reales, no influenciadas.

Entonces, ¿en qué elecciones nos vamos a enfocar? ¿En las “grandes”, sobre las que no tenemos control en absoluto, o en las “pequeñas”, que están por completo en nuestras manos?

Resulta que son las pequeñas elecciones aquellas que tienen un impacto en el mundo. (www.es.chabad.org)

 
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