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| lunes septiembre 16, 2024

MATOT-MASEI 5784


B’H

Números 30-36

Moshé enseña las leyes que gobiernan la anulación de promesas a los líderes de las tribus de Israel. Se lucha una guerra contra Midián por su rol en la destrucción moral de Israel, y la Torá da un recuento detallado del botín de la guerra y cómo fue distribuido entre la gente, los guerreros, los Levitas y el Sumo Sacerdote.

Las tribus de Reubén y Gad (más tarde acompañados por media tribu de Menashé) piden las tierras del este del Jordán como su porción de la Tierra Prometida, siendo estas tierras aptas para la cría de ganado. Moshé inicialmente se enoja con este pedido, pero más tarde concuerda con la condición de que ellos primero se unan y lideren a Israel en la conquista de las tierras al oeste del Jordán.

Los cuarenta y dos viajes y campamentos de Israel a través del desierto son listados, desde el Éxodo de Egipto hasta el establecimiento en las planicies de Moab, al otro lado del río, frente a la Tierra de Canaan. Los límites de la Tierra Prometida son enumerados y las ciudades de refugio designadas como lugares de exilio para asesinos involuntarios. Las hijas de Tzelafjád se casan dentro de su propia tribu de Menashé, de manera de que las propiedades que correspondían a su padre no pasen por herencia a otra tribu.

 

SIEMPRE VIAJAMOS

La vida es un viaje permanente desde que nacemos: de la infancia a la adolescencia; de la adolescencia a la edad adulta; de la edad adulta a la ancianidad; de la ancianidad a…

Y tambien a nivel espiritual nuestra vida es un viaje de una etapa a otra, y esto es ilustrado por nuestra parashá, el salir de Mittzraim fue solo el comienzo. Salimos de las estrecheces (meitzarim) para iniciar un camino de elevacion y perfeccionamiento en nuestro viaje a la Tierra Prometida, aquella en la que construiremos una morada para Di-s en este mundo.

 

Se disminuye en alegría…se trae la Redención

Dicen nuestros Sabios: «Desde que se inicia el mes de Menajem Av se disminuye la alegría».

Literalmente y en términos prácticos, esto significa que a partir del primer día del mes, el duelo se acrecienta.

A partir de este día no se bebe vino ni se come carne (excepto en Shabat).

El jasidismo sumó a esa ley judía una óptica optimista. Además de vivir el duelo en términos prácticos, dice, hay que hacer algo para contrarrestarlo.

El duelo se debe a la destrucción, por lo tanto, además de sentirlo hay que reconstruir…

El duelo se debe al Galut (Diáspora), por ello, debemos incrementar los esfuerzos para salir de él, para traer la Redención del pueblo judío.

Este enfoque se encuentra en las palabras de nuestros Sabios, y se manifiesta en la sensible percepción del jasidismo:

«Desde que se inicia el mes de Av se disminuye…» todo lo que fue factor del Galut. ¿Cómo?… «con la alegría».

Con la alegría de cada Mitzvá, con la alegría de cada palabra de Torá, con la alegría de pertenecer al pueblo de Israel.

Todos estos temas: la alegría, la tristeza, el optimismo y las preocupaciones han merecido sabias palabras de los grandes del Jasidut, algunas de las cuales han sido seleccionadas aquí. (www.es.chabad.org)

 

El significado religioso de Israel

Rav Jonathan Sacks

 

La larga travesía está llegando a su fin. Casi pueden ver el Jordán. Leímos sobre el largo itinerario y las paradas a lo largo del camino. Estamos llegando al final de la lista de los campamentos, y Dios le dice a Moshé: «Vaciarán la tierra y se asentarán en ella, pues a ustedes Yo he entregado la tierra para heredarla» (Números 33:53). De acuerdo con Najmánides, esta es la fuente del mandamiento de habitar en la tierra de Israel y poseerla.

Con esto llegamos a una de las principales tensiones en el judaísmo y la historia judía: el significado religioso de la tierra de Israel. De su centralidad no cabe duda. Cualesquiera sean las subtramas y los temas secundarios del Tanaj, el relato global es la promesa de la tierra y el viaje a ella.(1) La historia judía comienza con el viaje de Abraham y Sará hacia la tierra. Los cuatro libros siguientes de la Torá, de Éxodo a Deuteronomio, se ocupan del segundo viaje en tiempos de Moshé. El Tanaj en su conjunto termina con Ciro, rey de Persia, concediendo permiso a los judíos exiliados en Babilonia para regresar a su tierra: el tercer gran viaje (Crónicas II 36:23).

La paradoja de la historia judía es que aunque tiene en su eje un territorio, la tierra santa, los judíos han pasado más tiempo en el exilio que en Israel; más tiempo añorando la tierra que habitándola; más tiempo viajando que llegando. Gran parte de la historia judía hubiera podido ser escrita siguiendo las palabras de la parashá Masei: «Partieron de X y acamparon en Y».

De aquí la tensión. Por un lado, el monoteísmo debe entender a Dios como algo más allá de un territorio. El Dios de todas partes puede encontrarse en cualquier parte. Él no está confinado a este pueblo o a ese lugar, como creían los paganos. Él ejerce Su poder incluso en Egipto. Él envía un profeta, Ioná, a Nínive en Asiria. También está con otro profeta, Ezequiel, en Babilonia. No hay un lugar en el universo donde Él no esté. Por otro lado, debe ser imposible vivir completamente como judío fuera de Israel, porque de lo contrario no se les habría ordenado a los judíos ir allí en un primer momento, ni retornar posteriormente. ¿Por qué el Dios que está por encima de todo lugar debe encontrarse específicamente en este lugar?

 

Los Sabios formularon la tensión en dos proposiciones sorprendentes. Por un lado, «Allí donde los israelitas llegaron al ser exiliados, la Presencia Divina se exilió con ellos».(2) Por otro lado, «Quien abandona Israel para irse a vivir a otro lado es como si no tuviera Dios» (Ketuvot 110b). ¿Es posible encontrar a Dios, servirle y experimentarlo fuera de la Tierra Santa? Sí y no. Si la respuesta fuera sólo sí, no habría ningún incentivo para regresar. Si la respuesta fuera sólo no, no habría razón para seguir siendo judíos en el exilio. Sobre esta tensión se construye la existencia judía.

¿Qué tiene de especial Israel? En «El Cuzari», Iehudá Halevi dice que los distintos entornos tienen diferentes ecologías. Así como hay países, climas y suelos especialmente adecuados para el cultivo de la vid, también hay un país, Israel, especialmente adecuado para el cultivo de los Profetas, es decir, de todo un pueblo inspirado por Dios. «Ningún otro lugar comparte la distinción de la influencia divina, así como ninguna otra montaña produce tan buen vino».(3)

Najmánides da una explicación diferente:

«Dios creó todo y colocó el poder sobre los de abajo en los de arriba y colocó sobre todos y cada uno de los pueblos en sus tierras según sus naciones una estrella y una constelación específica… Pero la tierra de Israel, en el medio de la tierra habitada, es la herencia de Dios… Él nos ha separado de todas las naciones sobre las que Él designó príncipes y otros poderes celestiales, dándonos la tierra [de Israel] para que Él, bendito sea, sea nuestro Dios y nosotros seamos consagrados a Su Nombre (Comentario sobre Levítico 18:25)

Aunque todas las tierras y todas las naciones están bajo la soberanía general de Dios, sólo Israel está directamente bajo Su mano. Los demás son gobernados por intermediarios terrenales y celestiales. Su destino se rige por otros factores. Sólo en la Tierra y el Pueblo de Israel encontramos que las fortunas y las desgracias de una nación son directamente atribuibles a su relación con Dios.

Tanto Iehudá HaLevi como Najmánides exponen lo que podríamos llamar geografía mística. La diferencia entre ellos es que Iehudá HaLevi mira la tierra, y Najmánides el cielo. Para Iehudá HaLevi, lo especial de la tierra de Israel es su suelo, su paisaje, su clima. Para Najmánides, es el gobierno directo por parte de Dios. Para ambos, la experiencia religiosa es posible fuera de Israel, pero es una pálida sombra de lo que puede ser en la tierra. ¿Existe alguna manera de plantear esto de una forma no mística, en conceptos y categorías más cercanos a la experiencia ordinaria? Aquí hay una manera de hacerlo.

La Torá no es sólo un código de perfeccionamiento personal. Es el marco para construir una sociedad, una nación, una cultura. Es lo que Rav Aharón Lichtenstein llamó en una frase memorable «la beatitud de la sociedad». Contiene legislación en materia de bienestar, derecho civil, normas que rigen las relaciones entre empresarios y empleados, disposiciones medioambientales, normas de bienestar animal, salud pública y sistemas gubernamentales y judiciales.

La Torá se encuentra en el extremo opuesto del gnosticismo y otras filosofías que niegan el mundo y ven la religión como un ascenso del alma a reinos etéreos del espíritu. Para el judaísmo, Dios vive aquí, en la tierra, en las vidas, las interacciones y las asociaciones humanas. La Torá es terrenal porque Dios quiere habitar en la tierra. Por lo tanto, la tarea judía es crear una sociedad con la Presencia Divina en su seno. Si el judaísmo se limitara a los asuntos del espíritu, habría dejado fuera de la esfera religiosa vastas áreas de interés humano: todo el ámbito de la política, la economía y la sociología.

Lo que fue y es único en Israel es que es el único lugar del mundo (salvo excepciones efímeras como los himyaritas en el siglo V y los jázaros en el VIII, cuyos reyes se convirtieron al judaísmo), donde los judíos tuvieron la oportunidad de crear toda una sociedad de líneas judías. Es posible vivir una vida judía en Manchester o en Monsey, en Madrid o en Minsk. Pero siempre es una experiencia truncada. Sólo en Israel los judíos llevan su vida en el lenguaje de la Biblia, dentro el tiempo definido por el calendario judío y en un espacio saturado de historia judía. Sólo allí son una mayoría. Sólo allí son capaces de construir un sistema político, una economía y un entorno basados en los valores judíos. Sólo allí el judaísmo puede ser lo que debe ser; no sólo un código de conducta para los individuos, sino también y esencialmente, la arquitectura de una sociedad.

Muy bien, debe haber algún espacio en la Tierra donde los judíos practiquen el autogobierno bajo la soberanía Divina. Pero, ¿por qué específicamente Israel? Porque es, y siempre ha sido, un lugar estratégico clave donde confluyen tres continentes: Europa, Asia y África. Al carecer de la extensa llanura y la fertilidad del delta del Nilo o del valle del Tigris y del Éufrates, o en la actualidad, de los campos petrolíferos de Arabia), nunca pudo ser la base de un imperio. Pero debido a su ubicación, siempre fue codiciada por los imperios. Por lo tanto, era políticamente vulnerable.

Era y sigue siendo ecológicamente vulnerable, porque sus recursos hídricos dependen de la lluvia y las lluvias en la región siempre son impredecibles (de allí las frecuentes hambrunas mencionadas en Génesis). En consecuencia, su existencia nunca pudo darse por sentada. Una y otra vez su pueblo, sobreviviendo desafíos, experimentará esto como un milagro. Pequeños geográfica y demográficamente, dependen de los extraordinarios logros (políticos, militares y económicos) de su pueblo. A su vez, esto depende de su moral y su sentido de misión. Los profetas sabían, tanto natural como sobrenaturalmente, que sin justicia social y sin un sentido de vocación divina, la nación acabaría cayendo y sufriendo un nuevo exilio.

Estos son, por así decirlo, los fundamentos empíricos del misticismo de Halevi y de Najmánides. Son tan ciertos hoy como lo fueron en la antigüedad. En la experiencia judía en Israel hay una conexión directa, una naturalidad que no se encuentra en ninguna otra parte. La historia nos dice que el proyecto de construir una sociedad bajo la soberanía divina en una tierra vulnerable es la más grande de las estrategias de alto riesgo. Sin embargo, a lo largo de cuarenta siglos, los judíos supieron que valía la pena correr el riesgo. Porque sólo en Israel Dios está tan cerca que puedes sentirlo en el sol y en el viento, percibirlo más allá de las colinas, escucharlo en las inflexiones del habla cotidiana, respirar Su presencia en el aire de la madrugada y vivir, peligrosamente pero con confianza, bajo la sombra de Sus alas. (aishlatino.com)

Shabat Shalom


Notas:

  1. Ver D. J. Clines, The Theme of the Pentateuch (Sheffield: JSOT, 1978).
  2. Mejilta, Parashat Bo 14.
  3. El Cuzari II:9-12.

 

 

 
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