La conmemoración del Tishá BeAv nos encuentra este año al pueblo judío en Israel y en el mundo en una situación especial de emergencia. El Estado de Israel enfrenta los últimos diez meses una guerra que amenaza destruirlo desde siete frentes distintos y, en el mundo entero, recrudecen los ataques antisemitas contra los judíos. A las amenazas de sus enemigos externos se une en la sociedad israelí la conciencia de una crisis interior desencadenada últimamente por el enfrentamiento de intereses políticos sectarios y se expresa en una creciente falta de solidaridad y de unión entre los componentes de esta sociedad, en especial entre los integrantes de la población judía mayoritaria. Dada esta situación nos preguntamos: ¿Cuál es el enemigo más peligroso para la existencia del pueblo judío y del Estado de Israel: los enemigos externos explícitamente declarados o el enemigo interior: la desunión dentro del pueblo de Israel?
Parece evidente, según las declaraciones pertinentes, que el ataque insidioso y nefasto del grupo terrorista Hamas el 7 de octubre de 2023 contra Israel, con el propósito declarado de destruir a este Estado, ocurrió debido a la crisis interna que debilitó la cohesión de la sociedad israelí y la presentó como sufriendo un estado de desintegración que le impediría reaccionar y salvarse ante un ataque que, según lo planeado, se llevaría a cabo desde varios frentes al mismo tiempo. Afortunadamente, la necesidad de enfrentar a sus enemigos exteriores hizo que la sociedad israelí volviera a unirse exitosamente en defensa de su existencia gracias a la actuación heroica de sus fuerzas militares, regulares y reservistas, con la ayuda de prácticamente toda la población civil, judíos y no judíos por igual, que permitió y permite también ahora enfrentar el peligro exterior. Sin embargo, de hecho, a través de los largos meses de lucha que aún continúa y se agrava, es claro que esta sociedad sigue fragmentada por dentro y que esta desunión puede debilitarla ante nuevos y previsibles ataques aún peores de sus enemigos de afuera. Dada esta situación parece evidente que el enemigo más peligroso para la continuación de la existencia del pueblo judío y del Estado de Israel lo constituye la situación interna de desunión que sería la causa generadora de los ataques exteriores. Podemos preguntarnos si esta conclusión es legítima y pensamos que reflexionar sobre el significado de Tishá BeAv, por ejemplo, al recordar situaciones críticas anteriores en nuestra historia, puede ayudarnos a comprender mejor lo que ocurre actualmente y, esperemos, a reorientar nuestro camino para asegurarnos un futuro mejor.
El Tishá BeAv, el Noveno día del mes de Av es, sin duda, la fecha más triste del calendario hebreo, fecha de duelo nacional y ayuno que conmemora la destrucción del Primer Templo de Jerusalem en el año 586 A.C. por el rey de Babilonia Nabucodonosor II y la destrucción del Segundo Templo en el año 70 D.C. por los romanos, a la que siguió el exilio del pueblo de Israel de su tierra por dos mil años. A través del tiempo se fueron sumando a la conmemoración de esta fecha el recuerdo de otros eventos catastróficos de la historia judía como la expulsión de los judíos de Inglaterra en 1290 y la expulsión de España en 1492.
De hecho, para la mayor parte del pueblo judío en la actualidad, tanto laica como religiosa, la conmemoración de esta fecha significa –tanto en Israel como en la Diáspora- y cada uno según su interpretación-, una forma de identificación con el pasado del pueblo y con la historia judía. La discusión sobre el significado de la fecha permite en los últimos años a muchos judíos –en Israel y en la Diáspora- realizar en los días previos a Tishá BeAv un diálogo que, aunque se traduce en prácticas distintas, significa para todos esforzarse por comprender las razones que llevaron en su momento a la destrucción de los Templos, cada uno en sus propias circunstancias. Este esfuerzo lleva muchas veces a una comparación de lo ocurrido en el pasado con las circunstancias actuales de la vida del pueblo judío y, en especial, de la sociedad creada en el Estado de Israel, viendo los peligros que enfrenta la continuación de su existencia, y puede llevar también, como me parece en la situación actual, a extraer consecuencias sobre nuestra conducta deseable y sobre la educación de las nuevas generaciones.
Si pensamos en cuáles fueron las razones de la destrucción del Primer Templo, la respuesta obvia nos la da el profeta Jeremías en el libro Eijá que se lee en esta fecha: los pecados del pueblo o, según la visión de este profeta, la falta de justicia social, la corrupción del liderazgo político, la decadencia moral, el desamparo de los pobres y de los débiles y, en general, el no cumplir con los preceptos de la Torá. Según Jeremías, la destrucción exterior y el exilio de Babilonia fueron el resultado necesario de la desintegración moral y espiritual interior del pueblo que olvidó el ideal humano universal para el cual fue elegido, el ideal sobre cuya realización debía dar ejemplo ante los otros pueblos con su forma especial de vivir. Según las fuentes talmúdicas, la razón principal de la destrucción del Segundo Templo fue el odio infundado (sinat jinam) entre hermanos dentro de la sociedad judía, o sea, nuevamente, la desintegración moral y espiritual del pueblo que olvidó su esencia y su unidad. Esta desintegración interior llevó a la pérdida de la patria y de la soberanía a manos de los enemigos de Israel y al Galut (Exilio) de dos mil años.
El Rabino Abraham Itzjak HaCohen Kuk, uno de los más importantes pensadores contemporáneos, se refirió a este tema en su ensayo «Sobre la evolución de las ideas en Israel» (1912). También él considera que fue la decadencia espiritual interior del pueblo la que llevó necesariamente a la catástrofe exterior y al exilio. Según el Rabino Kuk esto pasó, en especial en tiempos del Segundo Templo, por el fortalecimiento del egoísmo, tanto el individual como el nacional, por la imitación de los valores idólatras y materialistas de otros pueblos y por el olvido de la misión humana universal grabada en la esencia del pueblo de Israel, misión que debe traducirse en la vida moral del pueblo en su tierra y en el cumplimiento de los preceptos de la Torá no como fórmulas mecánicas y vacías sino como valores concretos que inspiren cada momento de nuestras vidas.
Según el Rabino Kuk, en una interpretación de la historia que recuerda posiciones del judaísmo liberal, el Galut de dos mil años fue necesario para reeducar al pueblo de Israel, para purificarlo de su egoísmo, para hacerle comprender que la idea divina está destinada a la humanidad entera y para hacerle cumplir en el seno de los otros pueblos una acción educativa a través del cumplimiento de su religión, acción que de hecho se tradujo en la formulación de ideas morales universales en la cultura occidental moderna para el bien de toda la humanidad. Este proceso de reeducación del pueblo debía también, según el Rabino Kuk, prepararlo para retornar a su tierra a fin de realizar aquí su destino de ser un pueblo distinto de los otros en su carácter humano universal que obliga a cada judío a vivir aceptando su responsabilidad ante su prójimo y ante todo lo viviente, en base al valor superior de la Santidad de la Vida.
Según el Rabino Kuk, que vio en el comienzo del retorno sionista del pueblo de Israel a su tierra el «comienzo de la redención», en este retorno el pueblo que aprendió su lección después de tantas catástrofes debe cambiar su conducta para no repetir los errores del pasado. Esto significa vivir realizando valores de justicia social y solidaridad y, principalmente, superar toda desintegración interior para unificar al pueblo por dentro porque esta será la condición para llegar a una Paz verdadera con los otros pueblos. Si al pensar en Tishá BeAv comprendemos, por ejemplo, que en esta fecha perdimos nuestra independencia y se destruyó el Segundo Templo debido al odio sin fundamentos (sinat jinam) entre hermanos –y de aquí la ruina material a manos de nuestros enemigos-, está en nuestras manos, según el Rabino Kuk, cambiar de conducta al volver nuevamente el pueblo a su tierra. En sus palabras: «si fuimos destruidos –y el mundo entero sufrió por nuestra destrucción- debido al odio infundado, podremos ahora volver a construirnos –y el mundo entero podrá ser reconstruido- en base a un amor desinteresado (ahavat jinam). Para el Rabino Kuk la clave para enfrentar los problemas humanos más graves es el Amor y el paso desde el odio ciego y el fanatismo que lleva a la destrucción total a un sentimiento de amor y de solidaridad humana que haga posible la coexistencia pacífica entre todos, creando una nueva forma de comunicación espiritual por encima de las barreras materiales y de los lenguajes políticos e ideológicos que separan a los individuos y a los pueblos.
La conmemoración de Tishá BeAv tomando conciencia de la situación actual en la vida del pueblo judío y recordando las lecciones del pasado a la luz de una interpretación como la del Rabino Kuk, puede ser un desafío espiritual muy fructífero para el judío de nuestro tiempo, laico o religioso, tanto en Israel como en la Diáspora. Esto es especialmente válido, a mi entender, en nuestra situación en Israel para hacernos comprender que sin duda, como lo planteamos antes, el enemigo más peligroso para nuestra existencia es la desunión dentro de nuestro pueblo y dentro de la sociedad israelí en general. Esto significa que es necesario reorientar los procesos morales y sociales negativos que estamos viviendo para volver a afirmar la unidad del pueblo y de la sociedad israelí aceptando la igual responsabilidad de cada individuo por los demás, más allá de las diferencias de posiciones ideológicas, políticas o religiosas que nos separan. Esto significa también reafirmar y fortalecer los valores humanos universales de nuestra identidad pues sólo así podremos, a mi entender, no sólo enfrentar con éxito la lucha contra nuestros enemigos externos sino también, lo más importante, posibilitar la continuación del proceso de renacimiento espiritual de nuestro pueblo y asegurar la continuación de nuestra vida en condiciones de coexistencia digna y pacífica con nuestros vecinos en Israel y en el mundo entero.
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