Beni Sabti tenía 7 años en su Irán natal cuando estalló en 1979 la revolución islámica que cambió la vida en el país y por la cual él, la comunidad judía toda y la población en general, sufrieron tanto. Sabti es hoy un investigador del tema Irán, consultor externo sobre su actualidad y su política, incluyendo en el sistema de seguridad, asesor en temas iraníes en distintos foros y miembro del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional (INSS). Asesoró por ejemplo a la unidad del portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel en la creación de sus redes en idioma persa. Y en otro orden de cosas, también a los creadores de la serie televisiva israelí “Teherán”.
Conversamos con él hace pocos días, mientras Israel espera el muy anunciado ataque de Irán, sin saber el momento exacto en que llegará ni su envergadura. Cabe señalar que la entrevista fue antes del ataque preventivo de Israel a Hezbolá este domingo 25 de agosto de madrugada.
Asesor en temas de Irán
P: Beni, antes de pasar a su historia personal en Irán y la llegada a Israel, vayamos a la actualidad. Para asesorar en temas de Irán, como usted ha hecho y sigue haciendo en distintos marcos, me imagino que es clave el hecho que conoce bien la mentalidad. No se trata simplemente de saber el idioma persa.
R: Por supuesto. Por eso se creó por ejemplo la rama en persa del portavoz de las Fuerzas de Defensa de Israel. Es parte del departamento en árabe. Yo los asesoré. Nos parecía que era muy importante poder hablar directamente con el pueblo iraní y hacerle entender que su situación es muy difícil porque usan su dinero y sus recursos para el terrorismo y para el programa nuclear que no beneficia en nada al pueblo iraní. Y todo eso por el antisemitismo del régimen, por sus posiciones anti occidentales , porque quieren destruir a los demás. Atacan mujeres, ya hemos visto casos terribles que sucedieron de mujeres muertas por golpes o disparos de extremistas del régimen por no tener “bien puesto” el hijab. No soportan la existencia de judíos y cristianos. Es un problema muy de fondo. Y debo destacar que lo que determina la situación actual no es la tradición persa sino el extremismo del Islam chiita.
P: Usted dijo en otra entrevista, en la radio israelí, que ese encare se vio inclusive en las Olimpíadas de París, o mejor dicho en los preparativos.
R: Así es, porque ellos no creen en nada que no sea la revolución islámica, ni en deportes, ni en literatura, poesía, arte, danza…En todo, la religión está por sobre lo demás. Por eso hemos visto a varios deportistas huir de Irán. En la Asociación de Dibujo, algo así, la intención es usar el dibujo para glorificar al Islam chiita. Nada más. En profesiones libres, médicos, ingenieros, todos deben interrumpir el trabajo para ir a rezar.
P: ¿Es algo que bloquea al país en el diario vivir?
R: Por supuesto. El país pierde a todos sus grandes talentos, no es algo que se ve en un día. Pero pasaron 45 años desde la revolución islámica y se ve en qué se ha convertido Irán. En 1974 mi madre fue a los Juegos Asiáticos en Teherán .El estadio en el que se llevaron a cabo se desmorona, no arreglan lo necesario. Pasa en las calles, carreteras, los edificios, el sistema eléctrico, todo está abandonado. Hablaron del ataque del 14 de abril contra Israel como algo muy sofisticado y todo fue interceptado en el aire. Sus tecnologías son anticuadas, viejas. Hezbolá es otra cosa, pero Irán no es una amenaza para Israel como la presentan. No en lo convencional, claro. El esfuerzo nuclear es otra cosa.
P: ¿Qué sugiere entonces que haga Israel?
R: Creo que debemos ante todo bajar el nivel de las advertencias porque Irán está muy atrasado y no es capaz de amenazar a Israel en forma significativa, por más que hable con otro tono. Israel tiene que tomar la iniciativa y responderle a Irán de una forma que no entiendan de dónde les cayó encima el golpe. Estoy seguro que eso es lo que querría el público iraní. El régimen mintió al decir cuántos ciudadanos votaron en las últimas elecciones. La verdad es que la mayoría no fue a votar . Esperan una señal desde afuera que puedan levantarse y recibir ayuda para derribar al régimen que los oprime. Creo que Israel tiene reparos al respecto porque sabe que Hezbolá, mucho más poderoso militarmente, es la “póliza de seguro” de Irán. Si el tema fuera sólo contra Irán, los terminamos enseguida. Yo creo inclusive que hace mucho tendríamos que haber eliminado a sus jefes, tanto de Irán como de Hezbolá, porque son el motor que mueve todo . Mis contactos iraníes me lo dicen claramente. El problema que frena todo, creo, son los más de 150.000 misiles en manos de Hezbolá.
P: El hecho es que por ahora, Irán no ha atacado a Israel aunque prometió hacerlo en forma decidida por la eliminación en Teherán de Ismail Haniyeh, jefe de Hamas, que atribuyó a Israel. ¿Cómo lo explica?
R: Después de sus grandes amenazas comenzaron a cambiar el tono. Hace unos días el portavoz de la cancillería iraní dijo que querían “castigar” a Israel pero que no tenían interés en una guerra regional. Pero el “honor” puede que se imponga y lancen igual un ataque, aunque no sea lógico. La pregunta central es si acaso piensan frenar a Hezbolá para que no lance su ataque. Yo creo que no, no frenarán a Hezbolá. Ya ha pasado que Hezbolá no escuchó a Irán cuando le dijeron que suba o baje el tono. Hezbolá sabe que si Israel se enloquece, es serio porque aunque nos dañen, entienden que ellos sufrirán un daño mucho peor, irreversible quizás.
P: ¿Ve alguna constelación en la que Hezbolá no ataque?
R: No, estoy seguro que Hezbolá atacará pero no creo que hagan algo masivo con decenas de miles de misiles. Creo que Nasrallah, jefe de Hezbolá, no quiere entrar en algo cuyo final no se puede prever. No creo que lancen algo del “día del juicio”. Irán quisiera pero no puede. Hezbolá puede pero creo que entiende cuánto daño le hará Israel si lo hacen.
La vida en Irán, antes y después de la revolución islámica
P: ¿Cómo resumir el cambio en su vida cuando los Ayatollas subieron al poder?
R: Yo tenía 7 años cuando estalló la revolución islámica. Pasamos años muy duros de opresión y persecución de los judíos. No fue nada sencillo. Tuvimos que huir, como en las películas. Logramos salir y llegamos a Israel cuando yo ya tenía 15 así que pasamos bastante en el Irán de los Ayatollas, 8 años.
P: Beni, habiendo alcanzado a vivir unos años en el Irán de los Ayatollas ¿Qué podría contarme de su vida allí, su familia, antes y después?
R: Indudablemente crecer en el Irán de la revolución islámica fue totalmente distinto de lo anterior. El país se dio vuelta absolutamente, como ocurre siempre que grupos extremistas toman el poder. En los años del Shah, los años 60 y 70 del siglo pasado, se vivía el secularismo, la modernidad. Pero en realidad después entendí que eso era superficial, que los clérigos todo el tiempo presionaban por el regreso a la religión, criticaban siempre al Shah, lo acusaban de estar vinculado a Israel y Estados Unidos, de haber vendido a Irán…todo eso fue entrando durante años a la cabeza de la gente. Y creo que aquel régimen no se ocupó de ese problema. Y cuando empezó a acercarse la revolución, los soldados del Shah no lograron frenarla.
P: ¿Cómo recuerda el cambio?
R: De la noche a la mañana, impresionante. Lo blanco pasó a ser negro, todo cambió, absolutamente.
P: Recordemos que no es que se pasó de una gran democracia a la dictadura islamista. El régimen del Shah no era un dechado de flores. Había mucha opresión de los opositores.
R: Sin duda ninguna. Pero quien se mantenía distante de la política, podía vivir una vida moderna, secular, como en democracia. Claro que había opresión, torturas si uno era opositor. Los judíos manteníamos distancia de todo eso. Pero cuando llegó la revolución islámica, no solamente los activistas sufrían, todos estaban oprimidos. Se obligó a las mujeres todas a ir con hijab, los hombres tenían que enrolarse a la guerra entre Irán e Irak. Inclusive-le diré y no lo creerá- que en los años 80, cuando a Irán le faltaban soldados para la guerra, los miembros de las Guardias Revolucionarias andaban en moto por Teherán y si veían a un joven que no tenía por ejemplo su carné de estudiante, se lo llevaban al frente. Lo secuestraban en la moto a plena luz del día. Me acordé mucho de eso el 7 de octubre con la imagen del secuestro de Noa Argamani en la moto. Y eso me sacó para afuera aquellos recuerdos que se ve que los tenía muy guardados adentro mío.
P: ¿Usted también vivió esa situación?
R: Así es. Y se ve que quise olvidarme. Fue muy duro. Me pasó dos veces por lo menos. Se me acercaron y si no hubiera tenido el carné de estudiante, me llevaban. Y habría pasado lo peor. Y se habla mucho del hijab de las mujeres obligadas a ponérselo. De otra forma, había algo similar con los hombres. De muy jovencito yo tenía cabello largo y a la revolución eso no le gustaba. Dos veces me atraparon en medio de la calle y me afeitaron toda la cabeza. Me tiraron al piso, me apretaron la cabeza sobre el asfalto y me raparon. Eso, antes de saber que yo era judío.
P: ¿Cómo era la situación de los judíos en general?
R: Antes de la revolución islámica había unos 120 mil judíos en Irán, de los cuales unos 80 mil huyeron en 1979, el primer año de la revolución. Se quedaron unos 40 mil pero de ellos muchos fueron escapando gradualmente, como mi familia. Hoy se estima que hay solamente 10 mil.
P: ¿Cómo vivió su familia esa situación?
R: Mis padres eran de hecho funcionarios del Estado, mi madre como enfermera en un hospital y mi padre como contador del hospital judío. Las autoridades iban todo el tiempo al hospital de mi padre a molestar, les decían que trabajaban para Israel, para pasar dinero a Israel, que dañaban a los pacientes musulmanes, exactamente igual como la demonización en Europa. Es un régimen absolutamente antisemita. Nada de eso era cierto. ¿Pasar dinero a Israel? Era un pobre hospital carente de fondos, que por eso estuvo una época cerrados unos años. No tenían ni un centavo de más, precisaban todo lo que ganaban para mantener estrechamente a la familia. Eran simples funcionarios. Y además, trataban realmente de ser muy iraníes. Tanto antes como después de la revolución, trataron de ser parte de la sociedad, de trabajar en marcos generales, no como muchos otros judíos que por ejemplo tenían sus negocios o profesiones libres y se mantenían distantes del resto de la sociedad, de los musulmanes, porque conocían su antisemitismo. Pero mis padres eran un poco más preparados y pensaron, como en Europa, que es mejor ser parte de la administración del Estado, que Irán era su país, donde habían nacido y querían ser parte.
P: Pero eso lo pensaban ellos, no el “otro lado”.
R: Exactamente. Y un día cuando mi padre salió del trabajo, el 4 de noviembre de 1985, y se disponía a tomarse el ómnibus para volver a casa, un coche con miembros de las Guardias Revolucionarias lo atropelló. Estaba claro que fue intencional, no un accidente. Algunas personas que vieron lo que había sucedido trataron de parar a ese coche, les increparon qué habían hecho sin saber quiénes eran porque el coche no tenía ningún símbolo de nada. Los hombres salieron riéndose del auto y dijeron que estaban en camino a una misión sagrada, mostraron su identificación y exigieron a todos que se vayan, que los están molestando. Mi padre quedó herido, tuvo que pasar varias operaciones y de a poco se recuperó aunque nunca del todo. Hubo varios casos así de judíos que murieron por ataques antisemitas de ese tipo.
P: Y esa fue la gota que rebasó el vaso me imagino…
R: Así es. Y mis padres decidieron definitivamente que nos tenemos que ir. Logramos contactarnos en forma secreta con agentes que nos ayudaron para hacernos escapar, nos dijeron adónde y cuándo ir…nos llevó un año y dos meses poder concretarlo. En enero de 1987 salimos de Irán, a pie, caminando unas dos semanas hasta que llegamos a un lugar desde el cual pudimos tomar un avión a Alemania y de allí luego a Israel.
P: Y fue el comienzo de una nueva vida…
R: Sin duda. Hoy mi padre tiene 85 años y mi madre 72, gran diferencia entre ellos. Lograron adaptarse y creo que justamente el hecho que en Irán habían tratado de ser parte general de la sociedad, los ayudó también en Israel. Tuvieron una actitud de no estar llorando por lo que tenían sino de apreciar las nuevas oportunidades. Y como de todos modos no es que vinieron de ser dueños de un gran negocio que en Israel ya no tenían, encararon bien las cosas. Enseguida se dijeron que “estamos en nuestro país”. Mi madre, como era enfermera de profesión, enseguida pudo ir a trabajar en Hadassah Ein Karem, aunque no sabía mucho hebreo. De a poco fue avanzando. Mi padre, por las heridas que nunca se recuperaron del todo, no volvió a trabajar en forma ordenada pero sí fue voluntario durante muchos años. Estuvimos un tiempo en el centro de absorción de Mevaseret Tzion cerca de Jerusalem y recuerdo que había también muchos inmigrantes de Argentina, en determinado momento también de Chile…no recuerdo si también de Uruguay.
P: ¿Está feliz del paso que dieron sus padres al dejar Irán y venir a Israel?
R: Por supuesto. Me cambió la vida.
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