Con las negociaciones por la liberación de los secuestrados estancadas y una mayor complejidad en efectuar favorables operaciones de rescate como la que trajo con vida a Noa Argamani, Almog Meir, Andrey Kozlov y Shlomi Ziv en junio, Israel se enfrenta a una nueva guerra de presiones en aumento que Hamas buscará transformar en tiempo y lograr una frágil supervivencia.
Los terroristas lo saben: el tiempo les puede jugar a su favor. Las nuevas exigencias de Hamas son inaceptables para la seguridad a largo plazo en Israel y dejan abierta la posibilidad a una nueva masacre en un futuro incierto. La razón principal del estancamiento está en la insistencia de Yahya Sinwar a la liberación de cientos y miles de prisiones palestinos, probablemente incluyendo al clan Barghouti, algo que, bajo mi consideración, es inaceptable para Jerusalén.
Los servicios de inteligencia de Israel, conocedores justicieros alrededor del mundo, trabajan día y noche para alcanzar a todos los líderes de Hamas responsables de la masacre del 7 de octubre: desde la eliminación de Saleh Al-Arouri en Beirut, pasando por la eliminación de Mohammad Deif en Gaza hasta la de Ismail Haniyeh en el corazón de Teherán a pocos metros de la residencia presidencial iraní. La orden de terminar con los responsables de la masacre se posiciona ahora sobre la cabeza de Yahya Sinwar, el líder de Hamas que está escondido en los túneles y probablemente rodeado de rehenes israelíes vivos.
La ejecución de seis israelíes que estuvieron secuestrados más de 300 días en Gaza provocó una conmoción y un quiebre en Israel y alrededor del mundo. Estados Unidos, a través de declaraciones de su presidente, Joe Biden, prometió que Hamas pagaría el asesinato de inocentes. El pronunciamiento de la Casa Blanca tiene que ver con el caso de Hersh Goldberg Polin, el joven de 23 años israelí que era además ciudadano estadounidense y que fue brutalmente ejecutado por los terroristas palestinos la semana pasada. Días antes de que su hijo fuera asesinado en los túneles, Jon y Rachel estuvieron en la convención del Partido Demócrata pidiendo ayuda para liberar a los secuestrados.
Esta nueva guerra que comenzó hace unos días plantea otros escenarios con los actores de siempre, pero con once meses de guerra en las espaldas, una economía israelí que viene fuertemente golpeada y una entendible presión de quienes firmarían cualquier cosa para que sus seres queridos regresen a casa cuanto antes.
Es inimaginable lo que puedan sentir las familias de los 101 secuestrados vivos y muertos que están en Gaza y que ven el tiempo pasar frente a la indiferencia de una comunidad internacional que solo presiona a Israel y no exige a los terroristas la liberación inmediata de todos ellos.
Hamas está aniquilado en términos militares. Su operatividad está desarticulada habiendo las FDI dado asertivos golpes en la infraestructura (incluidas las comunicaciones) a lo largo y ancho de la Franja de Gaza. El control del Corredor Philadelfi, que une la frontera con Egipto, permitió a Israel asfixiar económicamente a los batallones de Hamas que durante años sobrevivieron gracias al tráfico (incluido el tráfico de personas) con el Sinaí al sur de Egipto.
La eliminación de altos líderes de Hamas, la Yihad Islámica y Hezbollah desde octubre fue como echar sal en la herida del desmembramiento de las unidades terroristas en el terreno.
Las fuerzas de seguridad y la inteligencia israelíes siguen trabajando en el mismo objetivo militar que indicaron en octubre: volver a Hamas una opción inviable para componer un nuevo gobierno de la Franja de Gaza para la postguerra. Por el momento, Estados Unidos, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Turquía y la moribunda Autoridad Palestina poco han aportado en este sentido.
Once meses de guerra dieron a los terroristas de Gaza una enorme reducción de sus unidades y entre un 15 o un 20% del territorio absolutamente desbastado entre toneladas de escombros. Esa Gaza inhabitable ha sido una lección para todo aquel que quiera repetir un 7 de octubre: los costos de atacar a Israel son altísimos.
El gobierno de Joe Biden, de cara a las elecciones de noviembre que enfrentará a Donald Trump y Kamala Harris, consolida una de las peores actuaciones de la Casa Blanca en Medio Oriente durante mucho tiempo. Hay elementos que permiten ver que Washington pretende replicar el estatus quo de la guerra de Yom Kippur en 1973 con un Israel atado de manos, sin profundidad estratégica y muy sujeto a un mundo que no entiende lo que significa una guerra existencial.
Los altos niveles de desconfianza con el plan que la Casa Blanca podría presentar en búsqueda de un alto al fuego (a estas alturas con el objetivo de catapultar a Harris en la opinión pública internacional) llevaron a que el primer ministro de Israel, Bibi Netanyahu, convocara a su equipo en Kirya para esbozar los posibles escenarios en los que un acuerdo sea inviable y la guerra continúe en todos los frentes, incluido en la frontera norte con el Líbano y el Judea y Samaria.
Los siguientes días serán muy importantes para conocer cuáles serán los límites y las posibles nuevas líneas rojas que el gobierno de Jerusalén está dispuesto a plantar y ceder para avanzar en esta nueva etapa. Por el momento, quedan 101 israelíes secuestrados. Más les valdría a los palestinos liberarlos antes de que se desate una tempestad.
Nota exclusiva para Radio Jai
Luciano Mondino es Licenciado en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales por la Universidad Católica de La Plata. Master en Política Internacional por la Universidad Complutense de Madrid. Sus principales líneas de investigación son sobre islamismo, Terrorismo y Crimen Organizado.
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