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| martes noviembre 19, 2024

“¿Qué quiere nuestro enemigo?”


Foto IDF

¿Qué quiere nuestro enemigo? Nada que podamos aceptar. Nos enfrentamos a una ideología totalizadora, conocida como palestinismo, ejecutada por Hamás y sus facilitadores, que no quiere nada menos que acabar con el espectro —para ellos absolutamente humillante— de la soberanía judía. Nos enfrentamos a un enemigo dedicado por todos los medios necesarios a dar una última lección a esos judíos que se atrevieron a imaginarse iguales, soberanos y dueños de su destino en su propio Estado, en su tierra ancestral, para que nunca más intenten hacerlo.

Nos enfrentamos a un enemigo que no solo invadió nuestro país, nuestros hogares, para asesinar y mutilar alegremente a las personas más amantes de la paz en sus camas, sino que secuestró a cientos de ellas para que sirvieran como garantía de que no pagarían consecuencias por lo que hicieron el 7 de octubre. Los brutales ejecutores de la ideología del palestinismo, conocidos como Hamás, no secuestraron personas con el objetivo limitado de liberar a unos asesinos de las cárceles israelíes, sino más bien para asegurarse de que no pagarían ningún precio por lo que hicieron y, por lo tanto, poder hacerlo una y otra vez.

No nos engañemos: en lo que respecta a Hamás, no pagó ningún precio ni sufrió ninguna consecuencia por lo del 7 de octubre. La devastación en Gaza y la gente muerta no tienen importancia para Hamás. Animados por la presión mundial para que se le proporcionen constantemente suministros, incluso mientras están llevando a cabo una guerra total, siguen teniendo un firme control de Gaza y su gente. Se aseguran una posición como socio negociador legítimo, mientras toda la presión se ejerce sobre Israel para que ceda a sus demandas de volver al 6 de octubre sin consecuencias por sus acciones. No se hace nada contra los partidarios de Hamás —Catar, Egipto e Irán—, pretendiendo que los dos primeros son de alguna manera útiles (no lo son) y que el segundo, de alguna manera, no está involucrado.

Una vez que Hamás intercambie a las mujeres y niños que secuestró, que son sobre todo un lastre para su causa, por suministros garantizados y constantes que aseguren su dominio en Gaza, una vez que haya asegurado que nadie toque su fuente de recursos de la UNRWA, el único acuerdo adicional al que estaría dispuesto —como ha dejado claro en repetidas ocasiones— es el que se remonta al 6 de octubre: Hamás sigue a cargo de Gaza, de la frontera con Egipto que ha sido la fuente inagotable de suministros para su ejército y su economía, Israel se retira completamente, y ellos pueden seguir recibiendo miles de millones del mundo a través de la UNRWA y otros canales, para ser ejecutores aún más efectivos de asesinatos en masa en el futuro.

Hamás ejecuta a los rehenes o intenta hacerlo cuando los soldados israelíes están a punto de liberarlos, porque lo único que no puede aceptar es que los antes sumisos judíos rescaten a su propio pueblo. Los rehenes secuestrados son la póliza de seguros de Hamas para seguir luchando hasta que no haya más Israel.

Frente a una ideología totalizadora que juega a largo plazo con un objetivo aniquilador, la única posición moral que cualquier gobierno u organización internacional debería adoptar (y esta debería haber sido la política a partir del 8 de octubre) es:

  • Liberación incondicional de los rehenes.
  • Rendición incondicional de Hamás.

Eso es lo único que pondría fin a la guerra actual. Poner fin al palestinismo como ideología que niega la posibilidad de un Estado judío soberano dentro de cualquier frontera, es necesario para poner fin a la guerra más grande que ya dura un siglo.

¿Y hasta entonces? Esta es una guerra, y debe librarse como tal, sin ilusiones sobre el enemigo al que nos enfrentamos.

*Escritora, exdiputada laborista de la Knesset, e investigadora sobre el sionismo y el conflicto palestino.
Fuente: cuenta de X de Einat Wilf (@EinatWilf).
Traducción Sami Rozednbaum / Nuevo Mundo Israelita.

 
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