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| domingo diciembre 22, 2024

El Holocausto y el 7 de Octubre


Mientras los judíos europeos eran masacrados sistemáticamente por el ejército alemán -es esa guerra a dos frentes que libró durante la Segunda Guerra Mundial-, los judíos húngaros veían con tensa calma lo que sucedía con sus paisanos. Eso cambió diametralmente cuando en 1944 estos fueron víctimas del poderío y la violencia extrema de las fuerzas teutonas, que -bajo la eficiente tarea logística de Adolph Eichmann- lograron el cometido de incinerar en los crematorios de Auschwitz a más de medio millón de personas, en poco más de un año. El vuelco de recursos a esta tarea prioritaria fue impresionante y poco importó que la guerra contra los aliados era una derrota irreversible. Por eso, lo referido anteriormente de que la guerra tuvo dos frentes: los aliados, por un lado, los judíos por otro.
Resulta curioso que en lo único que estaban de acuerdo aliados y nazis era que unos miraban para otro lado cuando la maquinaria nazi quemaba de manera industrial millones de cuerpos humanos, mientras que los otros se regodeaban de ser testigos de cuando la especie humana tocó fondo, tratando siempre de hacer la tarea “pulcra” y evitar dejar evidencias y acallar los testigos oculares de la masacre.

 

Muchas fueron las mujeres húngaras que parieron en aquellos últimos vagones que llegaban a la terminal de la muerte o que bajaban a la explanada de la estación con fuertes contracciones. Una de ellas fue conducida a una sala, los oficiales nazis procedieron a atar sus pies juntos, y cerraron la puerta por espacio de quince minutos. En ese cuarto de hora, la “naturaleza” hizo lo suyo, mientras los jóvenes soldados se refocilaban por semejante “logro”.
Cuando los prisioneros, aturdidos y desesperados por el hambre y la sed, iban ingresando a las cámaras de gas, el “personal” alemán hacía énfasis a aquellos que habrían de perecer en contados minutos que memorizaran el número en el que habían dejado sus efectos personales para recogerlos después de la “reparadora ducha”. Esa saña y esa añagaza fueron ingredientes fundamentales para que esa empresa de alto rendimiento tuviera el “éxito” alcanzado.
Los testimonios se cuentan por miles y fueron volcados por supervivientes que se animaron a narrar el infierno para que las generaciones venideras supieran lo que pasó.

 

Lo curioso es que los judíos alemanes antes de la guerra pasaban por un momento excepcional en el aspecto social: como nunca antes, estaban integrados a la sociedad del país más culto de Europa. Bastó que una sola persona encendiera una cerilla, para que el odio creciera en dimensiones demenciales y el fuego se desatara con los resultados catastróficos que empezaron a tomar conocimiento público a partir de 1945.
Más acá en el tiempo, exactamente el 7 de octubre de 2023, el mundo volvió a tocar fondo con la masacre perpetrada por las hordas palestinas dentro del territorio del Estado de Israel.

Mientras que el exterminio de los judíos durante la guerra fue promovido y perpetrado por el ejército alemán, la masacre del 7 de octubre fue perpetrada por civiles. Mientras los alemanes trataron por todos los medios de no dejar rastros del Holocausto, los palestinos tuvieron tiempo para grabar con sus móviles las atrocidades cometidas y compartirlas con sus familiares -que salieron a las calles con dulces a celebrar la victoria soñada durante décadas-.
La comparación entre un hecho y el otro se podría tomar como un acto de aberración e ignominia, pues en el primero de los casos fueron asesinadas seis millones de personas, mientras que, en el segundo, poco más de mil doscientas. Pero lo que sí es comparable fue la seña y el regodeo de los soldados alemanes y el pueblo palestino.
Lo que perturba de manera escalofriante es la reacción del mundo ante tanta insania, tanta violencia, tanto odio. Si había algún inocente que pensaba que la judeofobia era cosa del pasado se equivocó de cabo a rabo. De otra manera no se puede entender como el mundo se desgañita a favor de la causa palestina y clama por la desaparición del Estado de Israel y, por ende, de los judíos.

El mundo recibió con beneplácito y de brazos abiertos la llegada de las redes sociales con su mensaje de odio superlativo. Resultó ser la mejor manera que tiene la humanidad para evadirse de sus problemas y de sacar conclusiones rapidísimas leyendo solamente el titular de un medio de prensa “serio” con fotos trucadas que valen más que millones de palabras y testimonios.
Evidentemente, en estos días comprobamos de forma fehaciente que no hay peor ciego que el que no quiere ver y que el antisemitismo está en el ADN de la humanidad

 
Comentarios

No son palestinos son gazaties.
No es la causa Palestina es la causa terrorista
No está en el ADN de la humanidad sino en el ADN de muchas personas. Ya que cada vez hay muchos más que se adhieren a la defensa de Israel

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