B’H
¿Qué es Shemini Atzeret / Simjat Torá?
La fiesta de Sucot va seguida de una fiesta independiente llamada Shemini Atzeret. En Israel esta es una fiesta de un día; en la diáspora es un feriado de dos días, y el segundo día se conoce como Simjat Torá. Esta festividad se caracteriza por un gozo totalmente desenfrenado, que alcanza su punto culminante en Simjat Torá, cuando celebramos la conclusión — y el reinicio — del ciclo anual de lectura de la Torá.
Estos dos días constituyen un feriado importante (Iom Tov), cuando la mayoría de las formas de trabajo están prohibidas. En las noches anteriores, las mujeres y las niñas encienden velas, recitan las bendiciones correspondientes, y disfrutamos de comidas festivas nocturnas y diarias, acompañadas de kidush. No vamos a trabajar, no conducimos, escribimos o encendemos o apagamos dispositivos eléctricos. Está permitido cocinar, salvo si cae en Shabat.
Shemini Atzeret
El primer día, Shemini Atzeret, presenta la oración por la lluvia, que conmemora oficialmente el inicio de la temporada de lluvias del Mediterráneo (es decir, Israel) y la oración de Izkor (suplicando a Di-s que recuerde las almas de los difuntos). Ya no tomamos las Cuatro Especies y ya no mencionamos a Sucot en las oraciones del día; en la diáspora, sin embargo, todavía comemos en la sucá (pero sin recitar la bendición).
Simjat Torá
El punto culminante del segundo día, Simjat Torá («La Alegría de la Torá»), son las hakafot , que se llevan a cabo tanto en la víspera como en la mañana de Simjat Torá, en la que marchamos y bailamos con los rollos de la Torá alrededor de la mesa de lectura en la sinagoga. (En muchas sinagogas, las hakafot también se llevan a cabo en la víspera de Shemini Atzeret).
En este feliz día en que concluimos la Torá, es costumbre que todos los hombres participen en la celebración recibiendo una aliá. ¡Los niños también reciben una aliá!
Después de la aliá final de la Torá, inmediatamente comenzamos un nuevo ciclo desde el comienzo del Génesis (de un segundo rollo de la Torá); esto se debe a que tan pronto como concluimos con el estudio de la Torá, la sabiduría infinita de Di-s, en un nivel, inmediatamente comenzamos de nuevo, esta vez para descubrir interpretaciones nuevas y más elevadas. (En la Tierra de Israel, la celebración y las costumbres de estos dos días están comprimidas en un solo día). (www.chabad.org)
REALMENTE MERECEREMOS ALEGRARNOS
En Pesaj salimos de Egipto (Mitzraim), de nuestras estrecheces y limitaciones (meitzarim). Pero hay muchos hermanos nuestros que siguen en esclavizados en Mitzraim.
En Shavuot recibimos la Torá. Pero muchos hermanos nuestros no saben que ésta existe.
En Rosh HaShaná coronamos a Di-s como Rey del universo. Pero muchos hermanos nuestros no toman conciencia de esta coronación.
En Iom Kipur Di-s nos perdona por nuestros pecados cometidos contra Él. Pero muchos hermanos nuestros no saben que existe esta posibilidad de iniciar una nueva vida limpia de pecados.
Pero si nosotros ayudamos a nuestro hermano a salir de Mitzraim-meitzarim.
Si le enseñamos que hay una Torá que es el plano maestro con que Di-s creó el mundo.
Si hacemos que nos acompañe a coronar a Di-s como Rey del universo.
Si le mostramos como en Iom Kipur puede lograr el perdón.
Si nos unimos todos: el sabio lleno de buenos actos, el sabio que carece de actos, el que tiene buenos actos pero carece de sabiduría, y el que no tiene ni buenos actos ni sabiduría en la fiesta de Sucot, juntos como las cuatro especies bajo el techo de una sucá, entonces con todo derecho podremos estar alegres y danzar en Simjat Torá, pues ninguno de nuestros hermanos estará ausente.
Sobre el liderazgo: Mantenerse joven
Rav Jonathan Sacks
Moshé no se debilitó. Este es el elogio que la Torá le dedica al final de su larga y azarosa vida:
«Moshé tenía ciento veinte años cuando murió, pero sus ojos no se habían opacado ni había perdido su fuerza natural» (Deuteronomio 34:7)
De alguna manera, Moshé desafió la ley de la entropía que afirma que todos los sistemas pierden energía con el tiempo. Lo mismo ocurre con las personas, especialmente con los líderes. La clase de liderazgo que emprendió Moshé (adaptativo, tratando de conseguir que la gente cambiara, persuadirlos para que dejaran de pensar y sentir como esclavos y aceptaran en cambio las responsabilidades de la libertad) es estresante y agotadora. Hubo momentos en los que Moshé estuvo al borde del agotamiento y la desesperación. ¿Cuál fue entonces el secreto para mantener su energía intacta en sus últimos años?
La Torá sugiere que la respuesta está en las mismas palabras que describen el fenómeno. Yo pensaba que «sus ojos no se habían opacado» y «ni había perdido su fuerza natural» eran simplemente dos descripciones, hasta que comprendí que la primera es una explicación de la segunda. ¿Por qué su energía no disminuyó? Porque sus ojos no se opacaron. Él nunca perdió la visión y los elevados ideales de su juventud. Era tan apasionado al final como lo fue al comienzo. Su compromiso con la justicia, la compasión, la libertad y la responsabilidad era inquebrantable, a pesar de las muchas desilusiones de sus cuarenta años como líder.
La moraleja es clara: si quieres mantenerte joven, nunca comprometas tus ideales.
Todavía recuerdo, tan claramente como si hubiera ocurrido ayer, una experiencia dolorosa que tuve hace casi cuarenta años, cuando comenzaba mis estudios para ser rabino. Cada vez que una congregación necesitaba que alguien diera un sermón o celebrara un servicio (porque su Rabino estaba enfermo o de vacaciones), yo siempre me ofrecía como voluntario. A menudo era un trabajo arduo e ingrato. Implicaba estar fuera de casa en Shabat, predicar ante una sinagoga que estaba tres cuartas parte vacía y, la mayoría de las veces, no me tomaban en serio. Una vez me quejé ante el Rabino de una de estas comunidades cuyo lugar había ocupado temporalmente. «Así que eres un idealista, ¿verdad? Bueno, veamos adónde te lleva eso», me dijo.
Sentí pena por ese hombre triste y amargado. Tal vez el destino había sido cruel con él. Nunca supe por qué me respondió de esa forma. Pero en algún punto del camino él había aceptado la derrota. Seguía actuando, pero su corazón ya no estaba en lo que hacía. El idealismo le parecía una ilusión juvenil, destinado a naufragar en las duras rocas de la realidad.
Mi opinión era y es que sin pasión no puedes ser un líder transformador. Si uno mismo no está inspirado, no puede inspirar a los demás. Moshé nunca perdió la visión de su primer encuentro con Dios en la zarza que ardía pero no se consumía. Mientras esa visión permaneció con él, como ocurrió hasta el final de su vida, se mantuvo lleno de energía. Esto se siente en la fuerza sostenida del libro de Devarim, la mayor secuencia de discursos del Tanaj.
Los ideales son los que mantienen vivo el espíritu humano. Lo hicieron bajo algunos de los regímenes más represivos de la historia: la Rusia estalinista, la China comunista. Siempre que se encienden en el corazón humano, tienen la fuerza de energizar la resistencia.
Por lo tanto, la regla es: nunca comprometas tus ideales. Si ves que un camino está bloqueado, busca otro. Si ves que un enfoque fracasa, puede que haya otro. Si tus esfuerzos no tienen éxito, sigue intentándolo. La mayoría de las veces, el éxito llega justo cuando estás a punto de creer que eres un fracaso. Eso fue lo que le pasó a Churchill. Y también a Lincoln. Lo mismo les ocurrió a los escritores cuyos libros fueron rechazados por una editorial tras otra y luego fueron aclamados por el público. Si los logros fueran sencillos, no estaríamos orgullosos de ellos. La grandeza exige persistencia. Los grandes líderes nunca se rinden. Siguen adelante, inspirados por una visión que se niegan a perder.
Mirando hacia atrás su vida, probablemente Moshé debe haberse preguntado si en verdad había logrado algo. Había guiado al pueblo durante cuarenta años y le negaron la oportunidad de llegar a destino, a la Tierra Prometida. Les dio leyes que a menudo transgredían. Efectuó milagros pero ellos seguían quejándose.
Podemos sentir sus emociones contenidas cuando dijo: «Han sido rebeldes contra Dios desde el día en que los conocí» (Deuteronomio 9:24). Y «porque yo sé cuán rebeldes y de dura cerviz son. Si se rebelaron contra Dios mientras yo vivía, ¡cuánto más se rebelarán después de mi muerte!» (31:27) Sin embargo, Moshé nunca se rindió ni transigió en sus ideales. Por eso aunque él murió, sus palabras no murieron. Físicamente anciano, permaneció siendo espiritualmente joven.
Los cínicos son idealistas caducos. Empezaron con grandes expectativas. Luego descubrieron que la vida no es fácil, que las cosas no marchan como esperábamos. Nuestros esfuerzos chocan con obstáculos. Nuestros planes descarrilan. No recibimos el reconocimiento ni el honor que creemos merecer. Entonces nos replegamos sobre nosotros mismos. Culpamos a los demás de nuestros fracasos y nos enfocamos en los errores de los otros. Nos decimos que nosotros hubiéramos podido hacerlo mejor.
Quizás podríamos haberlo hecho. ¿Por qué no lo hicimos? Porque nos rendimos. Porque, en un momento dado, dejamos de crecer. Nos consolamos de no ser grandes tratando a los demás como pequeños, ridiculizando sus esfuerzos y burlándonos de sus ideales. Esa no es forma de vivir. Es una especie de muerte.
Como Gran Rabino, a menudo visitaba residencias de ancianos. En una de ellas conocí a Florence. Ella tenía 103 años, casi 104, pero parecía una mujer joven. Era brillante, entusiasta, lleva de vida. Sus ojos brillaban de placer por estar viva. Le pregunté cuál era el secreto de la juventud eterna. Con una sonrisa me dijo: «Nunca tenga miedo de aprender algo nuevo». Fue entonces cuando descubrí que si estás dispuesto a aprender algo nuevo, puedes tener 103 años y seguir siendo joven.(1) Si no estás dispuesto a aprender algo nuevo, puedes tener 23 años y ya ser viejo.
Moshé nunca dejó de aprender, de crecer, de enseñar, de liderar. En el Libro de Devarim, al final de su vida, logró una elocuencia, una visión y una pasión que superaban a todo lo que había hecho antes. Este era un hombre que nunca abandonaba la lucha. El «Times» una vez entrevistó a un distinguido miembros de la comunidad judía cuando cumplió 92 años. El entrevistador dijo: «La mayoría de las personas, cuando llegan a los 92 años comienzan a ir más despacio. Usted parece estar acelerando. ¿Por qué?». Le respondió: «Cuando llegas a los 92 años ves que la puerta empieza a cerrarse. Tengo tanto que hacer antes de que se cierre la puerta que cuanto más envejezco, más duro tengo que trabajar». Esta es también una receta para arijut iamim, una vida larga sin debilitarse.
El Salmo 92, el Cántico del Shabat, termina con las palabras: «Plantados en la casa del Eterno, [los justos] florecerán en los atrios de nuestro Dios. Ellos siguen dando frutos en la vejez, permanecen frescos y lozanos, proclamando: ‘El Eterno es recto, Él es mi Roca y no hay maldad en Él». ¿Qué relación hay entre que los judíos den fruto en la vejez y que crean que «el Eterno es recto»? Los justos no culpan a Dios de los males y el sufrimiento del mundo. Saben que Dios nos ha colocado como seres físicos en un universo físico, con todo el dolor que eso conlleva. Saben que de nosotros depende hacer el bien que podamos y alentar a otros a hacer más. Los justos aceptan la responsabilidad, sabiendo que a pesar de las pruebas y tormentos de la existencia humana, este sigue siendo el mayor privilegio que existe. Por eso dan fruto en la vejez. Ellos mantienen los ideales de su juventud.
Nunca comprometas tus ideales. Nunca cedas a la derrota ni a la desesperación. Nunca dejes de avanzar sólo porque el camino sea largo y difícil. Siempre lo es. Los ojos de Moshé no se opacaron. No perdió la visión que lo convirtió de joven en un luchador por la justicia. No se convirtió en un cínico. No se amargó ni se entristeció, aunque tenía motivos suficientes para hacerlo. Él sabía que había cosas que no podría alcanzar, así que enseñó a la siguiente generación cómo conseguirlas. El resultado fue que su energía natural no disminuyó. Su cuerpo envejeció, pero su mente y su alma permanecieron jóvenes. Moshé, mortal, logró la inmortalidad. Siguiendo sus pasos, también nosotros podemos lograrlo. El bien que hacemos perdura. Las bendiciones que traemos a la vida de los demás nunca mueren.(aishlatino.com
NOTAS
1) El Talmud (Shabat 30b) dice algo similar respecto al rey David. Mientras seguía estudiando, el ángel de la muerte no tenía poder sobre él.
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.