El campo de concentración de Westerbork se construyó en 1939 en la provincia holandesa de Drenthe. Alojó al principio refugiados judíos que llegaron de Alemania, y después de la invasión alemana pasó a ser un campo nazi con presencia y participación de holandeses. Desde 1942 hasta 1944, Westerbork funcionó como campo de tránsito para judíos holandeses antes de ser deportados a los campos de exterminio nazis. En julio de 1942, la policía de seguridad alemana, con la ayuda de una compañía de las SS y de la policía militar holandesa, tomó el control de Westerbork. Erich Deppner fue designado comandante del campo, y la actividad de Westerbork, como campo de tránsito de las deportaciones hacia el este, comenzó con trenes de ganado llenos de judíos que partían todos los martes. Desde julio de 1942 hasta el 3 de setiembre de 1944, los alemanes deportaron casi cien mil judíos desde Westerbork: la mitad a Auschwitz, la otra mitad a Sobibor, Terezín, Bergen-Belsen. La mayoría de los deportados a Auschwitz y Sobibor fueron asesinados apenas llegaron.
El campo de Westerbork tenía una suerte de doble vida. Mientras que la mayoría de los prisioneros permanecía en el campo por poco tiempo antes de ser deportados, había también una población de campo “permanente” de 2.000 personas, la mayoría de ellos judíos alemanes, miembros del consejo judío, empleados del campo y determinadas categorías de personas presuntamente exentas de ser deportadas. Al final, obviamente, la mayoría de los prisioneros “permanentes” también fueron enviados a los campos de concentración y exterminio.
El 26 de enero de 2020, en el marco de la conmemoración del Día Internacional de Recordación del Holocausto, votado por la Asamblea General de la ONU en 2005, hubo un acto de recordación en Westerbork.
El primer ministro holandés Mark Rutte dijo hace cuatro años y diez meses: “Ante los últimos sobrevivientes que siguen entre nosotros, me disculpo hoy en nombre del Gobierno de entonces. Lo hago sabiendo que ninguna palabra puede abarcar algo tan grande y horroroso como el Holocausto”. Fue la primera vez que un mandatario de Países Bajos pedía perdón por la actitud y comportamiento de su Gobierno de entonces ante los crímenes cometidos durante la Shoá. Demoraron apenas 75 años en mirarse al espejo.
Virry de Vries Robles tiene apellido español porque la familia de su padre era judía de origen sefardí, procedente de Cádiz. Virry nació en Ámsterdam donde se crio hasta que estalló la Segunda Guerra Mundial y con nueve años fue encarcelada y posteriormente trasladada a Westerbork con su madre. Su padre era médico y los alemanes decidieron que se quedara en la capital holandesa. Fue una de las personas que más tiempo pasó en el campo de Westerbork, casi dos años, donde también nació su hermano. Una vez finalizada la guerra volvió a Ámsterdam, se convirtió en asistente social hasta el año 2000, cuando empezó a colaborar con el museo Westerbork contando su historia a jóvenes y a niños. ¿Cómo se salvó? “El 13 de setiembre de 1944, a mi madre, mi hermano de dos años y a mí nos llamaron para deportarnos.
Y cuando estábamos ya dentro del vagón, media hora antes de que partiera el tren, el comandante del campo decidió sacarnos porque pensó que era mejor idea deportar a la familia entera, y no sólo a una parte (mi padre seguía en Ámsterdam). Gracias a esta idea loca, porque no se me ocurre otra palabra, nos salvamos porque aquél fue el último tren que salió de Westerbork. Y por eso estoy aquí. He sido afortunada. Es tan absurdo, tan incomprensible, que es mejor no intentar entender las razones por las que las cosas pasaron.” Entrevistada hace 4 años por una publicación holandesa de Vries fue admonitoria:” En general siento que hoy todo es distinto que hace setenta y cinco años pero que, en el fondo, nada ha cambiado. Quizás no pasa delante nuestro, pero basta leer el periódico para darse cuenta de que lo mismo que sufrieron los judíos aquí en Westerbork está pasando hoy en muchas otras partes del mundo sin que nadie haga nada para evitarlo. El odio es el mismo. Por eso me gusta contar mi historia a los niños, para hacerles ver que la paz que vivimos no ha llegado sola, que el mundo en el que nací no siempre fue así y que hoy es el resultado de lo que fuimos o hicimos ayer.”
Hace pocos días, ni de Vries ni los habitantes de Ámsterdam necesitaron leer el periódico para ver con sus propios ojos un brutal intento de pogromo contra israelíes que habían ido a Holanda a ver un partido de fútbol. La prensa holandesa insistió en llamarlo disturbios, pero en realidad cientos de israelíes fueron emboscados por holandeses, la mayoría inmigrantes musulmanes, y atacados con todo tipo de armas causando heridos, lesionados, atropellados. Israel envió inmediatamente aviones para rescatar a sus ciudadanos del pogromo. Evidentemente no se precisa hacer un rescate así si son sólo “disturbios”. El presidente de Israel, Isaac Herzog, usó las palabras adecuadas, y dijo que las agresiones perpetradas por los manifestantes contra hinchas de Macabi Tel Aviv constituyen un “pogromo antisemita”. Herzog agregó: “Vemos con horror las chocantes imágenes que, desde el 7 de octubre, esperábamos no volver a ver”. Pero Europa no está para frases políticas más o menos amables. El odio antisemita no cuida las formas. No lo hizo durante siglos, entonces, ¿por qué va a hacerlo ahora? El mismo día, durante el partido entre Paris Saint Germain y Atlético de Madrid, seguidores del equipo francés desplegaron una gigantesca bandera en apoyo a los pueblos del Líbano y Palestina con el mensaje “Palestina Libre”. Otra prueba más, si es que faltara alguna, que Irán no está solo en su afán de hacer desaparecer a Israel del mapa. Y tiene más aliados de lo que imagina.
Femkle Halsema, la alcaldesa de Ámsterdam había mencionado en la noche de la violencia contra los israelíes el concepto de pogromo al condenar los hechos antisemitas en su ciudad. Pero esta semana, se arrepintió. “Lamento haberme referido como pogromo al ataque contra los israelíes tras el partido Ajax – Macabi Tel Aviv. Entiendo muy bien que todo esto trae de vuelta el recuerdo de un pogromo. Pero he visto cómo la palabra pogromo se volvió muy política, en propaganda, de hecho. El gobierno de Israel habla de un pogromo palestino en las calles de Ámsterdam y hay políticos holandeses que utilizan la palabra pogromo esencialmente para discriminar a los residentes musulmanes marroquíes. No era mi intención decir lo que dije y no quiero que se interprete diferente.” Halsema se equivocó dos veces. Nadie en Israel dijo que en Ámsterdam había tenido lugar un pogromo palestino. Y volvió a equivocarse cuando no pudo sostener sus primeras declaraciones por oscuros motivos políticos, que a la larga cruzan la vereda desde donde debió enfrentar a los criminales y se fue enfrente para abrazarse con ellos. No es que llame la atención, porque algunos políticos europeos, y no sólo europeos, hoy hacen lo mismo. Bastó un comentario de una autoridad de Marruecos para que Halsema asociara el pogromo antisemita con presunta discriminación contra musulmanes marroquíes. Un dislate. Si no puede ni explicar un pogromo que sucede delante de sus ojos y no se hace responsable de sus dichos ¿qué podían esperar las víctimas israelíes en una ciudad gobernada por alguien así?
El ministro de RREE de Israel, el Sr. Katz, harto de la hipocresía de Halsema dijo: “El fracaso que ocurrió esa noche no debe verse agravado por otro grave fracaso: un encubrimiento. Cientos de hinchas israelíes que acudieron a ver un partido de fútbol fueron perseguidos y atacados por una multitud que además les pidió sus pasaportes para comprobar si eran ciudadanos del Estado judío. No hay otra palabra para esto que pogromo”.
Hace un año, Joseph Borrell, jefe político de la Unión Europea fue tildado por Israel de antisemita. Su falta de equilibrio político y emocional para condenar el pogromo de Hamas, sus acusaciones sin pruebas contra el derecho de Israel a defenderse llevaron a ese enfrentamiento. Este lunes Borrell que ya termina su mandato propuso a la Unión Europea que se interrumpiera el relacionamiento con Israel, pero no logró los votos. Borrell sabía que no habría votos para su nueva agresión, pero no pudo con sus sentimientos, y quiso mostrar qué es y quién es a toda costa. Borrell apoyó a Petro mientras el presidente de Colombia rompió relaciones con Israel. Borrell tiene de socios en Europa a extremistas como el presidente de España, muy elogiado por Hamás. En esa Europa y con liderazgos así, es muy lógico que las palabras de la señora de Vries, sobreviviente de Westerbork tengan plena vigencia a 4 años de haber sido dichas: “El odio es el mismo… creo que el mundo no siempre fue así y hoy es el resultado de lo que fuimos o hicimos ayer”. Efectivamente, hoy no existe rincón del planeta sin ese odio. Cualquier Borrell de turno que encienda una chispa, logra el incendio buscado.
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