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| jueves diciembre 5, 2024

Los países del Golfo hablan como Irán, pero actúan como Israel

La retórica del Consejo de Cooperación del Golfo sobre Israel enmascara sus verdaderos objetivos de desvincular a Assad de Siria y la República Islámica, y desmantelar a Hezbolá en el Líbano


45ª reunión del Consejo de Cooperación del Golfo en Kuwait. Foto oficial

El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) celebró su cumbre anual en Kuwait el pasado domingo 1º de diciembre, y emitió una declaración que sonó como las de Irán al atacar a Israel, pero que se alineó con el Estado judío al oponerse al comportamiento problemático de la República Islámica. Sin embargo, para que la «lista de deseos» del Golfo se haga realidad, esos países deberían poner fin a la discrepancia entre su retórica y su política. Si el Golfo quiere controlar a Irán, sería mejor que se pusieran abiertamente del lado de Israel.

La dicotomía puede ser resultado de que el CCG incorpora las políticas contradictorias de sus seis Estados miembros. Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) son los más cercanos a Israel; Catar es el más cercano a Irán; Arabia Saudita es un aliado más natural de los Emiratos; Omán está con Catar; Kuwait, en deuda con Estados Unidos por haberlo liberado del ejército de Sadam Hussein pero ahora bajo el hechizo de una creciente ola islamista, está en el medio.

Como resultado, la declaración final del CCG respaldó todas las denuncias contra el Estado judío, acusándolo de cometer crímenes de guerra y genocidio en Gaza, expresando su apoyo a las órdenes de arresto contra funcionarios israelíes emitidas por la Corte Penal Internacional y a las decisiones de la Corte Internacional de Justicia. Los países del Golfo también pidieron a las capitales del mundo que detuvieran las ventas de armas a Israel y defendieron al secretario general de la ONU, Antonio Guterres, conocido por su sesgo antiisraelí, así como a la UNRWA.

Y aunque pidieron “relaciones fraternales” con Irán, los países del Golfo no se abstuvieron de enfatizar sus líneas de falla con la República Islámica, denunciando a Teherán por “construir asentamientos” en tres islas que los Emiratos reclaman como suyas. El CCG también reafirmó su propiedad del campo energético de Durra, en aguas territoriales saudíes y kuwaitíes, disputado con Irán. El desacuerdo entre los países del Golfo e Irán fue aún más profundo en lo que respecta a asuntos regionales.

El CCG pidió al Líbano que acepte la Iniciativa Kuwaití 2022, un generoso rescate financiero del CCG vinculado al desarme de Hezbolá por parte del Líbano y al distanciamiento de Beirut de Teherán. Cualesquiera sean las diferencias internas que tengan los libaneses, dijo el CCG, deberían resolverlas “solo a través de la política”, una frase en clave para decir “Hezbolá debería transformarse de una milicia armada en un partido político”.

Con el Banco Mundial evaluando las pérdidas de guerra del Líbano en 8400 millones de dólares, Beirut necesitará desesperadamente el dinero del Golfo. Queda por ver si el Estado libanés logra desarmar a Hezbolá y así obtener su recompensa del CCG.

Los países del Golfo adoptaron una nota similar contra Irán en relación con Siria, pidiendo la restauración de la soberanía del gobierno sirio sobre todo su territorio; en otras palabras, pidiendo a los proxies iraníes que se desarmen y entreguen el territorio que controlan al régimen de Bashar al-Assad. El dinero para la reconstrucción y la ayuda financiera que Assad necesita desesperadamente también estarían condicionados a que se distancie de Irán. Esa política sufrió un revés cuando las milicias islamistas sunitas apoyadas por Turquía se enfrentaron a Assad y a las milicias islamistas chiítas apoyadas por Irán en Alepo. Mientras Assad lucha por defender su territorio, su renovada dependencia de Irán podría significar que alejarse de Teherán se le haga aún más difícil.

Los acontecimientos en Siria llevaron al príncipe heredero saudí, Muhamad Bin Salman, a interrumpir la visita a Kuwait y viajar a Abu Dhabi por primera vez en tres años para reunirse con el presidente de los Emiratos, Muhamad Bin Zayed. Aunque la declaración posterior a la reunión indicó que esta se centró en la estabilidad de la región en Líbano y Gaza, los medios vincularon las conversaciones a la urgencia de rescatar a Assad, para que no se cierre la ventana de oportunidad de distanciarlo de Teherán.

Mientras, los analistas saudíes redoblaron sus esfuerzos por derrotar a Assad. “Una Siria iraní se ha vuelto imposible, y también una Siria turca, mientras que una Siria rusa ha descendido de la lista de prioridades de Moscú”, escribió Ghassan Charbel, editor en jefe del diario saudí con sede en Londres Asharq Al-Awsat.

El CCG siguió una línea similar contra las milicias proiraníes en Iraq, prometiendo apoyo a Bagdad para vencer y desarmar tanto a los “grupos terroristas” —código para ISIS y los islamistas sunitas radicales— como a las “milicias armadas”, las que juran lealtad al Irán islamista.

Israel podría leer la declaración del CCG y ofenderse, viendo que Arabia Saudita sigue firme en una solución imposible de dos Estados como su única vía para la normalización con Israel.

Irán también podría leer la declaración como una señal de que Arabia Saudita se mantiene alejada de Israel y, por lo tanto, sigue siendo defensivamente más vulnerable a Teherán y sus representantes regionales.

Pero un análisis más detallado sugiere que, si bien la retórica del CCG suena a proiraní, las políticas del Golfo están en contra de la República Islámica. Y mientras el CCG ataca a Israel, las políticas del Golfo se alinean perfectamente con todo lo que Israel ha estado impulsando, tanto militar como diplomáticamente.

Tal vez sea hora de que los países del Golfo concilien lo que dicen con lo que quieren que suceda.

Israel ha estado tratando de cambiar la región para servir a sus intereses, y estos coinciden con los intereses del Golfo. Es justo que el Golfo le dé una mano a Israel, no solo de manera implícita y a puerta cerrada, sino también abiertamente. Si el CCG lo hiciera, el impulso resultante de su cambio de retórica iría mucho más allá de vincular las recompensas monetarias con lo que quieren que suceda.

*Investigador de origen iraquí en la Fundación para la Defensa de las Democracias (FDD), organización no partidista centrada en la seguridad nacional y la política exterior.
Fuente: The Times of Israel.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita

 
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