“Hezbolá es el vencedor”, publicó el líder supremo de Irán, ayatolá Ali Jamenéi, en X el 25 de septiembre, una semana después de que los beepers y walkie-talkies explotaran en manos de agentes de Hezbolá en todo el Líbano, en lo que seguramente pasará a la historia como uno de los posts en las redes sociales más fuera de lugar de todos los tiempos.
Añadió el absurdo a la arrogancia cuando, unas horas más tarde, volvió a publicar: “El Eje de la Resistencia y el Frente de Hezbolá serán los vencedores finales en esta batalla”.
Dos días después, el líder de Hezbolá y preciado protegido de Jamenéi, Hassan Nasrala, fue eliminado. Poco más de dos meses después, el presidente sirio Bashar al-Assad, el núcleo del llamado “Eje de la Resistencia” de Irán, huyó a Rusia, dejando su régimen en ruinas.
Hablamos de publicaciones en las redes sociales que no envejecieron bien.
En la avalancha de autopsias desde el colapso de Assad —las que enumeran a los ganadores y perdedores de este acontecimiento— Irán encabeza la lista de perdedores, seguido por Hezbolá. Rusia, que había apoyado a Assad no menos que Irán, pero cuya inversión en el país y en Hezbolá no era tan grande como la de Teherán, queda en tercer lugar.
Una pérdida sorprendente
La pérdida para Irán es enorme. La caída de Assad derribó la joya de la corona del “Eje de la Resistencia” que Irán pasó más de 35 años construyendo como contrapeso a Israel y la influencia estadounidense en la región. La eliminación de esta piedra angular ha desmantelado efectivamente el eje. Claro, los hutíes siguen en pie, al igual que las milicias iraquíes y un Hezbolá muy debilitado, pero lo que alguna vez fue un eje unificado se ha convertido en una colección de fuerzas vagamente alineadas. La cohesión, la utilidad estratégica y el poder ideológico que alguna vez definieron a la red regional de Irán prácticamente se han evaporado.
Que la capacidad de Irán para proyectar poder en la región se ha reducido enormemente, que sus designios hegemónicos han quedado a años-luz, es algo que está claro para todos. Esto tiene que ver con el impacto que la caída de Assad ha tenido en las políticas exteriores de Irán. Pero ¿qué impacto, si es que lo hay, tendrá la caída de Assad en los acontecimientos internos de Irán?
Sí, la caída de Assad representa un revés estratégico significativo para Irán, pero no solo eso. También es probable que tenga un enorme impacto interno.
La caída de Assad derribó la joya de la corona del “Frente de la Resistencia” que Irán pasó más de 35 años construyendo como contrapeso a Israel y la influencia estadounidense en la región. La eliminación de esta piedra angular ha desmantelado efectivamente el eje
Assad era odiado por millones de sus compatriotas, que celebraron su caída. Del mismo modo, Jamenéi es odiado por millones de sus compatriotas. ¿Podría la caída de Assad provocar una onda expansiva que afecte al régimen de los ayatolás?
Si bien es prematuro afirmar que los acontecimientos en Siria tendrán un efecto dominó en Irán (este es un país mucho más grande, con un ejército fuerte y un servicio de seguridad interna, y las fuerzas de oposición siguen divididas y carecen de un liderazgo central), al menos lo que sucedió en Siria ciertamente levantará la moral de las fuerzas de oposición del país, que pueden concluir que si Assad puede caer también puede hacerlo Jamenéi.
Además, la manera tan repentina en que cayó un régimen que estuvo en el poder durante décadas podría servir como una poderosa inspiración para los iraníes que buscan un cambio en su país. Así como muchos sirios pensaron que nunca podría lograrse, muchos iraníes no pueden imaginar la caída del régimen de los ayatolás. Los acontecimientos en Siria durante los últimos diez días podrían darles esperanza.
El retorno de Trump
La cambiante dinámica regional, junto con el regreso del presidente electo Donald Trump en poco más de un mes, podría complicar aún más la situación interna del gobierno iraní.
El aumento de la presión internacional podría exacerbar una situación económica ya muy difícil, alimentando un mayor descontento interno. La caída de Assad complica aún más la situación económica de Irán, ya que la pérdida de puertos en la costa siria y de rutas comerciales estratégicas serán un serio revés para su economía.
Irán invirtió miles de millones en Siria, incluso en infraestructura de petróleo y gas, telecomunicaciones y proyectos de reconstrucción. Ese dinero ahora se ha ido a la basura. Además, Irán proporcionó a Siria gran parte de su petróleo, y la desaparición de Assad podría tener un impacto significativo en los ingresos petroleros de Teherán. La pérdida de concesiones económicas en Siria será un golpe significativo para una economía que ya se tambalea.
Además, el colapso de un aliado autoritario de larga data como Assad pondrá de relieve la vulnerabilidad potencial del gobierno de Irán, una percepción que podría alentar a los iraníes a ver a sus líderes como más susceptibles a la presión que en el pasado. Los golpes que recibió Irán a manos de Israel y su incapacidad para impedir la caída de Assad también presentan al régimen como débil ante su pueblo.
Los acontecimientos en Siria podrían muy bien revitalizar a la oposición iraní, que ha estado relativamente quieta desde las llamadas protestas del hiyab en 2022. La caída de Assad puede verse como una prueba de que con más esfuerzo y ayuda de fuerzas externas, incluso regímenes autoritarios arraigados como los de Irán pueden ser derrocados.
La caída de Assad complica aún más la situación económica de Irán, ya que la pérdida de puertos en la costa siria y de rutas comerciales estratégicas serán un serio revés para su economía
Irán tiene un historial de protestas desencadenadas por diversos factores, incluidos problemas económicos, cuestiones políticas y preocupaciones por el agua. Los reveses actuales del país (la población ve que miles de millones de dólares que Irán invirtió en sus proyectos externos se están esfumando) podrían alimentar la ira y provocar más disturbios. Incluso antes de que Hamas fuera derrotado, Hezbolá decapitado y Assad cayera, los manifestantes iraníes gritaban que su dinero se estaba desperdiciando en proyectos en el extranjero. Esto es algo que los dirigentes iraníes también saben bien, por lo que es probable que redoblen sus esfuerzos para mantener a raya cualquier malestar que pueda surgir.
En este caso, el régimen iraní puede responder de diversas maneras. Una sería aumentar la represión para evitar cualquier levantamiento inspirado por Siria. Otra posibilidad sería ofrecer algunas reformas superficiales o concesiones, para tratar de apaciguar a los posibles manifestantes.
El tercer escenario, y el más peligroso desde una perspectiva israelí, sería un avance más acelerado hacia las armas nucleares. Al sentir que los muros se cierran, Teherán podría concluir que solo una disuasión nuclear podría asegurar la supervivencia del régimen. Sin embargo, los dirigentes iraníes —que tras el ataque israelí de octubre son más vulnerables que nunca— seguramente se dan cuenta de que una medida de ese tipo podría provocar un ataque israelí devastador.
La caída de Assad, al socavar el poder e influencia de Irán en la región, añadir otro golpe a la economía e inspirar potencialmente a los grupos de la oposición, podría conducir a una dinámica de malestar interno que puede desafiar al régimen.
“Hezbolá es el vencedor”, había escrito Jamenéi el 25 de septiembre. Es dudoso que él mismo se lo crea hoy.
*Editor colaborador y analista sénior sobre diplomacia, política y sociedad israelí en The Jerusalem Post.
Fuente: The Jerusalem Post.
Traducción Sami Rozenbaum / Nuevo Mundo Israelita
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