B’H
Génesis 41:1-44:17
La prisión de Iosef termina cuando el Faraón sueña con siete vacas gordas que son tragadas por siete vacas flacas, y con siete espigas gordas tragadas por siete espigas delgadas. Iosef interpreta los sueños diciendo que significan que siete años de abundancia serán seguidos de siete años de hambruna, y aconseja al Faraón almacenar grano durante los siete años de abundancia. El Faraón nombra a Iosef como gobernador sobre Egipto. Iosef se casa con Asnat, hija de Potifar, y tienen dos hijos, Menashé y Efraím.
La hambruna se esparce por toda la región, y sólo se puede conseguir comida en Egipto. Diez de los hermanos de Iosef vienen a Egipto para comprar grano; el más joven, Biniamín, se queda en casa, porque Iaacov teme por su seguridad. Iosef reconoce a sus hermanos, pero éstos no lo reconocen a él; él los acusa de espías, insiste en que traigan a Biniamín para probar que ellos son quienes dicen ser, y pone prisionero a Shimón como rehén. Más tarde, los hermanos descubren que el dinero que pagaron por sus provisiones les es misteriosamente devuelto.
Iaacov accede a enviar a Biniamín sólo después de que Iehuda asume una responsabilidad personal y eterna por el. Esta vez Iosef los recibe amablemente, libera a Shimón, y los invita a una elegante comida en su casa. Pero luego introduce su copa de oro, supuestamente imbuida de poderes mágicos, en la bolsa de Biniamín. Cuando los hermanos parten a la mañana siguiente hacia su casa, son perseguidos, revisados y arrestados cuando se descubre la copa. Iosef ofrece liberarlos y retener sólo a Biniamín como su esclavo.
TODO ES LA VOLUNTAD DE DI-S
Los antiguos griegos eran amantes de la sabiduría. Es más, los filósofos más destacados de la antigüedad eran griegos. Entonces no es sorprendente que admiraran la sabiduría de la Torá… como obra filosófica. Estaban dispuestos a aceptar leyes como “no matarás” o “no robarás”, pero la circuncisión, el kashrut, ¿qué asidero racional tienen esas leyes? Y por eso las rechazaron y hasta llegaron a prohibir la práctica de muchas mitzvot de la Torá. Es que no tuvieron en cuenta algo fundamental: Desde la más racional de las mitzvot hasta la más “irracional”, son todas voluntad de Di-s.
El milagro de Janucá ocurrió hace dos mil años, sin embargo hoy en día su mensaje está más vigente que nunca. Así como en la época de los Macabeos hubo judíos que adoptaron la forma de pensar de los griegos, también en nuestros días tenemos a los nuevos “Helenistas”. “El kashrut estaba bien para esa época en que había tantas enfermedades”… “Cuando fue dada la Torá encender un fuego era trabajoso, no como ahora que con rascar un fósforo tenemos un buen fuego”… “Es hora de que cambiemos esas leyes anticuadas, hay que modernizarlas”. Entonces viene Janucá con su mensaje: “Todas y cada una de las leyes de la Torá son la voluntad del Creador, y por lo tanto inmutables como Él”.
Que las luminarias de Janucá, que nos recuerdan los milagros de esa época, sirvan para iluminar nuestras vidas y nos recuerden que la Torá completa son “Los decretos de Tu voluntad
Los peligros del Poder
Rav Jonathan Sacks
Miketz representa la más repentina y radical transformación en la Torá. En un solo día, Iosef pasó de ser nada a ser un héroe, de ser un prisionero olvidado que languidecía en el calabozo a ser el virrey de Egipto, el hombre más poderoso de la tierra, quien controlaba la economía de la nación.
Hasta este momento, Iosef no era el autor de los eventos. Era a quien le hacían las cosas y no quien las hacía; pasivo más que activo; objeto más que sujeto. Primero su padre, luego sus hermanos, los midianitas y los ishmaelitas, luego Potifar, su esposa y el guardia de la prisión… todos ellos fueron dirigiendo su vida. Entre las cosas más importantes en esa vida estaban los sueños, pero los sueños son cosas que te ocurren, no cosas que eliges.
Lo que es decisivo es la forma en que termina la parashá. Tras dar una interpretación favorable al sueño del jefe de los escanciadores, prediciendo que sería restituido a su cargo, Iosef pensó que pronto él estaría en condiciones de hacer que reexaminaran su caso para que lo pusieran en libertad. Pero el mayordomo «no recordó a Iosef y lo olvidó». El intento más decisivo de Iosef de cambiar la dirección del destino fracasó. A pesar de estar en el centro del escenario durante mucho tiempo, Iosef no tenía el control.
De repente esto cambió de forma total y definitiva. Le piden a Iosef que interprete los sueños del faraón. Pero él hace mucho más que eso. Primero interpreta los sueños. Luego, los conecta con la realidad. Estos no son meros sueños. Ellos trataban de la economía egipcia durante los próximos 14 años. Y estaban por convertirse en realidad.
Entonces, tras haber hecho esta predicción, él diagnostica el problema. El pueblo va a pasar hambre durante los siete años de hambruna. A continuación, con un toque de genialidad, resuelve el problema. Hay que almacenar una quinta parte de la producción durante los años de abundancia, y eso quedará para evitar el hambre durante los años de escasez.
Dicen que Margaret Thatcher dijo sobre un consejero judío, Lord (David) Young: «Otras personas me traen problemas, David me trae soluciones».(1) Esto fue lo que ocurrió en el caso de Iosef y no es difícil entender la respuesta de la corte egipcia: «El asunto pareció bien a los ojos del faraón y a los ojos de todos sus siervos. El faraón dijo a sus siervos: ‘¿Acaso hallaremos alguien como este, un hombre en quien está el espíritu de Dios?'» (Génesis 41:37-38).
A los 30 años, Iosef era el hombre más poderoso de la región, y su competencia administrativa era absoluta. Él viajaba por el país, dirigía la recolección del grano y se aseguraba de que fuera almacenado de forma segura. Era tal la cantidad de grano acumulada que, en palabras de la Torá, dejó de contarlo pues no tenía número. Todos llegaban a él por el alimento. El faraón mismo ordenó a su pueblo: «Vayan a Iosef y hagan lo que él les diga».
Hasta aquí, todo está bien. Pero en este punto la narrativa pasa de Iosef, el virrey de Egipto, quien controlaba su economía, a Iosef, el hijo de Iaakov, y a su relación con los hermanos que 22 años antes lo habían vendido como esclavo. Esta es la historia que dominará los próximos capítulos, llegando al clímax con el discurso de Iehudá al comienzo de la siguiente parashá.
Un efecto de esto es que deja la actividad política y administrativa de Iosef en segundo plano. Pero si leemos cuidadosamente, no sólo cómo comienza sino cómo continúa, descubriremos algo bastante perturbador. La historia es retomada en la parashá de la próxima semana, en el capítulo 47. Allí se describe una extraordinaria secuencia de eventos.
Todo comienza cuando los egipcios se gastaron todo el dinero que tenían para comprar granos. Entonces van a Iosef a pedirle comida, y le dicen que de lo contrario morirán. Iosef les responde que venderá el grano a cambio de la propiedad sobre los animales. Los egipcios aceptan. Le llevan sus caballos, asnos, ovejas y ganado. Al año siguiente les vende grano a cambio de sus tierras. El resultado de estas transacciones es que en un breve período de tiempo (aparentemente sólo tres años) Iosef transfirió a la propiedad del faraón todo el dinero, los animales y las tierras privadas, con excepción de la tierra de los sacerdotes, que permitió que la mantuvieran.
No sólo eso, sino que la Torá nos dice que Iosef «hizo trasladar a las ciudades desde un extremo de la frontera de Egipto hasta el otro extremo» (Génesis 47:21), una política de reasentamiento obligatorio que eventualmente usarían los asirios en contra de Israel.
La pregunta es: ¿fue correcto que Iosef hiciera esto? Al parecer, lo hizo por su propia decisión. El faraón no le pidió que lo hiciera. Sin embargo, el resultado de todas estas políticas fue que ahora se concentraba en manos del faraón una riqueza y un poder sin precedentes; un poder que eventualmente sería usado en contra de los israelitas. Todavía más grave: encontramos dos veces la frase «avadim leFaró-esclavos del faraón», una de las frases claves del relato del Éxodo y en las respuestas a las preguntas de los niños en el servicio del Séder (Génesis 47:19,25). Pero con una diferencia: no la dijeron los israelitas sino los egipcios.
Durante la hambruna misma, los egipcios le dijeron a Iosef: «Cómpranos a nosotros y a nuestra tierra a cambio de pan, y nosotros y nuestra tierra seremos siervos del faraón» (Génesis 47:19). Posteriormente, al acceder a un acuerdo permanente por el cual serían los siervos del faraón, dándole una quinta parte de toda su producción, dijeron: «Nos has dado vida. Que hallemos gracia en los ojos de mi señor y seremos siervos del faraón».
Todo el pasaje, que comienza en nuestra parashá y continúa la semana próxima, presenta una de las preguntas más serias. Tendemos a asumir que la esclavitud de los israelitas en Egipto fue consecuencia y castigo porque los hermanos vendieron a Iosef como esclavo. Pero Iosef mismo convirtió a los egipcios en una nación de esclavos. Todavía más, él creó un poder sumamente centralizado que eventualmente sería usado contra su pueblo.
Aarón Wildavsky en su libro sobre Iosef «Asimilación versus Separación», dice que Iosef «dejó el sistema en el cual fue elevado mucho menos humano de lo que era, al convertir al faraón en un ser todavía más poderoso de lo que había sido antes».(2) León Kass, en «En el principio era la sabiduría», dice sobre la decisión de Iosef de hacer que el pueblo pagara por su alimento en los años de hambruna (alimento que ellos mismos habían entregado durante los años de abundancia): «Iosef salva vidas haciendo rico y todopoderoso al faraón. Si bien podemos aplaudir la previsión de Iosef, tenemos razones para inquietarnos ante este hombre que se beneficia al ejercer su poder ‘divino’ sobre la vida y la muerte».(3)
Es posible que la Torá no intente en absoluto criticar a Iosef. Él actuó con lealtad al faraón y con buen juicio para Egipto en general. O puede ser que haya una crítica implícita a su carácter. Cuando era un niño, Iosef soñaba con el poder y de adulto lo ejerció; pero el judaísmo es crítico con el poder y con quienes lo buscan. Otra posibilidad: la Torá nos está advirtiendo sobre los peligros y las oscuridades de la política. Una política que parece sabia en una generación resulta ser peligrosa en la siguiente. O tal vez León Kass tiene razón cuando dice: «La sagacidad de Iosef es técnica y administrativa, no moral y política. Él es muy bueno en lo que respecta a la previsión y la planificación, pero tiene poco entendimiento de las almas de los hombres».(4)
Lo que representa todo este pasaje es la primera introducción de la política en la vida de la familia del pacto. Desde el comienzo de Éxodo hasta el fin de Deuteronomio, la política dominará la narrativa. Pero esta es su primera introducción: el nombramiento de Iosef en un puesto clave en la corte egipcia. Y esto nos revela la naturaleza ambigua del poder. Por un lado, no se puede crear ni sostener una sociedad sin él. Por otro lado, casi pide a gritos que se abuse de él. El poder es peligroso, incluso cuando lo usan las mejores personas con las mejores intenciones. Iosef actuó para fortalecer al faraón, quien había sido generoso con él y también lo sería con el resto de su familia. Él no podría haber previsto lo que ese mismo poder podía hacer en manos de un «nuevo faraón que no conocía a Iosef».
La tradición llama a Iosef «hatzadik», el justo. Al mismo tiempo, el Talmud dice que Iosef murió antes que sus hermanos, «porque asumió aires de autoridad».(5) Incluso un tzadik, cuando entra en política, asume aires de autoridad y puede cometer errores con las mejores intenciones.
Yo creo que el gran desafío de la política es mantener políticas humanas y que los políticos sigan siendo humildes, para que el poder, siempre tan peligroso, no se use para causar daño. Este es un desafío constante, y pone a prueba incluso a los mejores. (aishlatino.com)
NOTAS
- De hecho, la cita exacta fue: «Otras personas vienen a mí con sus problemas. David viene a mí con sus logros». Pero en los relatos periodísticos fue modificado para darle contexto. Ver «Financial Times», 24 de noviembre 2010
- Aaron Wildavsky, «Assimilation versus Separation», Transaction, 2002, 143
- Leon Kass, «The Beginning of Wisdom», Free Press, 2003, 571
- Ibid., 633-34
- Brajot 55a
Llamados de Alerta
Prestando atención a las señales de la vida
Por Yossy Goldman
No todos somos afortunados en recibir un llamado de alerta a tiempo en nuestras vidas. Algunos reciben el suyo justo a tiempo. Otros lo reciben pero no lo escuchan. Otros lo oyen fuerte y claro pero se niegan a prestarle atención.
El Faraón recibió el suyo en la Parashá (lectura de la Torá) de esta semana, cuando Iosef interpretó sus sueños y le aconsejó designar “un hombre sabio” para supervisar el plan macroeconómico del país. Iosef le explicó al rey de Egipto que ya que él había experimentado dos sueños y en la mitad se había despertado bruscamente, esto era una señal Divina de que debía actuar inmediatamente, acorde a la urgencia del asunto. El Faraón acepto este consejo seriamente y el resto es historia.
Cuando hablamos de la salud y bienestar físico, un poco de colesterol, la presión arterial alta o una bronquitis recurrente son las señales no-tan-sutiles de que es hora de cambiar el estilo de vida. Éstos son los llamados de alerta que el cuerpo nos envía. ¿Realmente tenemos que esperar un ataque cardíaco, Di-s no permita, para dejar de fumar, o comer menos y hacer más ejercicio? Para ello están las alertas, para ayudarnos a captar el mensaje antes de que sea demasiado tarde.
También hay alertas espirituales. Nunca olvidaré la historia de un amigo acerca de su despertar y cómo el cambio espiritual le salvo la vida. Él era un adicto al trabajo y estaba llevando su vida al extremo. De haber continuado simplemente no habría sobrevivido. Entonces decidió comenzar a cumplir Shabat. Él nunca había experimentado un día de descanso y serenidad espiritual. Y al descubrir Shabat, redescubrió su personalidad (también descubrió que podía jugar al golf el domingo en vez del sábado.).
En un corto que usé una vez en un Shabatón mostraba a una serie de profesionales y artesanos trabajando. A medida que se sumergían en sus respectivos oficios, cada uno se iba transformando en su trabajo hasta perder su propia identidad. De lunes a viernes, la cara del carpintero se convertía en un martillo, el doctor tenia cara de estetoscopio y el contador se transformaba en calculadora. En Shabat cerraban sus oficinas y volvían a sus casas a celebrar el día de descanso con sus familias. Lentamente, sus caras volvían de sus profesiones a sus personalidades. La inmersión total en su trabajo los había deshumanizado. Se habían convertido en maquinas. Ahora, gracias a Shabat, eran humanos nuevamente. Este corto causó un gran impacto.
No es fácil cambiar los hábitos inculcados. Pero Janucá, que generalmente cae durante la Parashá de esta semana, tiene un mensaje relevante al respecto. Toma un día a la vez. Uno no debe cambiar todo inmediatamente. Una vela por vez es todo lo que hace falta. La primera noche encendemos una sola vela de Janucá, en la segunda noche encendemos dos velas, y en la tercera noche tres. Agregamos un poco de luz cada día, y en poco tiempo la Menorá está completa y las ocho velas de Janucá están iluminando su entorno.
Es aceptable avanzar un día a la vez. Lo que no está bien es irse a dormir después de recibir el alerta. Tanto si es su bienestar físico o su salud espiritual, las llamadas de alerta son una valiosa señal del cielo de que es hora de cambiar de actitud, estilo de vida o prioridades. Con la ayuda de Di-s, que cada uno de nosotros oiga la llamada y actúe acorde diligentemente.
(Extraído de www.es.chabad.org)
UNA LUZ ETERNA
Hace 2.200 años el Imperio de Alejandro era dividido entre sus generales a la muerte de éste. Seleuco queda con la parte de Siria, que abarcaba también la Tierra de Israel, fundando la dinastía de los Seléucidas.
Sabemos que los griegos eran amantes de la filosofía y por este motivo admiraban la Torá, pero sólo como obra filosófica de alto contenido moral, despojándola de cualquier otro significado. Lamentablemente muchos judíos, los “helenistas”, adoptaron esta forma de pensar de los griegos y se asimilaron a su cultura. Pero no eran tan numerosos como los griegos deseaban, así que decidieron prohibir las prácticas religiosas judías. Profanaron el Sagrado Templo de Jerusalén, impurificando especialmente todas las vasijas de aceite para encender la Menorá que hallaron. ¿Por qué precisamente el aceite de la Menorá? Sabemos que el alma del judío es comparada a la luz de una luminaria que no sólo disipa las tinieblas, sino que tiende a elevarse. Los griegos buscaron que esa luz se apagara. Ellos no buscaron exterminar el cuerpo del pueblo judío, sino su alma. Pero no tuvieron éxito. El Templo volvió a ser consagrado y se encontró aceite puro para reencender la Menorá.
Cada año nosotros encendemos las luminarias de Janucá en recuerdo de estos hechos. Sabemos que a pesar de los “helenistas” que surgen en todas las épocas, y los “griegos” de todos los tiempos que quieren transformar a nuestra Torá en una simple filosofía, despojándola de su contenido Divino, la luz de la janukiá se va incrementando día a día, hasta llegar al octavo día de Janucá, cuando brilla con todo su esplendor. Y así es el alma del pueblo judío. A pesar de las tinieblas que lo rodean, su luz se va haciendo más y más brillante, hasta que llegará a la plenitud, con la llegada de nuestro Justo Mashíaj, quien encenderá la Menorá en el Bet HaMikdash para iluminar al mundo entero y disipar las tinieblas del Exilio definitivamente.
La responsabilidad por el mundo
Las luces de Janucá deben iluminar la oscuridad de “afuera”
Por Tali Loewenthal
Hay una situación que se ha repetido muchas veces en la historia del pueblo judío: el poder dominante no judío le otorga a un judío sabio el puesto de consejero o administrador. La lectura de esta semana de la Torá, Miketz, cuenta sobre el nombramiento de Iosef como virrey de Egipto, cargo que lo hacía responsable por el almacenamiento y la distribución de los granos.
Más adelante en la Biblia, el libro de Daniel cuenta del plan del gobernador de Babilonia para hacer que llevaran al palacio a un grupo de niños judíos. Su idea era que se convirtieran en un grupo de consejeros judíos que lo ayudaran a gobernar el territorio. El mismo Daniel era el líder de su grupo.
Los judíos a menudo tenían ese tipo de cargos en la España medieval. Un ejemplo entre muchos es el de “Semuel el Príncipe”, quien ayudaba al gobernador de Granada en el siglo XI. Semuel fue general de un ejército, y también escribió una introducción al método del Talmud, que aparece impresa en la edición estándar.
Es natural que un desafío para los que están en este tipo de puesto sea esforzarse por mantener su propio nivel de cumplimiento de las prácticas y de la vida judía.
Por eso, en el caso de Daniel leemos de su insistencia en disponer de comida casher en el palacio de Babilonia. Daniel se resistía a comer la carne o a beber el vino, y pedía comida vegetariana. El sirviente a cargo de su comida no estaba muy contento con esto: si Daniel y sus amigos no tenían un aspecto saludable, ¡el sirviente mismo sería condenado a muerte! “Probemos mantener una dieta vegetariana durante diez días”, pidió Daniel. El resultado fue exitoso: Daniel y sus amigos se veían más saludables que los otros jóvenes, y desde entonces les dieron sólo comidas vegetarianas.
Otro desafío es la necesidad de intentar elevar el estándar moral y religioso del país. En el pasado ha habido intentos: por ejemplo, los rabinos nos dicen que Iosef buscaba introducir en la sociedad politeísta egipcia la creencia en un solo Di-s. Sin embargo, esto tuvo un efecto muy limitado.
En nuestro tiempo más que nunca antes, casi todos los judíos tienen la oportunidad de hacer el intento y buscar transmitir los Siete Preceptos de las Naciones, las enseñanzas básicas universales del judaísmo. Al asumir esta responsabilidad por la sociedad en general comenzamos a cumplir con lo que la Torá nos demanda como individuos y como judíos, como el Pueblo Elegido.
Esto se relaciona con el tema de Janucá. El Talmud nos dice que las velas de Janucá deberían encenderse “a la entrada de la casa, del lado de afuera”. Por varias razones, en general esta no es la costumbre fuera de Israel. Sin embargo, muchas personas tienen la costumbre similar de poner el candelabro de Janucá en la ventana, y la gran janukiá (la menorá de Janucá) pública se ha convertido en un elemento común de la mayoría de las comunidades judías alrededor del mundo.
Se supone que las luces de Janucá deben iluminar la oscuridad de “afuera”. Por dentro, la casa es sagrada. El “afuera” sugiere lo contrario. Las luces de Janucá transforman el afuera y lo iluminan en un sentido espiritual. Lo hacen a través de su aumento constante: una luz la primera noche, dos la segunda, y así. Esto también expresa el poder que el individuo judío tiene para iluminar el mundo, a través de su propio avance personal, paso a paso. Luego, en última instancia, la misma oscuridad terminará por brillar. (www.es.chabad.org)
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