El ataque que el grupo terrorista Hamas perpetró en el sur de Israel, el 7 de octubre de 2023, partió la historia del Estado de Israel y del pueblo judío en un antes y un después, y trajo como consecuencia un desmedido incremento del antisemitismo que recrea épocas oscuras como la vivida en Alemania durante la década de los 30 del siglo XX. Ello no es una excepción en América Latina; de hecho, además de las serias embestidas de sectores intolerantes, hay países de nuestra región continental en los cuales hemos visto manifestaciones antisemitas por parte de sus propios presidentes, entre ellos, uno de los más furibundos es Gustavo Petro, quien pone de relieve la postura incondicionalmente antiisraelí propia de la extrema izquierda y de la anticultura de la corriente woke.
Recordemos que, entre 1981 y 1982, hubo dos ataques con explosivos contra la sede de la embajada de Israel en Bogotá; ambos fueron reivindicados por el subversivo M-19 en solidaridad con la OLP. Por ello, quizás Petro, como antiguo guerrillero de esa agrupación haya tenido cercanos contactos con movimientos terroristas palestinos y en estos tiempos esté resucitando sus embelesamientos juveniles de aquellos años, tomando en cuenta que la crueldad de las guerrillas colombianas no está tan distante de las diferentes bandas terroristas palestinas, ya sean de ultraizquierda como el FPLP o peor aún, las tuteladas por las directrices del islam radical: yihadistas y genocidas.
A ello podemos agregar la posibilidad que, ante la rápida pérdida de popularidad, Petro esté aplicando la premeditada táctica de arremeter contra Israel y los judíos como una forma de estar en la palestra pública. Cabe destacar que Petro asumió la presidencia de Colombia en agosto de 2022 con un 48% de apoyo; sin embargo, para diciembre de 2023, su aprobación se redujo al 26%, minada por una variedad de escándalos de corrupción.
Petro manipula las redes sociales para desinformar e impulsar la engañosa narrativa de los terroristas de Hamas que buscan demonizar a Israel. Por ejemplo: ha repetido las infladas cifras de muertos palestinos, en las cuales prácticamente sólo cuentan mujeres, aunque los nombres sean masculinos y menores, aunque la edad supere más de un par de décadas. Del mismo modo, Petro ha replicado calumnias como la del supuesto uso de bombas de fósforo blanco; no obstante, el ejército israelí no las opera desde 2013, reemplazando ese elemento por otros no inflamables.
En la última Navidad, Petro insistió en contradecir los hechos históricos, recalcando la absurda afirmación de un Jesús palestino. Así como, finalizando el 2024, acusó a Netanyahu de influir en el mundo, pues “ahora cada pueblo se considera con el derecho de invadir al otro. Aquí los afganos contra los pakistaníes”, como si la humanidad no tuviera milenios de historia de invasiones.
Al mismo tiempo, Petro ha rechazado condenar las sádicas prácticas de los gazatíes: violaciones, torturas, mutilaciones, degollamientos y para colmo, el secuestro de más de 250 personas, el menor de tan sólo 10 meses para ese entonces y ahora está por cumplir 2 años, pero todavía permanece en cautiverio, junto a 97 más.
Constituye un bochorno y una verdadera cobardía que, desde las alturas del máximo poder ejecutivo de Colombia se promueva un rabioso odio antisemita, sirviéndose de las mentiras del relato interesado del terrorismo y que fácilmente se desmienten confrontando con los hechos reales. Resulta indignante que Petro, en vez de comportarse tal como lo amerita la majestad de la presidencia, se está encargando mediante acusaciones tendenciosas y difamaciones, de ubicar a un segmento de la sociedad en una grave situación de vulnerabilidad, transformándolo en objetivo de amenazas, acciones vandálicas y violencia física.
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