Liberadas Foto GPO
Probablemente, y como pocas veces, un alto el fuego, o tregua, o como guste llamarse el intento catarí-republicaislamista-hamasiano de salvar lo que queda de ese culto genocida que es la rama palestina de los Hermanos Musulmanes, ha sacado tanto a la luz. No tanto. A la luz ya estaba lo que tantos – entre numerosos medios, ONG, ONU, gobiernos occidentales y universidades – se empeñaban en ocultar, en conformar lo que amos de diverso signo, con el islamismo a la cabeza, mandaban transformar.
En breve, que mientras los muchachos de Hamás salían de las ratoneras y los mismísimos campamentos de desplazados, ahora sí uniformados – y con ellos, tantos menores de edad (oh, orgullo de la UNRWA) con esa parafernalia del odio inculcado -, también emergía el evidente carácter de engaño, de propaganda, de libelo, de la acusación de “genocidio”: un pueblo bien nutrido en las calles supuestamente festejaba – con energía bien alimentada, y con un orgullo de victoria y de renovados ataques -, lo que los judíos, desnutridos y mentalmente exhaustos que no llegaron a ser incinerados por los nazis en los hornos, no pudieron ni simular cuando fueron liberados de los campos de exterminio.
También expuso la inutilidad y el cinismo de la Cruz Roja, que no realizó el menor esfuerzo por visitar a los rehenes israelíes en manos de grupos terroristas y de civiles palestinos. Y, ahora, se postula como mediadora… Por cierto, su director general, Pierre Krahenbuhl pasó, a través de las puertas giratorias del antisemitismo… Perdón, de la “solidaridad”, de la UNRWA a esta organización. Krahenbuhl dimitió de su cargo en la UNRWA en 2019 debido a acusaciones de nepotismo, discriminación y conducta sexual inapropiada. La presidenta de la Cruz Roja también pasó por UNRWA.
Con el alto el fuego en danza, saltó de nuevo la voz del líder de Hamás para prometer… ¿reconstrucción?, ¿pacificación?, no, qué va, otra masacre como la del 7 de octubre. En un discurso en transmitido en vivo por la cadena del régimen catarí, Al Jazeera, desde el propio emirato, que es, a su vez, el principal financiador (y huésped de la cúpula terrorista palestina). Ahí está todo, a la vista. Como siempre estuvo. Pero, si se quiere, y dado el timing, aún más patente: la maquinaria del terror en su manifestación integral: ejecutores, financistas y maquinaria de propaganda. Y, claro, la UNRWA como adoctrinadora en el odio y en la glorificación de la violencia: el consabido lavado de cabeza desde la más tierna edad.
Y los medios que, a esta altura de la milonga, participan activamente del aparato de difamación y deslegitimación de Israel tan necesario para justificar… No, más bien, para elevar las acciones contra ese estado y, sí, contra los judíos, a un rango de imperativo moral. Muchos medios. Muchísimos, que siguen callando lo palmario y, más islamistas que Hamás y sus patrones, perseveran en las mentiras: tan fácil es su tráfico, que sólo requiere su mención y el acompañamiento emocional; tan útiles para degradar la verdad ínfima posibilidad, a punto de vista inmoral.
La guerra contra Hamás ha evidenciado, en definitiva, un caldo infame en el que se mezcla:
-la política: politiquería, realmente, como medio de ascenso económico y ególatra,
-el “periodismo”: activismo, agentes de influencia, y tontos, que abundan,
-el “mundo académico de élite”: profesores devenidos adoctrinadores, alumnos jugando a la “revolución”,
-el “universo de la solidaridad y los derechos humanos”: tantas ONG y entes internacionales, entre ellos el Tribunal Penal Internacional, rebajados a instrumento de los totalitarismos que se presentan bajo distintos ropajes.
Una saturación de mentiras que, a fuerza de poner en duda las certezas y valores, buscan suplantarlos con otros bien distintos: impuestos a fuer de autocracia. Y lo peor del caso es que no faltan consumidores en occidente de esta sopa etiquetada como “moralmente superior”. El poder de la publicidad, dicen. O la fragilidad de los estultos, de los corrompibles y los ineptos.
Un alto el fuego que apenas rige para una parte: Israel. Porque todo este arsenal bélico en su contra, descrito breve e incompletamente, sigue funcionando como un reloj suizo: censuras selectivas, amplificación de injurias, obseso señalamiento, presta justificación, sensiblería sin ingenio. La guerra por otros medios.
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