Para aquellos que nunca intentaron actuar en cine, teatro o televisión, no saben sobre el poder de transformación que se siente al interpretar personajes. El ponerse ropa temática, el maquillaje, el pasar a ser otro, el hablar y memorizar un texto es fascinante. Imaginar a las cuatro soldados liberadas el 25 de enero después de 477 días de cautiverio es una obra de teatro del terror. A las cuatro chicas los terroristas de Hamás armados con sus fusiles y lanzagranadas, encapuchados y con la cinta verde en sus cabezas, las hicieron subir a un escenario como si nada les hubiera pasado. El telón de fondo tenía escrito en árabe y en hebreo “El sionismo no prevalecerá”, frase que huele a un mandamiento más entre tantos escritos y vociferados por los profetas líderes del terrorismo musulmán.
Para esa escena teatral se eligió Saray, la plaza principal de la ciudad de Gaza, para convocar a militantes y ciudadanos a ver el espectáculo de cuatro mujeres judías, soldados, capturadas el 7 de octubre del 2023, antes de entregarlas a la Cruz Roja. Al igual que en el Coliseo romano, en el que el pueblo asistía a un espectáculo de gladiadores, caza da animales, recreaciones de famosas batallas y obras de teatro de la mitología clásica, la muchedumbre quería ver a las rescatadas en vivo y en directo. En ese tumulto se escucharon silbidos, insultos, amenazas y frases de gloria por el triunfo que ellos consideran de Hamás por la tregua reciente. Fueron a manifestarse como ganadores por el intercambio de 33 rehenes israelíes por 1900 presos palestinos liberados y enviados al exilio por su grado de criminalidad. Fueron a expresar su triunfo y humillar a mujeres soldados de Israel, a las mismas que como otras atacaron esa madrugada criminal cuando las vejaron, violaron, torturaron los asesinos de Hamás, los mismos que volvieron aclamados por sus esposas.
El cuadro sobre la tarima con las cuatro bien arregladas, con sus rostros relajados, sonrientes, peinadas con trenzas, saludaban con una mano y sosteniendo en la otra una bolsa marrón con souvenirs y mostrando una especie de certificado de su grata estadía allí. Las fotos fueron sacadas teniendo por delante una mesa con banderas palestinas flameando. Una verdadera fiesta ante un drama que el mundo vio y calla. Esta escena del rodaje de la película de la liberación de rehenes parecería recordar la frase “Primero las mujeres y los niños” cuando se está hundiendo un barco, pero que tiene vigencia sobre la tierra.
Transportadas en las ambulancias de la Cruz Roja Internacional esta obra teatral tiene otra paradoja condenable y es la ausencia de esa institución humanitaria a los cautivos.
El autor de esta tragedia, que costó la vida de gente indefensa que fue a celebrar la paz en el desierto convertidos en 1200 cadáveres, fue escrita por los ideólogos de matar judíos, borrar a Israel del mapa y dominar al mundo bajo su religión absolutista.
Ante las cámaras de televisión los enmascarados de Hamás parecían caballeros en su trato, lo que en teatro se llama actuación, simulación, representación, habiendo hecho creer a la platea del mundo que son buenas personas exhibiendo a las cuatro liberadas radiantes.
Cuando bajó el telón en Gaza y se abrió en Israel fue cuando las jóvenes vestidas de civil gritaron de felicidad y no de terror cuando las secuestraron en el reencuentro con sus familiares. Fueron besos, abrazos, caricias infinitas de amor contenido. Esas chicas pasaron a ser las hijas a las que les quitaron el derecho a estar con sus padres, a apoderarse de sus vidas, a condenarlas al odio y la sombra, el silencio y hasta obligarlas a hablar en árabe porque ellos van a dominar al mundo.
Los cuatro abrazos vistos por las pantallas del mundo deberían concientizar a la humanidad de su rechazo a la locura terrorista que ya han padecido tantos países, que ha costado tantas vidas y aplaudir, LA PAZ, LA DEMOCRACIA Y LA LIBERTAD.
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