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| lunes marzo 10, 2025

Gazamérica

Luis Marin para Analitica.com


Gaza. Tunel Filadelfi. Foto IDF

Gaza es la tierra de Jam (o Cam), hijo de Noé, que le fue entregada por Dios para él y su descendencia y esto ocurrió justo después del Diluvio Universal por lo que antes no podía estar allí nadie que alegara mejor derecho. Desde entonces ha sido dominada por casi todos los imperios que en el mundo han sido, de cananeos, filisteos, asirios,  babilonios, macedonios, romanos, mamelucos, persas, árabes, turcos, sin olvidar la breve conquista de Napoleón Bonaparte, británicos y por qué no, americanos, el cenit del imperialismo.

Qué persona en su sano juicio o fuera de él podría dudar que Donald Trump si está en capacidad de urbanizar Gaza, incluso con recursos propios (sin comprometer los de Elon Musk), si es un pedazo de terreno de apenas 360 Km2 que cabe diez veces en Long Island, claro, si pudiera vencer la resistencia de quienes han construido deliberadamente ese monstruo con el propósito manifiesto de utilizarlo para socavar a Israel.

Es un hecho palmario que no existe razón alguna, demográfica o vegetativa, que explique el extraordinario crecimiento de la población de ese enclave, desde unos 150 mil habitantes cuando estaba bajo administración israelí, a los 2 millones que se dice que tiene ahora, si allí no hay nada, ni riquezas, trabajo, oportunidades, futuro y viven de la caridad internacional casi exclusivamente.

La respuesta la da la misma Liga Árabe, que a través de Egipto ha estado apiñando gente allí para crearle una bomba demográfica a Israel, una población que no pueda controlar ni menos absorber y que va ejerciendo una presión creciente, para vencer por el número.  Sin ocultarlo en absoluto, porque declaran que “el vientre de nuestras mujeres son armas”, que tendrán cada vez más hijos y cada uno con el designio de ser Shahid (mártir).

Afirman abiertamente su intención de matar a todos los judíos y lo demuestran cada vez que pueden, en consecuencia, personas con esa mentalidad no pueden permanecer ahí porque son un peligro inminente para los vecinos israelíes y para sí mismos, por lo que deben ser evacuados a otro lugar donde hagan menos daño a los demás y a sí mismos.

Pero basta que alguien se atreva siquiera a esbozar una verdad tan simple para que estalle la histeria de la progresía globalista, sus medios acólitos y hasta algunas instituciones internacionales que apenas si conservan un barniz de credibilidad.

Descubrieron que el desplazamiento de población es contrario al Derecho Internacional, incluso puede constituir un crimen de lesa humanidad, limpieza étnica y otros comodines al uso, la diligente Corte Penal Internacional amenaza con llevar al cadalso a cualquiera que ose poner un dedo sobre algún habitante de Gaza; aspavientos que pueden verse con mucho escepticismo desde Venezuela, donde han echado forzosamente a 8 millones de personas (cuatro veces la población total de Gaza) sin que estos veladores de Derechos Humanos hayan derramado ni una sola lágrima de cocodrilo.

Y la verdad es que sí se puede desplazar población en caso de necesidad. Si se sabe que en una región va a llover fuego y azufre, pues, ¿cómo no se va a poder sacar a la gente de allí con el argumento de que el DI lo prohíbe? Si algo no puede ser el Derecho es absurdo y nunca se ha pretendido que las normas se apliquen a rajatabla, sin consideración a las circunstancias de hecho. Y si esto vale para la explosión de un volcán, por ejemplo, como no va a valer para caso de guerra, que también tiene sus imperativos. Sin ir más lejos, de Siria se han desplazado 6 millones de personas, lo mismo que de Ucrania.

Visto desde el otro ángulo, además de garantizarle a Hamas sus escudos humanos, que es lo que se evidencia si obligan a la población a permanecer allí forzosamente, ¿Cómo pueden acusar después a Israel de todo lo que les pase?

Una de las ventajas de la situación actual, si es que tiene alguna, es que ha puesto el juego al descubierto: Es imposible que de todos los servicios secretos que tiene Europa ninguno haya advertido lo que estaban haciendo con las supuestas ayudas de la Unión Europea, la UNRWA y otras oficinas de la ONU, cómo convirtieron a Gaza en una colmena de 500 kilómetros de túneles, más extensos que el metro de Londres; y cuando son pillados con las manos en la masa, al encargado de la diplomacia y seguridad europea, Josep Burrell, no se le ocurrió nada mejor que acusar de crear y financiar a Hamas ¡A Israel!

Desde el primer día de independencia de Israel, Egipto ocupó la Franja de Gaza y allí estuvo hasta que fue desalojado en la Guerra de Los Seis Días, en 1967; luego, con la firma de la paz, recibió de vuelta el Sinaí, en 1978; pero no quiso recibir la Franja presumiblemente porque sabía que era un emporio de los Hermanos Musulmanes, archi enemigos de los militares nasseristas gobernantes.

Israel cedió la Franja a la llamada Autoridad Nacional Palestina en el contexto de los acuerdos de Oslo, con Noruega como garante; pero de los propósitos de los acuerdos no se cumplió ninguno. Lo más importante a destacar es que HAMAS no firmó nada ni recibió concesión territorial alguna. Israel se retiró en forma unilateral en 2005 y de inmediato, en 2007, HAMAS expulsó de allí a la ANP.

Ahora bien, por iniciativa de la Liga Árabe, aprobada por la ONU en resolución de 1974, la única representante legítima del “pueblo palestino” es la OLP-FATAH; ergo, HAMAS no es representante del “pueblo palestino”. Y ciertamente no lo es, porque es una facción de la Hermandad Musulmana, que es una organización egipcia, como la mayoría de la población de Gaza que, como vimos, desde el principio estuvo bajo dominio de Egipto.

Tiene su propia bandera verde, con la Shahada: “No hay más Dios que Alá y Mahoma es su profeta”, pues son un grupo religioso y su proyecto no es ningún Estado Palestino sino un Califato Universal, Al-Islam. Cuando les conviene, exhiben un distintivo que llaman “bandera palestina” para aparentar alguna relación con la ANP, que es otra falsedad.

No hay tal “bandera palestina”, en verdad es la bandera de la revuelta árabe contra los turcos, con toda probabilidad diseñada por el mismísimo Sir Mark Sykes, Consejero del Gabinete de Asuntos de Oriente Medio de Su Majestad Británica, quien astutamente reunió los colores de los califatos: Blanco, omeya; negro, abasí; verde, fatimí y rojo, hachemita, de la tribu Quraish, para reunir bajo ella una diversidad de tribus árabes.

La desplegó por primera vez en 1916 en el efímero Reino de Hiyaz, luego integrado en Arabia Saudita; pero la bandera siguió su exitoso camino adoptada con ligeras variantes por el Reino Hachemita de Jordania, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos, Sudán y hasta el remotísimo movimiento Polisario de la República Saharaui la ondea con orgullo. Nunca jamás hubo ningún Reino ni República llamada “Palestina” que tuviera esa bandera.

También podría demostrarse sin ninguna dificultad que el manoseado “pañuelo palestino” o “kufiyá” de palestino no tiene ni el  nombre, que es iraquí, es más viejo que Mahoma, usado tradicionalmente en toda la península arábiga, por beduinos nómadas, incluso por los campesinos judíos, otro caso flagrante de cleptocultura.

No hay ninguna unidad de territorio, ni población, ni gobierno, luego, no existe ningún “Estado Palestino”. Todo lo que lleve el apelativo “palestino” es propaganda, incluso el “terrorismo palestino”, que no tiene nada de particular, de propio, es terrorismo y punto.

El gran desafío es aferrarse firmemente a la verdad, para no ser arrastrados por la mentira.

 
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