Por Israel


Defendemos un ideal no a un gobierno
Síguenos en Facebook Twitter Twitter YouTube RSS Feed
| lunes abril 21, 2025

Pilar Rahola. El síndrome de la oca embutida

Pilar Rahola para elnacional.cat


Con las décadas que hace que sigo el conflicto de Oriente Medio (y la política internacional en general) e intento entender los elementos geoestratégicos que explican las diversas situaciones que ha vivido la región, nunca me había encontrado corrientes de opinión tan masivas y, al mismo tiempo, tan masivamente ignorantes. Probablemente sea el fenómeno de las redes sociales, que ofrecen un torrente constante de informaciones simplistas y sesgadas —o directamente falsas— de situaciones enormemente complejas.

En la era de la viralización, los ciudadanos estamos más informados que nunca, pero nunca habíamos estado tan mal informados. Es un fast food del periodismo, una información que se devora con la misma rapidez que llega; sin pasar por la digestión intelectual. No procede de filtros que otorguen credibilidad a las noticias; ni exige conocimiento de las contingencias históricas, ni las miradas globales para entender todos los elementos que interactúan en el conflicto. Solo es un hartazgo de noticias, que nos embuten como si fuéramos ocas que engullen cantidades ingentes de comida, sin otro proceso que el palo que les meten por la garganta. Y esta ingestión masiva y sin control provoca lo que el amigo Mookie Tenembaum llama, cogiendo prestado a Heidegger, “el aturdimiento” del pensamiento. Sobrecargados de simplismos provenientes de TikTok, Instagram, X, etcétera, la posibilidad de conseguir ideas complejas resulta imposible.

Es el tiempo de la pancarta, en detrimento del debate; el tiempo de la consigna, en detrimento de la idea. Y así es como el relato público se transforma en una marea imparable de propaganda, falsedades, medias verdades y puro maniqueísmo. El problema es que este fenómeno masivo de la falsa información acaba contaminando los medios periodísticos más serios, acuciados por el ritmo viral, y atrapados por su inexorabilidad. Es así como millones de personas que, por el motivo que sea, nunca han sentido ningún interés por entender los grandes conflictos del mundo, de repente, se convierten en expertos en política internacional. Sin matices, sin datos confiables, sin más que el poder de un X en su móvil.

La intención nunca ha sido el acuerdo, sino la destrucción de Israel

El caso de Oriente Medio es paradigmático de este síndrome de oca embutida, y los ejemplos son tan abundantes como delirantes. Personas que alzan el lema “del río hasta el mar” sin saber ni de qué río ni de qué mar hablan; solo porque algunos gurús ideológicos les han vendido la cantinela. Gente con buenas intenciones que reclaman un «Estado palestino» sin saber que ha habido cinco posibilidades de tenerlo, y que siempre se ha negado por la banda árabe, históricamente, y por la Palestina, en la actualidad; porque la intención nunca ha sido el acuerdo, sino la destrucción de Israel. Gente que cree que el conflicto es una cuestión entre Israel y los palestinos; sin conocer los enormes intereses que mueve el gigante iraní, responsable directo de la inestabilidad permanente de la región y financiador de las organizaciones terroristas que la perpetúan. Y, si hablamos de Gaza, casi nadie de los que levantan la kufía —convertida en el sustituto del descolorido póster del Che Guevara— conoce la brutalidad que Hamás ha infringido a su pueblo, las razias a la oposición, la destrucción de derechos, la utilización de la población como escudos humanos, el uso de miles de millones llegados a Gaza, con el único objetivo de crear un gran aparato de guerra. Tampoco saben que hace tiempo que los países árabes han dado la espalda al conflicto, que las manifestaciones a favor de Gaza no se han hecho en El Cairo, ni en Líbano, ni en ningún país de la región, sino en Occidente, donde la simplificación ha distorsionado la situación hasta el límite.

Esto no significa que la crítica a Israel no sea pertinente, o que pueda haber miradas diferentes entre gente bien informada, pero la cuestión no es esta. La cuestión es que, de repente, se ha impuesto un relato único, falaz y maniqueo que impide el debate. Embutidos de tanta información-basura, la gente ha llegado a creer que entiende el conflicto más complejo del mundo, que hace setenta y cinco años que dura y cuyas variables son igualmente intrincadas. Asimismo, estos mismos expertos en Israel y Gaza son incapaces de saber qué está pasando en el Congo o Sudán o en el polvorín del Sahel. Y, sin entender el entorno global, difícilmente entienden nada. Pero este es el síndrome de la oca embutida: recibe tanta comida de golpe que cree que está bien alimentada, y solo está aturdida de tanto embutido.

 
Comentarios

Aún no hay comentarios.

Deja un comentario

Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.

¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.