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| viernes abril 25, 2025

Papa Francisco: reflexiones sobre una historia compleja con Israel, Por Rab Abraham Cooper


Papa francisco. Foto Vaticano Media

En el mensaje «Urbi et Orbi» del Papa Francisco pronunciado el Domingo de Pascua en la Plaza de San Pedro, menos de un día antes de morir a causa de un derrame cerebral masivo, expresó lo siguiente sobre Medio Oriente:

“…Quisiera que renováramos nuestra esperanza de que la paz es posible! Desde el Santo Sepulcro, la Iglesia de la Resurrección, donde este año católicos y ortodoxos celebran la Pascua el mismo día, que la luz de la paz irradie por toda Tierra Santa y el mundo entero. Expreso mi cercanía al sufrimiento de los cristianos en Palestina e

Israel, y a todo el pueblo israelí y palestino. El creciente clima de antisemitismo en todo el mundo es preocupante. Sin embargo, al mismo tiempo, pienso en la población de Gaza, y en particular en su comunidad cristiana, donde el terrible conflicto continúa causando muerte y destrucción, y creando una situación humanitaria dramática y deplorable. Hago un llamamiento a las partes en conflicto: ¡declaren un alto el fuego, liberen a los rehenes y acudan en ayuda de un pueblo hambriento que aspira a un futuro de paz!

Oremos por las comunidades cristianas del Líbano y Siria, que actualmente atraviesan una delicada transición en su historia. Aspiran a la estabilidad y a participar en la vida de sus respectivas naciones. Insto a toda la Iglesia a tener presentes en sus pensamientos y oraciones a los cristianos del amado Medio Oriente …

Si estas palabras, cuidadosamente elaboradas, fueran las únicas que el Papa pronunció sobre la guerra entre Israel y Hamás, podríamos concluir que el pontífice cumplía con todos los requisitos que tanto preocupaban a Israel y al judaísmo mundial: el Papa Francisco pidió la liberación de los rehenes israelíes restantes; el Papa reconoció el sufrimiento de los israelíes durante este conflicto; incluso se preocupó por el creciente antisemitismo en el mundo.

Pero la trayectoria papal desde el 7 de Octubre hasta su fallecimiento ha mermado su legado para con el judaísmo mundial. No solo no brindó claridad moral tras el peor asesinato masivo de judíos desde la Shoá, sino que sus declaraciones durante estos trágicos meses contribuyeron al clima de antisemitismo y a la campaña mundial que presentó a Israel como el perpetrador y a Hamás como la víctima.

Una línea de su nuevo libro, «La Esperanza Nunca Decepciona», se convirtió inmediatamente en titular internacional al sugerir que debía «investigarse» un supuesto genocidio cometido por Israel contra los palestinos en Gaza. Este comentario llevaba implícito que la guerra que Israel estaba llevando a cabo en Gaza era con malignas intenciones y proporcionó legitimidad a los procedimientos legales contra el Estado judío y sus líderes elegidos democráticamente por parte de la Corte Penal Internacional (CPI) y la Corte Internacional de Justicia (CIJ).

Los pronunciamientos del Papa Francisco no pudieron llegar en peor momento. La ONU, la Cruz Roja Internacional, las principales ONG de derechos humanos, las universidades de élite, personalidades culturales, amplios sectores de los medios de comunicación tradicionales y personas influyentes en las redes sociales, contribuyeron a un entorno de aumento vertiginoso de crímenes de odio antisemitas, ataques contra sinagogas en cuatro continentes y la naturalización del odio hacia los judíos en las principales democracias mundiales, todo ello en el contexto de una guerra existencial librada por Israel en siete frentes y agravada por ataques constantes en las redes sociales.

Ese fue un momento que exigía del Papa Francisco claridad moral para denunciar explícitamente el terrorismo genocida de Hamás y el régimen asesino iraní. En cambio, el Papa, con palabras y acciones, brindó apoyo a los enemigos de la paz.

No es un giro que hubiéramos visto venir. El Papa Francisco denunció habitualmente el antisemitismo en múltiples audiencias con el Centro Simon Wiesenthal y otras ONG judías. Contaba entre sus amigos a judíos de Argentina, incluyendo rabinos. Su visita a Israel en 2014 incluyó el Muro de los Lamentos y el Yad Vashem en Jerusalén.

Pero desde los atentados terroristas liderados por Hamás en el sur de Israel el 7 de octubre de 2023, la preocupación de los judíos por el Papa comenzó como una inquietud, se convirtió en frustración y se transformó en un sentimiento de traición.

Al día siguiente del 7 de octubre, declaró que «el terrorismo y la guerra no conducen a ninguna solución», equiparando efectivamente el brutal terrorismo de Hamás con la respuesta anticipada de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). Esto, incluso antes de que Israel entrara en Gaza y se encontrara con un territorio completamente armado, tanto en la superficie como bajo tierra.

El 29 de octubre, Francisco pidió un alto al fuego, diciendo: «¡Alto, hermanos y hermanas: la guerra siempre es una derrota, siempre, siempre!». Inexplicablemente, el papa Francisco pedía a Israel que dejara a Hamás en el poder en Gaza, desde donde- como presumían explícitamente-, de tener la oportunidad continuarían perpetrando tales masacres una y otra vez hasta erradicar a Israel de la faz de la tierra.

Desde el comienzo de la guerra, el Papa nunca mencionó a Hamás por su nombre (excepto una vez en noviembre de 2024 en un informe no confirmado por el Vaticano). Si bien siempre instó a Israel a detener la guerra, nunca pidió a Hamás que se rindiera, lo que habría puesto fin a la guerra, liberado a rehenes inocentes y permitido a la población de Gaza reconstruir sus vidas.

Y la situación empeoró. El 25 de octubre de 2024, el Papa Francisco denunció la postergada campaña de Israel para expulsar a Hezbolá de sus posiciones ilegales (véase la Resolución 1701 de la ONU) en el sur del Líbano, desde donde diezmó a las comunidades del norte de Israel durante un año, asesinando, mutilando y exiliando a más de 60.000 civiles. Sus palabras no abordaron la difícil situación de los israelíes. Pero el Papa Francisco sí dijo: «Que la comunidad internacional haga todo lo posible por detener esta terrible escalada. Es inaceptable. Expreso mi solidaridad con el pueblo libanés». Aparentemente, no con el pueblo judío.

El 29 de septiembre de 2024, calificó de ilegal e inmoral la conducción de la guerra de Israel en Gaza, insinuando que la causa era que los judíos creían en su superioridad y echando leña al fuego antisemita dijo: «Cuando hay algo desproporcionado, es evidente que existe una tendencia dominante que va más allá de la moral. Un país que hace estas cosas con sus fuerzas —me refiero a cualquier país— de una manera tan ‘superlativa’ comete acciones inmorales», declaró el Papa Francisco.

El 6 de octubre de 2024, víspera del primer aniversario de la orgía de asesinatos en masa, violaciones y toma de rehenes perpetrada por Hamás, el Papa Francisco habló de una «espiral de venganza», como si Israel continuara su batalla no para proteger a sus ciudadanos de la masacre, sino porque buscaba venganza.

Un día después, dirigió su carta del 7 de octubre no a los israelíes, sino a los cristianos, instándolos a orar más por la paz. “La oración y el ayuno son las armas del amor que cambian la historia, las armas que derrotan a nuestro único y verdadero enemigo: el espíritu del mal que fomenta la guerra, porque es ‘asesino desde el principio’, ‘mentiroso y padre de la mentira’” (Juan 8:44). Ese versículo tiene siglos de historia representando a los judíos como engendros del mismísimo Satanás. La elección de este versículo, en el mejor de los casos, era devastadora para las relaciones judeo-católicas. En una época de odio global hacia los judíos, resultó incendiaria.

El 17 de noviembre del año pasado, el Papa había bendecido públicamente la campaña para etiquetar la guerra defensiva de Israel como “genocidio”.

Dijo: “Según algunos expertos, lo que está sucediendo en Gaza tiene las características de un genocidio. Debe investigarse cuidadosamente para determinar si encaja en la definición técnica formulada por juristas y organismos internacionales”.

Luego, el 7 de diciembre, Francisco recibió un pesebre con el Niño Jesús portando una keffiyeh. Aunque posteriormente fuera eliminada, el Papa dio vida a la reescritura palestina de la historia, donde la Sagrada Familia no era judía sino palestina (aunque los palestinos no existían en aquél entonces), y los romanos fueron reemplazados por judíos.

El 21 de ese mes, respondió a la muerte de niños en un ataque selectivo contra operativos de Hamás: «Esto es crueldad. Esto no es guerra». Al día siguiente, redobló la apuesta con ataques infundados contra Israel. «Pienso en Gaza, en tanta crueldad; en los niños ametrallados, en el bombardeo de escuelas y hospitales… ¡Cuánta crueldad!». El ametrallamiento, por supuesto, era imaginario; las escuelas y los hospitales habían sido confiscados por terroristas de Hamás, quienes fueron atacados por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) buscando minimizar, no maximizar, las inevitables bajas civiles.

Me duele criticar al Papa Francisco. Tuve la oportunidad de conocerlo en cuatro ocasiones. Se opuso a la guerra y viajó a muchos puntos conflictivos alrededor del mundo para presionar por la misericordia, la paz y la reconciliación. El Papa no era antisemita. Sin embargo, sus declaraciones desacertadas y parciales sobre Gaza y el Líbano hirieron profundamente al pueblo judío. «La guerra siempre es una derrota», declaró Francisco, pero ¿qué alternativa ofreció a un pueblo atacado por terroristas asesinos que utilizaron como armas a sus propios civiles? Ninguna.

Durante las próximas semanas, el mundo se unirá a 1.400 millones de católicos para rendir homenaje al Papa Francisco. Nosotros también rendiremos homenaje a un pontífice que recorrió el mundo en busca de la paz, al mismo tiempo que lamentaremos su incapacidad para diferenciar entre el bien y el mal en Tierra Santa.

El Rabino Abraham Cooper es director global del Centro Simon Wiesenthal y expresidente de la Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional

 
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