En el contexto actual de la opinión pública internacional, la bandera palestina ha trascendido su significado original como símbolo de una causa nacional para convertirse en un emblema de luchas más amplias. Esta transformación, en parte impulsada por estrategias mercadotécnicas, ha permitido que la causa palestina obtenga una visibilidad desproporcionada en el escenario global, frecuentemente a expensas de narrativas alternativas, como la israelí. Incluso se puede decir que la bandera palestina ha sido utilizada estratégicamente en el discurso político contemporáneo y cómo ha llegado, en ciertos contextos, a reemplazar otros símbolos de lucha como la bandera de la diversidad sexual y otros emblemas de lucha por causas de otras minorías, aunque su significado inicial dista de esto.
A lo largo de la historia, las banderas han sido elementos representativos de luchas políticas o dignificación, son utilizadas por diversos movimientos para unificar en una sola imagen el mensaje para sus seguidores y para su causar. Ante esto llama la atención cómo en las últimas décadas, la bandera palestina con los colores del nacionalismo árabe (panarabismo) ha adquirido un papel trascendental en las protestas y manifestaciones en diferentes partes del mundo. Sin embargo, es importante mencionar que este crecimiento no ha sido orgánico, sino que está motivado por una sofisticada estrategia de comunicación y mercadeo.
Algunos movimientos políticos y activistas han promovido la adopción de la causa (justa) por el pueblo palestino dentro de un marco de «resistencia global», haciéndola equivalente a las luchas por los derechos humanos, la justicia racial y la igualdad social de diferentes colectivos, aunque en algunos casos resulte un poco contradictorio como puede ser el caso de los grupos de diversidad sexual. Pese a esto, la bandera palestina se ha utilizado en contextos ajenos a su causa original, convirtiéndose en un accesorio visual que transmite una supuesta virtud moral sin necesidad de un conocimiento profundo del conflicto, sino una empatía más que todo asociado a la idea de la transversalidad de los temas sociales.
Estos cambios no son fortuitos, la idea ha sido posicionar una causa con los que la mayoría se identifique y que no genere tantos anticuerpos y que tenga las simpatías de diferentes sectores, incluso en lados opuestos del péndulo tradicional del poder. La causa palestina es para estos grupos la representación del último estandarte por los «oprimidos».
Paradójicamente, esta adopción en el caso de las poblaciones diversas, por ejemplo, se produce en un contexto donde los derechos de estas poblaciones en los territorios palestinos son sistemáticamente vulnerados, tal fue el caso de Ahmad Abu Marhia un gay de la zona cisjordana que fue decapitado en el año 2022 por sus preferencias sexuales, solo como un ejemplo de dicha situación.
Por el contrario, en Israel la comunidad LGBTQ+ goza de derechos protegidos, incluyendo el matrimonio igualitario y la participación en eventos como la marcha del orgullo en Tel Aviv, pero los activistas de la causa palestina acusan a los israelíes de blanquear sus acciones a través de la defensa de las poblaciones diversas, una crítica infundada y poco realista, por esto han logrado desviar la atención de estos hechos para mantener la bandera palestina como símbolo de «resistencia», incluso cuando contradice los valores de los movimientos que la adoptan.
En nuestra era digitalizada, la percepción de los conflictos dista de basarse en hechos objetivos, ahora prima lo que se muestra a través de imágenes y narrativas que pueden ser simplificadas o manipuladas mientras pueden ser viralizadas. La bandera palestina ha creado una narrativa de la defensa de un «pueblo oprimido», que ha sido significativamente explotada por medios de comunicación y redes sociales para generar simpatía y movilización. A esto se suma que empresas, figuras públicas y celebridades, han adoptado esta bandera como una forma de posicionarse dentro de una tendencia, sin que esto quiera decir necesariamente que comprendan o conozcan la complejidad histórica y política del conflicto.
Mientras por su parte, el Estado de Israel, debe defenderse constantemente frente a la opinión pública con una vara de moralidad que pocas veces se utiliza con otros actores del sistema Internacional, inclusive que siendo un Estado que ha demostrado un compromiso constante con la democracia, los derechos humanos y la innovación, enfrenta un desafío en la esfera de la opinión pública.
Por medio de la propaganda han posicionado a Israel simplemente como un «agresor», dejando de lado todos los elementos sobre la realidad política y existencial que enfrenta desde su creación y, además, tener que lidiar con aquellos que no solo niegan su situación, sino que promueven su destrucción a veces de manera abierta.
El uso mercadotécnico de la bandera palestina demuestra cómo los símbolos pueden ser apropiados y reasignado su significado frente a la opinión pública global, convertirse en una herramienta política y comercial, un fenómeno que no solo distorsiona la realidad del conflicto, sino que también invisibiliza otras causas y realidades, incluyendo otros países donde hay verdaderos peligros, como ocurre hoy en Siria, por ejemplo, o lo que se vive incluso en nuestra realidad latinoamericana.
La bandera palestina, en su actual rol mercadológico, nos recuerda cómo la opinión pública es flexible a los intereses de aquellos que convierten las causas sociales en materia de tendencias sociales y simpatías por viralización y no por una verdadera empatía hacia un pueblo que lo merece por el simple hecho de existir, como es el caso del palestino.
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