Desfile del Ejército Rojo en Moscú durante la época de Stalin. Medio millón de judíos formaron parte de las fuerzas armadas soviéticas durante la Segunda Guerra Mundial, y más de 150.000 recibieron medallas y condecoraciones
En ocasión de los 80 años de la rendición de la Alemania nazi, en cuya derrota militar la Unión Soviética cumplió un papel trascendental, se están llevando numerosas conmemoraciones tanto en Rusia como en el resto del mundo. Un dato que generalmente se ignora es el papel de los judíos soviéticos en lo que la URSS denominó la “Gran Guerra Patriótica”
El Ejército Rojo fue creado tras la Revolución Rusa de 1917, como fuerza militar del nuevo Estado socialista liderado por los bolcheviques. Su formación oficial ocurrió el 28 de enero de 1918 por decreto del Consejo de Comisarios del Pueblo, con el judío León Bronstein (Trotsky) como su principal organizador y comandante. Se estructuró fundamentalmente para defender la Revolución y combatir a los enemigos internos y externos durante la Guerra Civil Rusa (1918-1921).
Con el tiempo, el Ejército Rojo se convirtió en la poderosa fuerza militar de la Unión Soviética.
El papel de los judíos
A comienzos de la guerra, la población judía en la Unión Soviética rondaba los tres millones de personas, concentradas principalmente en Ucrania, Bielorrusia, Moldavia y las repúblicas bálticas, que entonces formaban parte de la URSS. A pesar de la retórica igualitaria del régimen, y de que numerosas figuras judías habían formado parte del grupo que creó el Estado soviético, el virulento antisemitismo heredado de tiempos de los zares persistía, y ocasionalmente adquiría expresiones institucionalizadas. Sin embargo, durante las décadas de 1920 y 1930 muchos judíos accedieron a la educación superior, a profesiones técnicas y a cargos en la burocracia estatal, convirtiéndose en una de las minorías más urbanizadas y alfabetizadas del país.
Con la invasión alemana en junio de 1941 (“Operación Barbarroja”), el conflicto se convirtió en una lucha de supervivencia para la URSS. Los judíos soviéticos, al igual que otros ciudadanos, fueron llamados a defender la “patria socialista”, y muchos otros se ofrecieron como voluntarios. Su motivación incluía una dimensión adicional: la amenaza directa de exterminio racial a manos del nazismo.
Muchos soldados judíos estaban conscientes del destino de sus familias y comunidades; esta conciencia alimentó una motivación adicional para luchar ferozmente contra los nazis. Para algunos, la guerra se convirtió no solo en una defensa de la patria, sino también en un acto de resistencia judía
Dentro del esfuerzo bélico de la Unión Soviética el papel de los judíos fue significativo, aunque resulta frecuentemente subestimado; su participación en el Ejército Rojo fue numéricamente importante y estratégicamente relevante. Se estima que unos 500.000 judíos soviéticos sirvieron en las fuerzas armadas durante la guerra, de los cuales aproximadamente 200.000 cayeron en el campo de batalla o fueron hechos prisioneros. Participaron en todas las ramas del ejército: infantería, artillería, fuerzas blindadas, aviación y unidades médicas. También hubo una notable presencia de judíos en el cuerpo de comisarios políticos y en la inteligencia militar.
Varios soldados y oficiales judíos destacaron por su valentía. Más de 150.000 recibieron medallas y condecoraciones, y al menos 160 fueron designados Héroes de la Unión Soviética, el más alto honor militar del país. Ejemplos emblemáticos incluyen a Israel Fisanovich, comandante de submarinos; Yevsei Lubich, piloto de combate; Roza Shanina, francotiradora reconocida por su destreza; y Yefim Fomin, defensor heroico de la fortaleza de Brest.
El comandante de submarinos Israel Fisanovich (1914-1944), designado póstumamente Héroe de la Unión Soviética
(Foto: Yad Vashem)
Cabe destacar que muchos de estos combatientes enfrentaban una doble amenaza: la de las tropas nazis en el frente, y el antisemitismo latente dentro del propio ejército. Aunque la ideología soviética oficialmente promovía la “unidad de los pueblos”, en la práctica algunos soldados judíos encontraron discriminación o fueron excluidos de ascensos y condecoraciones por su origen étnico.
La participación de los judíos soviéticos en el Ejército Rojo estuvo profundamente marcada por el genocidio que su pueblo estaba sufriendo en los territorios ocupados por los nazis. A medida que las fuerzas soviéticas retrocedían ante el avance alemán en 1941 y 1942, millones de civiles —incluyendo a gran parte de la población judía del oeste de la URSS— quedaron atrapados tras las líneas enemigas. Alrededor de 750.000 judíos soviéticos fueron asesinados en el Holocausto, la mayoría mediante fusilamientos masivos a manos de los Einsatzgruppen (grupos de exterminio) de las SS y sus colaboradores locales.
Muchos soldados judíos estaban conscientes del destino de sus familias y comunidades; esta conciencia alimentó una motivación adicional para luchar ferozmente contra los nazis. Para algunos, la guerra se convirtió no solo en una defensa de la patria, sino también en un acto de resistencia judía.
En el discurso oficial soviético, la Shoá fue subsumida bajo la categoría general de «víctimas soviéticas del fascismo», borrando así la especificidad del genocidio judío. Los monumentos y conmemoraciones raramente hacían referencia al carácter antisemita de los crímenes nazis
Algunos judíos soviéticos liberaron personalmente campos de concentración o aldeas donde habían ocurrido masacres, encontrándose con los horrores del Holocausto de manera directa. Estos encuentros dejaron una profunda huella emocional y contribuyeron a la conciencia colectiva del genocidio, aunque esa memoria fue silenciada posteriormente por las políticas oficiales del régimen. El monumental Libro Negro de Vassili Grossman e Ilya Ehrenburg —prohibido en la URSS antes del derrumbe del comunismo— recoge testimonios sobre cómo algunos soldados judíos buscaron una venganza personal por sus familias asesinadas o comunidades destruidas.
Más famosamente, el mayor de los campos de exterminio, Auschwitz-Birkenau en Polonia, fue encontrado (más que “liberado”, pues los nazis ya habían huido del lugar) por las tropas soviéticas en su avance hacia el oeste. El primer oficial soviético que cruzó las puertas de ese espacio infernal fue el judío Anatoly Shapiro, quien posteriormente recordaría: «Había tal hedor que era imposible estar ahí por más de cinco minutos. Mis soldados no lo podían soportar y me rogaban que los dejara ir. Pero teníamos una misión que cumplir».
Después de la guerra: persecución, censura y olvido
Tras la victoria sobre la Alemania nazi en 1945, muchos soldados judíos esperaban un reconocimiento público grupal acorde a sus sacrificios. Sin embargo, la posguerra trajo consigo una nueva ola de antisemitismo en la URSS, motivado especialmente por la paranoia de Stalin. Muchos veteranos judíos fueron purgados de cargos públicos, y el recuerdo de su contribución fue sistemáticamente minimizado.
En el discurso oficial soviético, la Shoá fue subsumida bajo la categoría general de «víctimas soviéticas del fascismo», borrando así la especificidad del genocidio judío. Los monumentos y conmemoraciones raramente hacían referencia al carácter antisemita de los crímenes nazis.
En 1942 se había fundado el Comité Judío Antifascista, organización soviética destinada a movilizar el apoyo internacional, especialmente entre los judíos occidentales, para la lucha contra el nazismo. Pero después de la guerra Stalin comenzó a ver al CJA con sospecha, debido a sus contactos con el extranjero y su potencial influencia cultural (lo que se llamó “cosmopolitismo”, un grave pecado para el régimen). Esta campaña, dirigida contra intelectuales y profesionales judíos, acusaba a muchos de ellos de “falta de patriotismo” y de ser agentes extranjeros.
Muchos de los miembros del Comité Judío Antifascista fueron arrestados y asesinados. El más emblemático fue Solomon Mikhoels, actor y director del Teatro Estatal Judío de Moscú y considerado en su tiempo una de las figuras más destacadas del teatro soviético. Mikhoels llegó a presidir el Comité Judío Antifascista, en cuyo papel viajó a Estados Unidos, donde gozaba de gran popularidad. En 1948 fue asesinado por orden de Stalin en un accidente automovilístico simulado en Minsk, Bielorrusia.
La paradoja es brutal: mientras los judíos soviéticos lucharon heroicamente contra el nazismo, su éxito y conexiones internacionales los convirtieron, a los ojos paranoicos de Stalin, en sospechosos
Otros miembros del Comité Judío Antifascista serían víctimas de lo que se conoció como la “Noche de los poetas asesinados”, el 12 de agosto de 1952, en la tenebrosa prisión de la Lubianka de Moscú, sede de la NKVD (posteriormente KGB). Entre ellos se contaron Peretz Markish —quien paradójicamente había recibido el Premio Stalin—, los escritores David Bergelson e Itzik Fefer, y Benjamín Zuskin, también actor y director del Teatro Estatal Judío de Moscú.
Muchos de los acusados habían trabajado en la propaganda antifascista, en la ciencia, el arte y el periodismo. Aunque no todos fueron asesinados, sí fueron despedidos, encarcelados o torturados, y algunos murieron bajo interrogatorio.
La paradoja es brutal: mientras los judíos soviéticos lucharon heroicamente contra el nazismo, su éxito y conexiones internacionales los convirtieron, a los ojos paranoicos de Stalin, en sospechosos. Cabe señalar que el antisemitismo de Stalin no era racial o ideológico, sino político y pragmático: temía cualquier forma de lealtad o influencia que él no controlara directamente.
Reconocimiento póstumo
Solo en las últimas décadas, especialmente tras la caída de la URSS, se ha comenzado a recuperar plenamente la memoria del papel desempeñado por los judíos soviéticos en la lucha contra el nazismo, así como su sufrimiento específico durante el Holocausto. Su participación en el Ejército Rojo representa un aspecto esencial para comprender la Segunda Guerra Mundial desde una perspectiva étnica y política. Su implicación activa en la defensa del Estado soviético, pese a las adversidades internas y externas, refleja una historia de coraje, contradicción y marginalización. Reconocer y rescatar esta memoria no solo hace justicia a los veteranos olvidados, sino que también contribuye a una visión más compleja y completa de la historia bélica del siglo XX.
La emblemática imagen de un fotógrafo judío
La famosa imagen de Khaldei fue retocada: en la original no había humo al fondo (el cual se añadió para agregarle dramatismo), y uno de los soldados mostraba relojes en ambas muñecas, algo que evidenciaba saqueo, detalle que fue borrado por orden de las autoridades soviéticas
Foto: Wikimedia Commons
La foto más famosa de la “Gran Guerra Patriótica” de la Unión Soviética es la de tres soldados colocando la bandera de la URSS sobre el edificio del Reichstag de Berlín. Esta imagen fue concebida y realizada por el fotógrafo judío Yevgeni Khaldei.
Nacido en Yuzovka (hoy Donetsk, Ucrania), cuando tenía un año de edad un terrible pogromo le costó la vida a un abuelo y a su madre; la misma bala que la mató a ella lo dejó gravemente herido.
Khaldei desarrolló sus conocimientos de fotografía de forma autodidacta, y gracias a su talento fue contratado siendo muy joven por la agencia de noticias TASS. Tras la invasión nazi de la URSS, Khaldei fue designado fotógrafo oficial de guerra con el rango de teniente; tenía 24 años. Durante los siguientes cuatro años acompañó al Ejército Rojo desde la batalla naval de Murmansk, en el Ártico, pasando por los frentes de Crimea, hasta la contraofensiva soviética; así atravesó Rumania, Bulgaria, Yugoslavia, Hungría, Austria, y finalmente Alemania. Varias de sus fotos muestran todo el horror del conflicto, con cadáveres destrozados en las calles y prisioneros rusos asesinados por los nazis; algunas fueron censuradas y solo han sido publicadas en años recientes.
Su padre y tres de sus hermanas fueron también víctimas de los nazis y sus colaboradores ucranianos, cuando junto a otros miles de judíos fueron arrojados vivos al pozo de una mina de carbón
También registró varias atrocidades nazis, como sus imágenes de judíos masacrados por los alemanes antes de retirarse del gueto de Budapest.
Su padre y tres de sus hermanas fueron también víctimas de los nazis y sus colaboradores ucranianos, cuando junto a otros miles de judíos fueron arrojados vivos al pozo de una mina de carbón. Esto lo perturbó profundamente y, como contaría mucho después, evitaba fotografiar los momentos en que los aliados alimentaban a los civiles alemanes hambrientos; en esos casos “veía ante mis ojos a los niños del Gueto de Varsovia”.
En abril de 1945, Khaldei estaba con las tropas que llegaron a Berlín. Dos meses antes había visto la célebre foto de la bandera estadounidense izada por varios soldados en Iwo Jima, Japón, tomada por otro fotógrafo judío, Joe Rosenthal. “La amé, particularmente por su dinamismo. Me dije que si sobrevivía y tenía la suerte de llegar a Berlín, haría una fotografía similar”. De hecho, tomó imágenes cuidadosamente escenificadas de soldados rusos izando la bandera soviética en Novorossisk, Sebastopol, Kerch, Belgrado, Budapest y Viena. Pero la de Berlín era la más importante, pues representaría la victoria definitiva sobre el Tercer Reich.
Khaldei le había solicitado a un sastre —a la sazón tío suyo— que le cosiera varias banderas soviéticas, para las que se utilizaron manteles. Con ellas fotografió el “izamiento de la bandera” en varios lugares emblemáticos de Berlín, como el Aeropuerto de Tempelhof, la Puerta de Brandenburgo, y luego el más importante: el Reichstag o Parlamento. El 2 de mayo, con la ciudad ya bajo control soviético, subió al tejado del Reichstag con la bandera y tres soldados que se encontró en el camino. Estudió los posibles encuadres y composiciones, esperó la luz adecuada, y entonces hizo la toma que lo haría pasar a la posteridad.
Yevgeni Khaldei el mismo día que tomó su célebre foto, 2 de mayo de 1945, retratado junto a la Puerta de Brandenburgo de Berlín
(Foto: Museo del Pueblo Judío, Universidad de Tel Aviv)
Esa foto se convirtió en un símbolo instantáneo del triunfo militar de la Unión Soviética; apareció en incontables periódicos y revistas, y en cada aniversario importante del final de la Segunda Guerra Mundial vuelve, incluso en la actualidad, a reproducirse. También se la utilizó en estampillas, afiches, tarjetas postales y otros materiales. En estas fechas se está inaugurando una escultura basada en ella en la Plaza Venezuela de Caracas.
Pero nadie sabía quién era el autor: el nombre de Yevgeni Khaldei no se revelaría al público sino varias décadas más tarde, también discriminado por su condición de judío.
Yevgeni Khaldei residió hasta el final de su vida en un pequeño apartamento de una sola habitación en Moscú, que le servía también como cuarto oscuro; falleció el 6 de octubre de 1997. Dos años después su trabajo fue celebrado con una importante exposición en Beit Hatefutsot, actual Museo del Pueblo Judío, ubicado en la Universidad de Tel Aviv.
Fuente: Nuevo Mundo Israelita, edición Nº 1964, 1 al 8 de mayo de 2015.
Veteranos de la “Gran Guerra Patria” en Israel
Miles de veteranos judíos del Ejército Rojo emigraron a Israel con sus familias tras la desaparición de la Unión Soviética, como parte de cerca del millón de ciudadanos de la ex URSS que hicieron aliá. En el Estado judío crearon una asociación que cuenta con 50 capítulos por todo el país y organiza conferencias, conciertos y otras actividades culturales, aunque la mayoría de los que sobreviven ya tienen cerca de 100 años. Su actividad más importante es participar en el Desfile de la Victoria todos los 9 de mayo, cuando lucen sus brillantes medallas ante el asombro de las nuevas generaciones.
Lamentablemente, durante el resto del año pocos se acuerdan de ellos. Otras guerras y otros problemas absorben las preocupaciones de la población israelí.
Con información de The Times of Israel.
Referencias
- Altshuler, M. (2005). Soviet Jewry on the Eve of the Holocaust: A Social and Demographic Profile. Jerusalén: Yad Vashem.
- Arad, Y. (2009). The Holocaust in the Soviet Union. University of Nebraska Press.
- Gitelman, Z. (1997). A Century of Ambivalence: The Jews of Russia and the Soviet Union, 1881 to the Present. Indiana University Press.
- Grossman, V. y Ehrenburg, I. (2011). El libro negro. Sabadell, España: Galaxia Gutenberg / Círculo de Lectores / Yad Vashem.
- Weiner, A. (1996). Making Sense of War: The Second World War and the Fate of the Bolshevik Revolution. Princeton University Press.
- https://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/01/150127_sociedad_auschwitz_concetracion_sovietico_amv
- https://www.timesofisrael.com/the-forgotten-jews-of-the-red-army/
Debes estar conectado para publicar un comentario. Oprime aqui para conectarte.
¿Aún no te has registrado? Regístrate ahora para poder comentar.