El 9 de octubre de 2024 ONU anunció el nombramiento de Tom Fletcher, del Reino Unido, como secretario general Adjunto de Asuntos Humanitarios y Coordinador del Socorro de Emergencia de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios. Título largo, sin duda. Fletcher, llegó a ese cargo dejando de ser director del Hertford College de Oxford (desde 2020) y vicepresidente de la Conferencia de Colegios Universitarios de la Universidad de Oxford (desde 2022). Fue Embajador del Reino Unido en el Líbano, Asesor de Política Exterior y de Desarrollo de tres primeros ministros del Reino Unido y Mediador de los primeros ministros en Irlanda del Norte. Fletcher ha colaborado con las Naciones Unidas durante su carrera diplomática en África, Oriente Medio y Europa. Fue jefe del Proceso de Paz en Oriente Medio del Ministerio de Relaciones Exteriores en Londres, Segundo secretario en Nairobi, Kenia, jefe de Gabinete para África, el Caribe y la Commonwealth y Primer secretario en la Embajada inglesa en París, Francia.
Hace 10 días, y desde su cargo en la ONU, Tom Fletcher, le dijo a la BBC que 14,000 bebés gazatíes podrían morir en las siguientes 48 horas a menos que la ayuda llegara a ellos, y agregó que “Hay cinco camiones justo esperando al otro lado de la frontera en este momento, aún no han llegado a las comunidades a las que necesitan llegar. Esto es comida de bebé, nutrición para bebés”. Cuando la BBC le preguntó cómo llegó a esta “cifra extraordinaria” de 14 mil bebés, Fletcher contestó inmutable: “tenemos equipos fuertes en el terreno, están en los centros médicos, en las escuelas, tratando de evaluar las necesidades”.
Sin embargo, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA) le dijo ese mismo día a la BBC que: “Estamos señalando la imperativa necesidad de llevar suministros para salvar a unos 14,000 bebés que sufren de desnutrición en Gaza. Necesitamos llevar los suministros lo antes posible, idealmente en las próximas 48 horas”. La OCHA hizo referencia a un informe de la Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria (IPC) que mencionaba que podrían ocurrir 14,100 casos de desnutrición entre niños de seis a 59 meses entre abril de 2025 y marzo de 2026. O sea, el marco temporal del informe era de un año, no de dos días. Fletcher mintió y aunque la ONU no se destaca hoy en día por su corrección, no tuvieron alternativa y le enmendaron la plana. Porque no sólo mintió, sino que puso su cuota de la larga cuenta de incitación al odio antijudío que inflama hoy de antisemitismo al mundo. En ningún momento, ni Fletcher, ni la ONU ni BBC dijeron que Hamas roba los alimentos, incluso los de los bebés.
Esta semana Fletcher hizo una apuesta mayor. Acusó a Israel y dijo textualmente:” Tenemos 10 mil camiones con ayuda en la frontera de Gaza listos para entrar y haremos todo lo posible para que eso suceda”. Lo estaba entrevistando para CNN la famosa periodista Christine Amanpour quien se sorprendió por el número que Fletcher manejó imperturbable, agregando que todos los camiones “están llenos de comida”. Quizás no alcance todo el territorio de Israel para poner en fila esa cantidad de camiones, pero fue tan obscena la mentira, el alarde, la falsedad, que hizo que la perplejidad cerrara bochornosamente la entrevista. Quien no conoce el terreno, o sea, ni la superficie de Israel ni la de Gaza, lo cual le debe suceder a miles de millones de habitantes del planeta, escuchan a un discípulo de Goebbels, se enardecen, y después se unen a las bandas y partidos políticos antisemitas que atacan y matan judíos en Estados Unidos, Europa y América Latina. Una gran obra de un alto funcionario de la ONU al cual, por supuesto, nadie ha sancionado ni objetado. Lo que sí había en ese momento en la frontera de Gaza eran 400 camiones que la ONU no ayudó ni se ocupó que entraran a Gaza y que sí lo han hecho hace tres días cuando Estados Unidos ha tomado la iniciativa de que entren los camiones y no sean robados como sucede sin pausa desde hace meses. Israel acusó a Fletcher de hacer libelos sangrientos antisemitas, pero más allá de ello lo trascendente son los hechos en el terreno.
La ayuda humanitaria a Gaza ha sido un diario escándalo de robos y reventa, y eso lo sabe la ONU, la UE y todo el que se moleste en informarse. Fletcher es un empleado más de una organización que chapotea en sus ruinas morales y éticas y que no cumple nada de lo que señala su carta fundacional. Hoy es este funcionario, mañana es Volker Turk o el inefable secretario general o la impresentable y brutal activista del antisemitismo desde su cargo en la ONU, la italiana Francesca Albanese. Da lo mismo. El sistema se autoprotege. Fletcher seguirá mintiendo y a la larga será un hipócrita más como lo es Amnistía Internacional que esta semana informó cómo Hamas ha aplastado la rebelión interna en Gaza de la población desde hace meses, asesinando familias enteras y destruyendo sus casas por oponerse a la dictadura de Hamas y fundamentalmente a las apropiaciones de la ayuda humanitaria que no han llegado hasta ahora a los reales habitantes de Gaza, sino que han sido moneda de cambio de los terroristas. Hoy, cuando Hamas ya no puede robarse los bienes que llegan a Gaza, Amnistía denuncia algo que todos (ONU, Unión Europea, etc.) sabían. Mientras, Amnistía culpó de todos los males de la tierra a Israel, teniendo pruebas de lo que sucedía en Gaza. ¿Da para calificarlo de repugnante? Quizás en algún futuro en algún texto de historia que no veremos.
Hoy, tanto la ONU, como Amnistía, como la Cruz Roja, muestran el rostro miserable de quienes se creen impunes manipulando nada más ni nada menos que una guerra entre un Estado y un ejército terrorista avalado por varios Estados, incluyendo muchos de América Latina.
Hace una semana mencionábamos con mucho dolor el doble crimen de odio terrorista antisemita perpetrado por un latino residente en Estados Unidos contra dos funcionarios de la Embajada de Israel en Washington que salían de una actividad cultural desarrollada en el Museo del Holocausto de la capital norteamericana. El asesino quería matar judíos (así lo declaró) y gritó mientras era detenido que “lo hizo por Gaza”. ¿Es posible evitar estos crímenes? Habiendo aumentado casi mil por ciento los atentados antisemitas en Estados Unidos en los últimos 18 meses, desde daños físicos, daños a la propiedad, vandalizaciones, agresiones desde las redes, la televisión y otros medios de difusión, una tragedia como esta no sólo es posible sino probable, y hay que asumir que un asesino actuando solo, incentivado por la cadena de odio antijudío a escala mundial y multiplicada hasta el paroxismo desde las universidades norteamericanas, no es generalmente detectable. Estos crímenes de odio nacen desde la incitación. La semana pasada el gobierno inglés entró en trance psicótico y vociferó sin parar que debía interrumpir los acuerdos que tiene con Israel “por lo que sucede en Gaza”. ¿Qué cambio hubo ahora en la guerra entre Israel y Hamas por lo que se gritó tanto en Londres? Obvio que ninguno, pero en Londres, pocas horas después, tres jóvenes judíos fueron brutalmente agredidos y golpeados por un grupo de diez vándalos. Y no fue, por supuesto, el único acto de brutalidad antisemita en Inglaterra de los últimos años, especialmente desde el 7/10/23.
Macron se unió al griterío que llegó desde Londres, pero en Francia es diferente: el odio antisemita no necesita ni de Macron ni del Medio Oriente. Allí basta con cumplir con la historia, y por eso el mayor y más descabellado número de ataques contra judíos (asesinatos incluidos) de la Europa que se ufana de su democracia se dan en Francia. El que sostenga que la incitación no trae consecuencias vive en una realidad paralela. Y cuando las incitaciones llegan desde gobiernos y estados, las consecuencias no hay que imaginarlas porque están frente a nuestros ojos. En Estados Unidos las Universidades hace tiempo se quitaron el antifaz y son una violenta herramienta de hostigamiento e incitación antisemita. Noa Fay creció en Brookline y Lexington, suburbios de Massachusetts. Hija de un cirujano y una presentadora de noticias televisivas, creció en un hogar judío religioso. Noa y su madre son de tez y piel negra, judías, y estadounidenses. Noa se ha hecho muy conocida por enfrentar públicamente con valentía y sin miramientos a los movimientos universitarios antisemitas. Hace unos días, en un reportaje, ante la pregunta sobre cuándo sintió más violentamente que se le venía una poderosa ola antijudía encima, contestó:” La primera vez fue el 12 de octubre de 2023. Esa manifestación fue una de las más perturbadoras que he presenciado. Tuve que cruzar el campus ese día. Los estudiantes pro- palestinos estaban haciendo algo particularmente escalofriante. Cantaban: “Los judíos no nos vencerán”, “Globalizar la Intifada” y “Del río al mar”. Tuve un recuerdo generacional. Era lo más parecido a la Alemania nazi que podía imaginar. Cantaban pidiendo nuestra muerte. Fue desgarrador. Mis palabras no son suficientes para explicar lo que sentí. Soy la nieta de una mujer judía francesa que sobrevivió el Holocausto, y sé que me resistiré con todas mis fuerzas si mañana intentan llevarme a las cámaras de gas. Pero si los que no creen en el odio y la incitación antisemita no nos ayudan, sola, no voy a poder evitar que me empujen dentro de una cámara de gas”.
No pretendemos que un Lula o un Boric o un Petro siquiera entiendan a Noa, pero Europa, toda Europa, tiene y tendrá deudas que jamás podrá pagar y no sólo por la Shoá. Lo menos que pueden hacer ahora es deponer las armas de la incitación. Como mínimo.
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