Imagen. Dani Lerer
En un mundo hiperconectado, donde cada injusticia puede transmitirse en tiempo real, hay silencios que duelen más que los gritos. Hoy, ese silencio es el del mundo frente a una realidad insoportable: siguen apareciendo cuerpos de secuestrados asesinados en cautiverio por terroristas palestinos.
Ocurrió de nuevo. Las Fuerzas de Defensa de Israel recuperaron cuerpos sin vida de personas que llevaban más de 600 días secuestradas. Algunas asesinadas el mismo 7 de octubre de 2023 y sus cuerpos llevados a Gaza, otros secuestrados con vida y asesinados por sus captores durante su captividad. El cautiverio en Gaza no es solo un crimen de guerra, sino un campo de exterminio lento, planificado y sistemático.
Túneles de muerte, muros de silencio. Esa es la realidad: secuestros bajo tierra, indiferencia en la superficie.
Y, sin embargo, el mundo calla.
La ONU emite condenas a Israel con una puntualidad quirúrgica. Las universidades en Occidente se llenan de marchas, tomas y pancartas que exigen un “alto al fuego inmediato” sin mencionar jamás a los secuestrados. ONG que se especializan en derechos humanos no han emitido ni una línea por los civiles israelíes asesinados en túneles, cuevas o casas de Gaza. ¿Por qué? ¿En qué momento defender la vida judía se volvió una causa incómoda?
Este no es un conflicto como cualquier otro. No es un enfrentamiento entre ejércitos. Es el secuestro y asesinato de civiles, muchos de ellos jóvenes, mujeres, ancianos y hasta bebés. Es terrorismo en su forma más pura. Y la respuesta global ha sido una mezcla de indiferencia, cinismo y complicidad pasiva.
Sí, hay una guerra en curso. Y como en toda guerra, mueren inocentes. Pero lo que estamos viendo con los secuestrados es otra cosa. Es una mancha moral para la comunidad internacional. Un símbolo del doble estándar con el que se mide a Israel y al pueblo judío.
Hace unas décadas, el grito era “Nunca más”. Hoy parece que el nuevo lema es: “Depende de quién sea la víctima”.
No hay paz posible mientras haya secuestrados en túneles. No hay paz posible mientras sigan existiendo terroristas cuyo objetivo es la desaparición de Israel y del pueblo judío.
Y sobre todo, no hay humanidad si el mundo sigue callando.
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